Artículo de Luis Escribano
En los últimos
meses parece que la realidad sociopolítica en España ha superado la ficción.
Percibo una extraña sensación que me recuerda la desorientación que produce el
despertar tras una intervención quirúrgica en la que he sido anestesiado. Siento
estar inmerso en una tormenta perfecta, en una vorágine de informaciones y
desinformaciones que me sumen en una neblina que parece limitar mi visión del
escenario político y social que me rodea.
Términos como pacto,
ambición, poder, partido, corrupción, déficit, desempleo, prima de riesgo,
quiebra, escándalo, juicio, terrorismo, comisión de investigación…más
corrupción…acuerdo, nacionalismo, ingreso en prisión, crimen, fraude, querella,
tribunal…sigue la corrupción…condena, excarcelación, desigualdad, acoso,
maltrato, denuncia, prevaricación, juicio, prescripción, paraíso fiscal,
narcotráfico, crimen organizado, blanqueo de capital, cohecho, fraude fiscal y
un largo etcétera interminable, fluyen a través de mis oídos y mis ojos hasta anegar
mi cerebro, día tras día, sin descanso.
¿No tienen
ustedes la sensación de estar viviendo en un entorno confuso, indefinido y crispado?
¿Qué está ocurriendo? Quizá sea sólo la sensación de ciertas generaciones como
la mía, y que otras generaciones coetáneas puedan tener otras percepciones
diferentes. Lo que sí parece evidente es que los actores protagonistas y
secundarios, los que visualizamos día tras día en los medios de comunicación,
tales como políticos, periodistas, deportistas de élite, líderes religiosos,
etc., que tienen cierta influencia en la sociedad, son generadores en gran
parte de ese extraño ambiente. ¡Que lástima que los grandes pensadores y
filósofos estén marginados, casi en el ostracismo!
A continuación
me centraré en el ámbito de la política, en el que no es fácil buscar respuestas. Al menos, intentaré efectuar una aproximación.
Una de las leyes
de la mecánica formulada por Newton es el “principio
de acción y reacción” (tercera ley), y se aplica a los movimientos de los
cuerpos. En su formulación original venía a decir que “con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: quiere
decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en
sentido opuesto”. Pues bien, salvando las distancias obvias, en el medio
social ocurre algo similar.
Cuando una
persona actúa sobre otra provoca una reacción o conducta, un comportamiento. Es
lo que se conoce como “conducta reactiva”.
Si la acción lleva implícito un carácter positivo, es muy probable que la
reacción o conducta reactiva provocada pueda ser positiva. Por ejemplo, un acto
de comprensión da paso a la comprensión, y un acto de empatía puede generar mayor
empatía. Sin embargo, si la acción lleva implícito un gesto con carácter
negativo, es muy probable esperar una conducta reactiva que lleve implícito
un gesto con carácter negativo. Incluso algunas acciones pueden crear un caldo de cultivo para la aparición de
situaciones sociales conflictivas, en la medida en que determinadas
condiciones dan lugar a que se repriman algunas conductas reactivas negativas.
No obstante, no
siempre es así. Por ejemplo, cuando una persona realiza un gesto cariñoso con
otra y lleva implícita cierta dosis de hipocresía que es percibido por la otra
persona, reacciona con una conducta totalmente opuesta. Si todo esto lo
trasladamos al medio social, que es muy denso y complejo, no todos los procesos
se desarrollan exactamente como podría esperarse, pero en cierto modo podría
aproximarse.
Hemos vivido en
España un periodo de cierta paz y prosperidad, donde el ocio ha ocupado una
parcela importante en nuestras vidas. A pesar de la presencia de acciones
negativas, no han existido grandes conflictos sociales, salvando algunos casos.
No obstante, en el ámbito sociopolítico sí ha sido una época de muchos
desengaños, de demasiadas mentiras, de abundante demagogia, de extrema
corrupción política, social y económica.
Si algo hay que
exigir a los políticos como representantes de los ciudadanos y como actores
fundamentales del sistema político-administrativo, es su papel ejemplarizante, relleno
de grandes dosis de ética, y no sólo porque manejen el erario público, sino
porque toman decisiones que tienen gran
trascendencia en nuestras vidas. De hecho, les cedemos muchos poderes
exorbitantes que utilizan en esos procesos de toma de decisiones y que afectan
tanto a nuestro ámbito público como privado.
Sin embargo, esta
no ha sido precisamente la regla en sus comportamientos. Con sus inadecuadas acciones
han provocado reacciones negativas en la ciudadanía. Si el político engaña y
roba, el ciudadano reacciona engañando y robando, y uno de sus resultados es el fraude
fiscal o participación en la corrupción, en perjuicio de todos. Si los políticos
dicen una cosa y hacen la contraria, o sus discursos están llenos de
hipocresía, la reacción será siempre negativa por parte de la ciudadanía, salvo
de los ciudadanos que viven de ellos parasitando.
Y esta ha sido
la dinámica que hemos seguido durante años, entrando en un círculo vicioso de
alto riesgo social, muy peligroso, pues todas esas conductas inadecuadas de los
políticos, con la connivencia de una parte de la sociedad que obtiene su
beneficio, han provocado reacciones cada
vez más negativas que pueden extremarse sin apenas darnos cuenta. La
persistencia y reiteración de estas acciones generadoras de nuevas conductas
reactivas negativas, incrementan el nivel de hartazgo y sobresaturan el
sufrimiento de los ciudadanos, provocando en muchos casos unas reacciones de
rabia e ira desenfrenada que encuentran su expresión en un conflicto social,
incluso a través de actos de violencia, agresiones, ataques, etc.
¿No se dan
ustedes cuenta de la deriva de parte de la sociedad española hacia la elección
de representantes políticos cada vez más extremistas? ¿No se dan cuenta en las
redes sociales las expresiones insultantes y extremas que difunden muchos
ciudadanos, especialmente jóvenes? ¿Y las agresiones abiertas y manifiestas?
¿No se estará colmando la paciencia de la ciudadanía, que podría estallar en
cualquier momento en un grave conflicto social? ¿No tiene ustedes la sensación
de que hay demasiados ciudadanos que ya no les importa “suicidarse políticamente” con la elección de cualquier
representante político con tal de hacer estallar el sistema actual, el cual no da las
respuestas adecuadas? En otros países ya ha ocurrido, y no somos tan diferentes
a esas sociedades.
Por tanto, algo debemos
estar haciendo mal en el proceso de elección de nuestros representantes
políticos, como pésimamente lo están haciendo éstos dentro de los partidos políticos.
No podemos seguir manteniendo un sistema
que permite a cualquier indeseable ocupar espacios de representación de la
ciudadanía.
La conclusión es
evidente: hay que luchar contra la tormenta perfecta, despertarse de una vez de
los efectos de la anestesia. ¡Hay que
modificar la forma de elección de
nuestros representantes! Y no podemos esperar mucho tiempo para adoptar
esta medida. ¿Es la solución definitiva a todos nuestros problemas? No, pero sí
es un gran paso para nuestro futuro inmediato que está en juego.
Tenemos la
posibilidad de conseguirlo. No es el momento de pensar o reflexionar, sino de
actuar, y pronto. Evitemos ese conflicto social que se ve venir…las
generaciones presentes y futuras se lo merecen, nuestros hijos y nietos se lo
merecen, cada uno nos lo merecemos.
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