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domingo, 31 de enero de 2016

Los hombres que no amaban el fútbol


Artículo de Rafa González


Pronto habrá nuevas y esperadas elecciones estatales en Baden-Württemberg, esa poderosa región que lidera la economía alemana bajo la batuta del primer presidente 'verde' de su historia, Winfried Kretschmann, tras un rodillo de más de 50 años de gobierno ininterrumpido de los democristianos. En las ciudades florecen los carteles electorales de los candidatos de todos los partidos importantes del país, todos con las mismas sonrisas, las mismas camisas blancas impolutas, los mismos eslóganes manidos. Incluso la extrema izquierda de Die Linke presenta los mismos colores y el mismo mantra de siempre con mensajes como igualdad, solidaridad y soziale Gerechtichkeit, justicia social. Es sabido que los revolucionarios lo quieren renovar y cambiar todo menos sus propias costumbres.


Traen todos los candidatos los mismos mensajes? No. Hay un partido, el ALFA (Alianza por el Progreso y el Resurgir), escisión del también recientemente creado AfD y liderado por su mismo fundador, Bernd Lucke, que se presenta a los votantes con las frases de ''Sí a Europa, no al euro'' y ''Si el euro se queda, fracasa Europa''. En resumen, un mensaje de que la Unión Europea y el euro son incompatibles. Si fuera legal, que no lo creo, este partido (que según todas las encuestas entrará fuerte en muchos parlamentos locales, incluso el nacional) podría haberse dejado de eufemismos elaborando eslóganes con alusiones directas a la expulsión de Grecia del euro. Pero Lucke es inteligente, y sabe que en sus discursos lo que más le interesa es abogar por algo más difícil aún que la expulsión de los helenos de la eurozona: la vuelta al marco alemán.

Lo que más me ha llamado la atención de este mensaje es su falta de conexión con la realidad, aunque no es sorprendente viniendo de un partido que en Alemania es considerado como populista, y con razón. Me explico. Pedir la salida de una moneda común sólo porque siempre hay un socio fofito en el furgón de cola es como pedir la eliminación del colista de la Liga de fútbol, o de la Liga misma, porque cada año descienden tres equipos. La competición deportiva, como el liberalismo -que, por cierto, tan abiertamente defiende el partido ALFA- exige por cullons el establecimiento de unas determinadas desigualdades que no son necesariamente malas, por mucho que se desgañiten los socialistas, siempre y cuando -y aquí está el meollo de la cuestión- cada individuo tenga, desde su nacimiento, las mismas oportunidades de llegar a lo más alto, como es el caso de nuestra social Europa (otra cosa es que el dinero de las ayudas sea muchas veces invertido por los estudiantes en botellones, y no en el aprendizaje de idiomas, pero ése es otro tema). Mientras en 2002 Alemania aprobaba duras reformas liberalizadoras con su famosa Agenda 2010, Grecia construía piscinas sin IVA y se desayunaba cada Nochevieja maquillando sus cuentas.

En la Liga de fútbol, cada equipo entra en la tabla a principio de temporada en igualdad de condiciones y con el mismo número de puntos. Si por ley se determina que dejen de bajar a segunda tres equipos, la Liga perdería, también para los forofos de Podemos, todo interés. De la misma manera, si en la Europa del euro se expulsara a Grecia, otro país de la eurozona sustituiría a Hellas en calidad de antepenúltimo, pongamos Portugal o Chipre. Pero si, como pretende ALFA, toda Europa eliminara el euro y se volviera a 18 monedas nacionales -con todas las trabas que eso significaría para un comercio internacional que pide cada vez más flexibilidad y rapidez-, los alemanes que se inclinan por esta opción estarían olvidando que también dentro de su propio país hay unas desigualdades entre territorios que demandaría la creación de diferentes monedas: una para la próspera Baviera, otra para la superpoblada cuenca del Ruhr, otra para la endeudada Berlín y otra para la rescatada Alemania del este, que desde 1990 recibe transferencias federales del fondo de solidaridad que pagan todos los trabajadores de Alemania con sus rentas del trabajo.

La solución no es menos integración, sino más unión y sobre todo más comunicación, sobre todo para que los desafíos de este viaje conjunto de los europeos sean afrontados con unidad, y no con mentiras o falsas verdades que sólo conducirían a más populismos y, por ende, más divisiones.



http://www.eldemocrataliberal.com/search/label/Rafa%20G.%20Garc%C3%ADa%20de%20Cos%C3%ADo

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo totalmente. Mi única objeción al Euro ha sido siempre su oportunidad; seguir el ritmo de los mercados para montar una Unión Europea no es lo mas conveniente: Europa ha empezado la casa por el tejado. A una unión monetaria debería anteceder (o acompañarse de) una unión cultural europea, un mejor conocerse de sus integrantes que viniera si no a homogeneizar usos y costumbres, al menos a ponerlos en evidencia. Pero no, todo lo contrario: Por una parte, se reducen presupuestos en partidas como los Erasmus, con lo importante que es que la juventud de diferentes paises europeos viaje y conozca a sus vecinos, y por otro lado, buenismo y puertas abiertas a las oleadas de alienigenas culturales del otro lado del mediterraneo... Hemos conseguido que un griego no pueda ver ni en pintura a un alemán, ¡y viceversa!

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    1. Asi es, tiene toda la razon. Y a esa union cultural quiza tambien una union fiscal. Claro que sin arreglar cada pais sus propias anomalias (Pais vasco con su concierto), resulta cómico buscar una union fiscal siquiera con Finlandia.

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