Artículo de Rafa González
Pronto
habrá nuevas y esperadas elecciones estatales en Baden-Württemberg, esa
poderosa región que lidera la economía alemana bajo la batuta del primer
presidente 'verde' de su historia, Winfried Kretschmann, tras un rodillo de más de 50 años de
gobierno ininterrumpido de los democristianos. En las ciudades florecen
los carteles electorales de los candidatos de todos los partidos importantes
del país, todos con las mismas sonrisas, las mismas camisas blancas impolutas,
los mismos eslóganes manidos. Incluso la extrema izquierda de Die Linke
presenta los mismos colores y el mismo mantra de siempre con mensajes como
igualdad, solidaridad y soziale Gerechtichkeit, justicia social. Es
sabido que los revolucionarios lo quieren renovar y cambiar todo menos sus
propias costumbres.
Traen
todos los candidatos los mismos mensajes? No. Hay un partido, el ALFA (Alianza
por el Progreso y el Resurgir), escisión del también recientemente creado AfD y
liderado por su mismo fundador, Bernd Lucke, que se presenta a los votantes con
las frases de ''Sí a Europa, no al euro'' y ''Si el euro se queda, fracasa
Europa''. En resumen, un mensaje de que la Unión Europea y el euro son
incompatibles. Si fuera legal, que no lo creo, este partido (que según todas
las encuestas entrará fuerte en muchos parlamentos locales, incluso el
nacional) podría haberse dejado de eufemismos elaborando eslóganes con
alusiones directas a la expulsión de Grecia del euro. Pero Lucke es
inteligente, y sabe que en sus discursos lo que más le interesa es abogar por
algo más difícil aún que la expulsión de los helenos de la eurozona: la vuelta
al marco alemán.
Lo que
más me ha llamado la atención de este mensaje es su falta de conexión con la
realidad, aunque no es sorprendente viniendo de un partido que en Alemania es
considerado como populista, y con razón. Me explico. Pedir la salida de una
moneda común sólo porque siempre hay un socio fofito en el furgón de cola es
como pedir la eliminación del colista de la Liga de fútbol, o de la Liga misma,
porque cada año descienden tres equipos. La competición deportiva, como el
liberalismo -que, por cierto, tan abiertamente defiende el partido ALFA- exige
por cullons el establecimiento de unas determinadas
desigualdades que no son necesariamente malas, por mucho que se desgañiten
los socialistas, siempre y cuando -y aquí está el meollo de la cuestión- cada
individuo tenga, desde su nacimiento, las mismas oportunidades de llegar a lo
más alto, como es el caso de nuestra social Europa (otra cosa es que el dinero
de las ayudas sea muchas veces invertido por los estudiantes en botellones, y
no en el aprendizaje de idiomas, pero ése es otro tema). Mientras en 2002
Alemania aprobaba duras reformas liberalizadoras con su famosa Agenda 2010,
Grecia construía piscinas sin IVA y se desayunaba cada Nochevieja maquillando
sus cuentas.
En
la Liga de fútbol, cada equipo entra en la tabla a principio de temporada en
igualdad de condiciones y con el mismo número de puntos. Si por ley se
determina que dejen de bajar a segunda tres equipos, la Liga perdería, también
para los forofos de Podemos, todo interés. De la misma manera, si en la Europa del
euro se expulsara a Grecia, otro país de la eurozona sustituiría a Hellas
en calidad de antepenúltimo, pongamos Portugal o Chipre. Pero si, como pretende
ALFA, toda Europa eliminara el euro y se volviera a 18 monedas nacionales -con
todas las trabas que eso significaría para un comercio internacional que pide
cada vez más flexibilidad y rapidez-, los alemanes que se inclinan por esta
opción estarían olvidando que también dentro de su propio país hay unas
desigualdades entre territorios que demandaría la creación de diferentes
monedas: una para la próspera Baviera, otra para la superpoblada cuenca del
Ruhr, otra para la endeudada Berlín y otra para la rescatada Alemania del este,
que desde 1990 recibe transferencias federales del fondo de solidaridad que pagan
todos los trabajadores de Alemania con sus rentas del trabajo.
Estoy de acuerdo totalmente. Mi única objeción al Euro ha sido siempre su oportunidad; seguir el ritmo de los mercados para montar una Unión Europea no es lo mas conveniente: Europa ha empezado la casa por el tejado. A una unión monetaria debería anteceder (o acompañarse de) una unión cultural europea, un mejor conocerse de sus integrantes que viniera si no a homogeneizar usos y costumbres, al menos a ponerlos en evidencia. Pero no, todo lo contrario: Por una parte, se reducen presupuestos en partidas como los Erasmus, con lo importante que es que la juventud de diferentes paises europeos viaje y conozca a sus vecinos, y por otro lado, buenismo y puertas abiertas a las oleadas de alienigenas culturales del otro lado del mediterraneo... Hemos conseguido que un griego no pueda ver ni en pintura a un alemán, ¡y viceversa!
ResponderEliminarAsi es, tiene toda la razon. Y a esa union cultural quiza tambien una union fiscal. Claro que sin arreglar cada pais sus propias anomalias (Pais vasco con su concierto), resulta cómico buscar una union fiscal siquiera con Finlandia.
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