Artículo de Paco Romero
“Quienes así actúan, sean profesores universitarios o sin oficio
conocido, demuestran su inmadurez cultural, su analfabetismo constitucional y,
por ende, político”
“Acatar la Constitución en su plenitud conlleva lógicamente el
sometimiento al título X, pues para casi todo el mundo es cierto que el todo
contiene a la parte”
El show en el que los independentistas y antisistemas han
convertido las cámaras do mora la soberanía popular sin que se derive
consecuencia alguna, ha desembocado en un esperpento que solo puede ocurrir en
este “bendito” país.
De telonera, la Carme del Parlament (que no la de Merimée),
interrogó al que instantes después sería proclamado Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya: “¿Promete
cumplir lealmente las obligaciones del cargo de presidente de la Generalidad
con fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña representado por el
Parlamento?”. A su interlocutor solo le cupo el honor de responder con un
monosílabo, naturalmente en sentido afirmativo y, naturalmente también, en la
lengua del lugar.
No contentos con ello, y en su eterno afán de superación,
los titiriteros en Cortes, amén (con perdón) de buscar retorcidas fórmulas de
compromiso, se permitieron utilizar melodramática y lacrimógenamente -porque
ellos sí que pueden- al bebé de la talludita mamá Bescansa al estilo -no
encuentro diferencias- de las señoras que, en una esquina de cualquier ciudad
de España, pide limosna portando en brazos a un menor. En definitiva, convirtiendo
el consabido e indeterminado “dame argo” en el más determinante y absolutamente
determinado “dame tu voto, miarma”.
Cada uno de los representantes de la nueva casta prometió
“acatar la Constitución y trabajar para cambiarla”, seguido de apostillas de cosecha
propia tales como “nunca más un país sin su gente y sin sus pueblos”,
resaltando la del alambicado Errejón, que se quedó tan pancho tras su
parrafada: “por la soberanía del pueblo, por una España nueva, per la fraternitat entre els pobres;
porque fueron somos, porque somos serán”.
Soflamas de todos los colores que tuvo su contrapartida en
el Senado donde cargos electos del Partido Popular cayeron en la trampa de
revestir con prendas inadecuadas la fórmula legal: “sin imperativo de ningún
tipo, con convicción personal, para defender la Constitución de los que la
utilizan”, afirmó Pedro José Pérez, o el juramento “como catalán y orgulloso
español” del líder del PP en Cataluña, García Albiol.
Quienes así actúan, sean profesores universitarios o sin oficio
conocido, demuestran su inmadurez cultural, su analfabetismo constitucional y,
por ende, político. Su ignorancia queda reflejada en el uso de la redundancia
al margen del recurso literario: los cuatro últimos artículos de nuestra
Constitución dejan meridianamente claro las mayorías y procedimientos
necesarios para su reforma y ahí están para su correcto uso. Acatarla en su
plenitud conlleva lógicamente el sometimiento al título X, pues para casi todo
el mundo es cierto que el todo contiene a la parte.
Una cosa es la parafernalia de la política y otra bien
distinta son “las cosas de comer”, ésas con las que -tenemos claro- no se
juega. Seguro estoy, por ejemplo, que en los expedientes administrativos de
nuestros (ex) compañeros y ahora diputados, Sergio Pascual y Auxiliadora
Honorato, tras la toma de posesión como funcionarios de carrera, no consta
añadido alguno a su rubricada promesa de guardar y hacer guardar la
Constitución; seguro estoy, reitero, que no se permitieron licencia alguna y
que ni aún hoy se la permitirían.
Son los artículos 108.8 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de
junio, del Régimen Electoral General, y 1 del Real Decreto 707/1979, de 5 de
abril, los que establecen los requisitos, contenidos, modos y fórmulas de
juramento o promesa de acatamiento a la Constitución.
El Tribunal Constitucional ha señalado (STC 119/1990) que
“para tener por cumplido el requisito legal de prestación de juramento o
promesa de acatamiento a la Constitución no bastaría solo con emplear la
fórmula ritual, sino emplearla, además, sin acompañarla de cláusulas o
expresiones que de una u otra forma, vacíen, limiten o condicionen su sentido
propio, sea cual fuese la justificación invocada para ello”.
En este sentido, el Alto Tribunal ha destacado que “tal
doctrina no permite colegir cualquier añadido, quedando taxativamente
prohibidos aquellos que desnaturalicen o vacíen de contenido el acatamiento,
mediante fórmulas que supongan un fraude de ley o priven de sentido al propio
acatamiento”. Sin embargo, “la fórmula de juramento o promesa no es
incompatible con adiciones que no supongan su incumplimiento”. Por ello, la STC
119/1990 ha distinguido que añadidos del tipo “por imperativo legal” denotan
simplemente, “que el acatamiento no es una decisión espontánea sino simple
voluntad de cumplir un requisito que la ley impone para obtener un resultado
querido que es alcanzar un cargo”.
La solución a la cuestión solo puede llegar de la mano de
una reforma legal que establezca una fórmula definitiva para adquirir la
condición de servidor público perseguida, de tal manera que, hasta que no se
consume, el nombramiento no generará efectos legales. Así no será suficiente
con formar parte de unas listas, ni siquiera con el apoyo del electorado, si no
va inmediatamente seguido del acatamiento de la Constitución y del resto de
normas que, para más inri, son las que le permiten optar al cargo. En caso
contrario, la opción decaería en favor del siguiente miembro de la lista.
Claro que tenemos un gran problema: la LOREG, como ley
orgánica, igual que ocurre con la cacareada derogación de la LOMCE, solo puede
ser modificada por unas mayorías que ningún grupo posee en el Congreso de los
Diputados. Actualmente, solo con el acuerdo de los dos grandes partidos, al
parecer imposible, o de uno ellos con las otras dos alternativas, puede
iniciarse un procedimiento en ese sentido.
Eso sí, todos, los de la casta los primeros, le echaron mano
al maletín de piel, algunos intentando ocultarlo sin éxito bajo el abrigo,
mientras anunciaban mochilas tras las próximas elecciones. Y casi todos
recurrieron a la guardería de la cámara, a excepción de la potentada señora
Bescansa que prefirió el arrope de la “chacha” en los momentos en que la mamá
se disponía al “sacrificio” por la hente.
Igualico, igualico al que se sometían los comunistas de los 70, descendientes
en su mayoría de los jerarcas del régimen -como bien sabemos los de pueblo- y
que, “sorpresivamente”, han acabado heredando la fortuna de sus progenitores
huyendo de aquellos pensamientos “malsanos” de la juventud.
En el circo del Congreso eché de menos a las de FEMEN. Pensaba que al menos la Rita Maestre aprovecharía que estaba invitada para sacarse la blusa y ponerse a gritar consignas a favor del aborto mientras la Bescansa daba el pecho. Habría sido precioso.
ResponderEliminarSr.Rohan: Todo se andará; si por casualidad se ¿pusieran? de acuerdo PP+PSOE, ya aparecerían "por ese circo" las FEMEN y.....las famen.
EliminarUn saludo