Artículo de Rafa González
Nadie tiene
dudas: los resultados de ayer son un rompecabezas. A nadie le salen las cuentas
para gobierno alguno de cualquier color. Y mientras muchos echaban mano de la
calculadora, a mí ayer me dio por coger la historia de España según Fernando García de Cortázar. Y es que los
resultados electorales de las elecciones del 20-D arrojan un mapa del
territorio español muy parecido al existente en 1839. Me refiero,
efectivamente, a la España del Convenio de Vergara.
Fernando
VII había muerto hacía poco, y antes de fallecer había querido asegurarse, por
medio de la Pragmática Sanción que derogaba la Ley Sálica de su antepasado
Felipe V, garantizar que su hija Isabel II accediera el trono, privando así a
Carlos María Isidro. Según Cortázar, al inicio de la guerra carlista en España
coexistirían dos bandos:
-Bando
carlista (Carlos V para sus seguidores), absolutista y respaldado por
guarniciones realistas, el fervor religioso, las partidas de guerrilleros y
labradores de Cataluña, Aragón y Valencia, y las masas de aventureros y
campesinos del País Vasco, ganados todos por la defensa del pretendiende Carlos
de los fueros de la región.
-La
España liberal (Isabel II), heredera de la Ilustración y del credo de las
Cortes de Cádiz de 1812, que contaba con el aparato burocrático del Estado, el
apoyo del Ejército regular, la nobleza y la burguesía.
La
guerra carlista dejó agotados a ambos bandos, con unos absolutistas que no
lograron controlar las capitales vascas ni llegar a Madrid, y con unos liberales
faltos de recursos y de aliento. El general liberal Espartero finalmente
firmaría la paz del Convenio de Vergara con los carlistas, por el cual, se
comprometían a defender los fueros carlistas si estos reconocían a Isabel II
como reina.
Si
echan ustedes un vistazo a los resultados de ayer, daría la impresión de que
España no ha cambiado nada en estos casi 200 años de historia. El bando que
podríamos denominar liberal (PP-C's), tras una campaña agotadora, ha quedado
empatado con el bando de guerrilleros y aventureros de PSOE-Podemos y carlistas
de nuevo cuño (ERC, DL, BnG, Bildu, Compromís, etc), y todo apunta a que el
resultado llevará a lo que, en realidad, llevamos apuntalando desde 1978, que
no es otra cosa sino un nuevo acuerdo de Vergara por el que los liberales
aceptan (qué digo aceptan, defienden!) los fueros y las desigualdades de las
comunidades denominadas históricas a cambio de que los aventureros y
absolutistas (úsese el epíteto actualizado: chavistas) respeten, aunque sea por
la mínima, el orden constitucional del borbón Felipe VI.
Les
ha pasado a ustedes también? El panorama no puede ser más parecido al de 1839.
Por eso, independientemente de lo que pase, o del pacto que haya, lo que pueden
ustedes ir teniendo claro es que el chiringuito autonómico se va a mantener,
fijando así una anomalía que no existe en ningún país de Europa: que la inmensa
mayoría de partidos en el Parlamento sean nacionalistas y, de nuevo, puedan
determinar en última instancia la gobernabilidad de un país que esta vez cuenta
con cuatro fuerzas nacionales importantes.
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