Artículo de Luis Marín Sicilia
“Con un 20 % de los votos, reducido a un 14 % si le quitamos los
apósitos de sus marcas blancas, se atribuyó, como buen comunista, la
representación de todo el pueblo”
“Y si España es tan plurinacional como dice el genio de la melena ¿por
qué los podemitas andaluces, con 10
diputados, los madrileños con 8 y los vascos con 5, no van a disponer de grupo
propio?”
“En 1977 la situación era bastante más difícil que ahora. Se supo
dialogar, se olvidaron maximalismos, se buscaron puntos de encuentro y se
firmaron los Pactos de la Moncloa”
“Es la hora del pacto, del entendimiento, de la negociación y de la
superación de enfrentamientos, porque esa es la lectura correcta del resultado
electoral”
Y aparecieron los escondidos, aquellos ocultados mientras
engañaban a los incautos haciéndose pasar por socialdemócratas en las
televisiones que le han hecho su campaña durante tres largos años. Eufóricos,
sin caretas, apareció la “ex” Tania, la del “no
punto, no estaré en Podemos, punto”. Y el cajero Monedero, el de las evasivas fiscales. Y toda la caterva de
señoritos profesores, becados con nuestros impuestos e incapaces de hacer una
promoción universitaria medianamente digna y exitosa, al margen de la bullanga
y la movilización.
El primero en asomar la noche electoral fue el sacerdote
supremo, que por algo se apellida Iglesias. Con un 20 % de los votos, reducido
a un 14 % si le quitamos los apósitos de sus marcas blancas, se atribuyó, como
buen comunista, la representación de todo el pueblo, proclamando que se había “recuperado
la soberanía popular”, ofensa gratuita para quienes, desde 1977 hasta hoy, han
venido decidiendo con su voto la gobernación de la nación más antigua de
Europa, llamada España.
Al día siguiente, el personaje en cuestión, cuál César
imperial, prometería “por la gloria de mi madre” que diría su alter ego
Chiquito de la Calzada, iniciar una ronda de contactos con las demás fuerzas
políticas, en las que impondría sus condiciones para hacer viable la conducción
política de nuestro país. La primera “perla”, un referéndum de
autodeterminación en Cataluña, tomándonos el pelo a todos los españoles y ciscándose
en la Constitución que a todos nos obliga. La segunda, una asamblea popular
facultada para exigir una moción de confianza al Presidente del Gobierno a
mitad de la Legislatura. El soviet supremo no puede ocultar, como su discípulo
venezolano Maduro, la dificultad de entender que al pueblo lo representan los
votos emitidos en las urnas y no esas asambleas de paniaguados que todos los
dictadores se inventan.
El impostor que ha jugado en la campaña a parecer lo que no
es, puede pretender seguir con su impostura pero no esperará que nos la
creamos. Y a los primeros que tiene que poner de acuerdo son a los miembros de
esa amalgama de mareas y plataformas que integran su oferta electoral, porque
Podemos, como tal, solo ha conseguido 42 escaños, ya que de los 69 del total,
12 son de los catalanes de Ada Colau, 9 de la valenciana Oltra y 6 de las
Mareas gallegas, por lo que habrá cuatro grupos en el Congreso de la oferta podemita. Y si España es tan
plurinacional como dice el genio de la melena ¿por qué los podemitas andaluces, con 10 diputados, los madrileños con 8 y los
vascos con 5, no van a disponer de grupo propio? Y si en el referéndum que
propone los catalanes van a decidir lo que España debe ser ¿por qué no pregunta
a los andaluces si están de acuerdo con ello? O a los vascos, a los madrileños
y al resto de españoles.
La pesadilla que muchos españoles de bien padecieron la noche
electoral ante un tablero que hacía difícil la configuración de mayorías de
gobierno, no debe perdurar por mucho tiempo ante la realidad de un país, el
nuestro, España, que pese a nuestros demonios familiares, ha sabido salir de
situaciones más complicadas que la actual gracias al sentido de Estado y a la
responsabilidad de personas capacitadas en cada momento para el diálogo, la
transacción y el compromiso. Son en situaciones como la actual donde emergen
los grandes políticos con visiones de futuro y concordia, cuya gestión perdura
después en la mente ciudadana.
La preocupación neocomunista de Podemos, aliada como siempre
con los que pretenden la ruptura de España, se dará de bruces con un país que,
a la hora de la verdad, no tolerará que los separatistas lo rompan y los
populistas lo destrocen. Unos y otros, como viejos revolucionarios, saben que,
cuanto peor estemos mejor para sus abyectos fines de ruptura; pero unos y otros
entenderán que, frente a una cuarta parte de españoles que no quieren seguir
siendo lo que siempre hemos sido, hay tres cuartas partes que defenderán
nuestra identidad porque en ello nos va el futuro y el bienestar de las
generaciones venideras.
Es por tanto llegada la hora de desenmascarar a los autores
de la impostura, a quienes pretenden engañarnos con apariencias de verdad,
simulando piel de cordero donde solo existe rencor y egoísmo. Y al mismo
tiempo, es la hora del pacto, del entendimiento, de la negociación y de la
superación de enfrentamientos, porque esa es la lectura correcta del resultado
electoral: pónganse de acuerdo, hagan las reformas que todos sabemos
imprescindibles y necesarias, acaben con la corrupción política y busquen a los
mejores para regir nuestros destinos.
Los mercados, que son los ahorros de millones de ciudadanos,
nos miran expectantes. La Unión Europea expresa su confianza en que España
pueda seguir colaborando, con un gobierno estable y a pesar de las
dificultades, con las instituciones comunitarias. El reto solo puede abordarse
desde la estabilidad que únicamente pueden darla las formaciones políticas de
ámbito estatal y de profundas convicciones democráticas.
Frente a proclamas sectarias, la gran mayoría de españoles
pide a los políticos lealtad institucional, eficacia de gestión y disposición
al pacto y al entendimiento en los grandes temas. En 1977 la situación era más
difícil, bastante más difícil, que ahora. Se supo dialogar, se olvidaron
maximalismos, se buscaron puntos de encuentro y se firmaron los Pactos de la Moncloa, que nos dieron
los cuarenta años de crecimiento económico y social jamás conocidos, gracias a
la estabilidad institucional y al sentido de Estado de sus gobernantes. Solo
algunas minorías recalcitrantes quedaron al margen de los acuerdos. Aquella
generación, entonces joven, supo leer los retos del momento. La generación
actual no tiene por qué ser menos generosa, contando, como ha contado, con unas
condiciones y un bienestar del que no gozó la anterior.
Dejando a un lado las proclamas de los impostores, tan
antiguas y fracasadas como cuantas veces se han puesto en práctica, el reto
afecta a los grandes partidos de ámbito nacional con representación
parlamentaria: PP, PSOE y Ciudadanos. Busquen vías de encuentro y, si no es
posible la gran coalición, como en países serios como Alemania se ha aplicado
ante situaciones críticas, hagan un pacto de legislatura que permita gobernar a
la opción más votada, con apoyos puntuales en las grandes cuestiones de Estado
y en las reformas que pide la ciudadanía, estableciendo, si preciso fuere, una
duración determinada de la Legislatura, una vez aprobadas las reformas que
mejoren nuestro sistema democrático y que están en la mente de todos los
españoles.
Gracias por el artículo. Yo soy de una generación más joven, soy pocos años mayor que el Coleta y soy pesimista. La experiencia aportada por Vd. me hace ser un poco más optimista.
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