Artículo de Paco Romero
“Ni un solo habitante del país vecino se ha hecho una pregunta
parecida”
“Ningún hijo de l’ancienne ni
de la nouvelle France, ha puesto en
duda la legitimación de su gobierno para acabar con Daesh, con o sin OTAN, con
o sin permiso de la Sociedad de Naciones”
¿Quién ha sido? Desempolven ahora la pregunta en vísperas de
unas elecciones generales vistas hoy, con la necesaria perspectiva, como un
punto de inflexión.
Para muchos fueron las mentiras del gobierno las que dieron origen
a la infernal pregunta, como si el hecho en sí, y en caso de certidumbre, fuera
causa suficiente para justificar un atentando yihadista, para acabar, incluso, dando por
bueno que la presencia de un barco hospital en el teatro de las operaciones
fuera vengado con la muerte de 200 españoles entendida, si no disculpada, por
-algunos- españoles.
El viernes se produjo en París el más grave atentado
terrorista en suelo europeo tras el acontecido en Madrid y -hay que recordarlo-
ni un solo habitante del país vecino se ha hecho una pregunta parecida, o al
menos no en voz alta, con la virulencia y el cerote con la que se perpetró
aquí, y no porque alguien en nombre de EI, al día siguiente, pregonara su
autoría, sino porque los franceses demuestran tener claro que nunca, sea quien
sea el responsable, van a desertar de sus ideales, de sus responsabilidades
compartidas, culpando en exclusiva a su gobierno de todos los males.
Obligados por los principios de nuestra tradición
judeo-cristiana, tras las grises y plomizas imágenes de la Ciudad de la Luz que
venimos contemplado desde el último fin de semana, nos hemos vuelto a preguntar
los ciudadanos occidentales -no solo los franceses- qué hemos hecho mal, en un
desesperado intento de encontrar, desde la lógica, la causa de tan dantesco
efecto. Y no hay respuestas culpabilizadoras, no puede haberlas; rebuscando en
el cajón de las ignominias lo único que encontramos es grandeza: para
acogerlos, para librarlos de la miseria y del horror y para integrarlos como
propios en una sociedad en la que, todavía, demasiada gente no está dispuesta a
integrarse.
Ningún hijo de l’ancienne
ni de la nouvelle France, tras el
estupor, ha puesto en duda la legitimación de su gobierno para acabar con
Daesh, con o sin OTAN, con o sin permiso de la Sociedad de Naciones. Envueltos
en el azul, blanco y rojo y cantando a coro La Marsellesa, a la salida del
estadio, en la plaza de la República, en la Bastilla, o a las puertas del ya
célebre Bataclan, los descendientes de la Ilustración han vuelto a darnos una
lección de patriotismo, de unión y de grandeza ante el fanatismo y la sinrazón.
Y no, no puede ser lo mismo culpar a todas las religiones
por igual, ni situar al mismo nivel el cristiano ofrecimiento de la otra
mejilla con la coránica búsqueda de seis docenas de vírgenes a costa de la
muerte de un solo infiel.
Proclamamos sin rechistar el “multiculturalismo”; se nos
llena la boca de “alianzas de civilizaciones”, de noes a las guerras, de paces
imposibles; amparamos sin dudarlo a los sujetos de una lucha tan cobarde como
desigual; damos la bienvenida a miles de refugiados sin preguntarles su
procedencia ni sus intenciones, incluso a esos que intentan dar jaque-mate a la
Civilización Occidental, sin ser conscientes de que esas dos palabras pudieran
no ser más que una suerte de pleonasmo. Hay que reconocer de una vez que Europa
es lo que es gracias a la Civilización Judeo-Cristiana, seamos de comunión
diaria o asistamos a las puertas de la iglesia con ocasión de la boda de un
primo lejano, mientras nos fumamos el enésimo cigarrillo.
La yihad ha vuelto a golpear en el corazón de Europa horas
después de que Obama anunciara que “el Estado Islámico está contenido”. Por la
boca de nuestros políticos siguen fluyendo discursos grandilocuentes del tenor
de “la democracia vencerá”, sin ser conscientes -o quizá sí, lo que es peor- de
que nos venden como victorias lo que solo son concesiones de un sistema amoral
que se aviene, se aclimata, se acomoda al ambiente de igual forma que ciertos
insectos, el camaleón y otros reptiles, se camuflan entre el follaje, mostrando
muy a las claras la volubilidad de una democracia capaz de jibarizar la
moralidad a límites tan ignominiosos cromo grotescos.
Y si insistimos en buscar culpables en Europa y -también, en
América, que es nuestra obra- hay que
encontrarlos en la manía de un Viejo Continente dispuesto a estirar su sistema
de libertades abusando de una laxitud extrema que considera iguales en derecho
a gente que nos odia y que va a continuar haciéndolo.
La victoria, si finalmente llega, lo hará de la mano de la
firmeza, de la decisión, del aplomo, no de la democracia en sí misma; de los
valores morales, no de los ideales decrépitos.
Eduardo Garzón Espinosa
ResponderEliminar25 min · Madrid ·
Hollande acaba de anunciar que incumplirá el compromiso de déficit público para luchar contra el terrorismo islámico.
Para bombardear ciudades y matar personas sí que nos saltamos el absurdo tope de déficit público, pero para mejorar las vidas de la gente y la salud del medioambiente, no. Me invade la rabia y la impotencia. Nos gobiernan personas sin escrúpulos con leyes irracionales e injustas. Que paren este mundo que yo quiero bajarme.
El déficit hay que pagarlo, y la deuda devolverla. Así que no se ponga tan romanticón. Porque si hoy le pillan a usted unos fanáticos con bombas en un restaurante, acabarán con usted no lo dude, y ya no hará falta ninguna ponerse a pensar en comer, ir al médico o tener buena educación para los hijos. Lo primero es lo primero.
EliminarPienso como tu. Estas son las declaraciones del señor Eduardo Garzón Espinosa "secretario de proceso constituyente de Izquierda Unida" (casi nada). Lo que quería indicar es que estos siguen a lo suyo. Por cierto, cuando Rusia empezó los bombardeos, muchos militantes del PCE y algunos dirigentes, se sentían orgullosos de como Rusia iba a acabar con el ISIS en un rato. Esto no era guerra era matar terroristas. Siguen creyendo que ellos son los que dicen que guerras son buenas y cuales malas. Es mas, no se han dado cuenta de que la URSS ha muerto.
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ResponderEliminarHerrohermar, Rafael, buenas tardes.
ResponderEliminarDisculpen por no haber respondido antes.
Insisto: mientras no pongamos en práctica la lógica de “matar antes de que nos maten” seguiremos recibiendo lecciones como las de París.
La demogagia perdura y difícilmente se puede combatir. Solo los hechos la evidencian y ni aun así. Saludos.