Artículo de Paco Romero
Dicen los de La Marea que 2.000 personas han firmado ya el manifiesto “contra el terrorismo, contra la islamofobia y contra sus guerras”, entre otros los ediles de capitales de provincia Colau, Ferreiro y “Kichi”, el televisivo El Gran Wyoming y los actores Alberto San Juan y Pilar Bardem.
Si esta media docena de “intelectuales” constituye la
guardia de corps de los dos millares de “apoyadores”, no quiero ni pensar en el
nivelito de los 1.994 restantes.
Otra vez más, con unas elecciones a la vuelta, la “cultura”
se pone a la cabeza de la manifestación contra una guerra -¡qué más quisieran!-
que ni siquiera ha sido sugerida, al menos por el Gobierno Español. No
obstante, ellos (y ellas), conscientes del difama o maldice que algo queda, se
muestran prestos y dispuestas a clamar en la calle y en los medios de
comunicación con la esperanza, más que de mostrar su repulsa contra la guerra,
de mediatizar el voto en lontananza. Nada nuevo que no haya sucedido.
Mañana, sábado, están llamados los buenos de corazón a la
Plaza Reina Sofía de Madrid, para oponerse a las intervenciones militares
occidentales en Oriente Medio pero también “para impedir que se recorten
libertades con la excusa de aumentar la seguridad contra posibles atentados,
que forma parte de la política del miedo”.
Miren que ha habido conflictos en los últimos lustros, comenzando
por las dos guerras de Irak… y olvidando -¿por qué?-, impunemente: Afganistán,
Libia, Siria, Gaza, Ucrania, Sudán del Sur, Yemen, Pakistán, República
Centroafricana, Mali, Somalia, El Congo, Nigeria…
Dolores, padecimientos y miseria que estos conflictos no han
provocado, al menos de forma pública, el más mínimo dolor, en esta pandilla de
titiriteros y mercachifles.
Aunque, pensándolo bien, y dada su intrascendencia, mejor
que estén ahí, en la calle, alzando la voz por una causa justa. Al menos, mientras tanto no nos roban, como es el caso
de Bardem, el productor cinematográfico que, anteayer mismo, sentencia
mediante, ha sido condenado en firme por el Juzgado de Instrucción número 40 de
Madrid, al haberse probado que, como presuntamente otros 32 productores,
distribuidores y exhibidores españoles (con perdón) que están siendo
investigados, ha falsificado documentos públicos y privados para apropiarse del
dinero de todos, en forma de subvenciones.
Eso sí que es un escándalo y, seguramente, el principal
motivo del socorrido “No a la guerra”.
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