viernes, 20 de noviembre de 2015

Más Voltaire! Es la guerra!

Artículo de Eduardo Maestre

La famosa secuencia cinematográfica de Los Hermanos Marx en el Oeste en la que Groucho grita desaforado a sus hermanos "Más madera! Es la guerra!" con el objetivo de seguir alimentando la caldera de la locomotora para perseguir a los malos me ha inspirado el título de este artículo; sólo que cambiando un combustible natural, la madera, por otro intelectual: Voltaire.

Pero por qué Voltaire? Pues porque hay dos hechos incontestables: Voltaire representa a Francia, y Francia está en guerra.


Pero no se asusten! No se crean que voy a llevarme un piano al fatídico sitio donde murieron decenas de ciudadanos libres a manos de esos enfermos que se hacen llamar yihadistas! No voy a entonar el lánguido Imagine con la ilusión de contrarrestar la enorme cantidad de sangre vertida por las calles de París. Porque con las canciones de Lennon se podrá follar, pero jamás solucionar el tremendo desafío que tiene hoy Occidente; desafío que de ninguna manera podemos ya obviar.

Cuando hablo de echar más Voltaire a la caldera -porque es la guerra-, no me refiero a echárselo a los asesinos fundamentalistas islámicos del ISIS. No. Porque éstos no tienen ya más solución que la de pasar a la otra vida y disfrutar de ese paraíso en el que les esperan 72 huríes y ríos de leche, miel y vinos aromáticos. Ojalá pasen cuanto antes a mejor vida! Yo, a éstos, les deseo lo mejor!

Pero no: con lo de echar más Voltaire en la caldera no me refiero a la de éstos: los yihatas no tienen ya solución! A los que apunto como destinatarios de un atracón de Voltaire es a los nuestros. A los occidentales. A los jóvenes. A nuestros hijos. Y cuando digo Voltaire, estoy diciendo la Ilustración. Porque Voltaire, ese hombre de la peluca, representa la inteligencia, el escepticismo sistemático, la duda constructiva, la crítica aguda, la guerra contra los dogmas. Y, especialmente, la denodada lucha contra el fanatismo, viniere de donde viniere! 

Curiosamente, Voltaire tiene entre sus magníficas obras una titulada Mahoma o el fanatismo. Ya, en el siglo XVIII, lo uno era sinónimo de lo otro! Sin embargo, no es por esa obra por lo que Voltaire condensa en sí mismo el precipitado de luces de Occidente, sino por su trayectoria vital, una vida marcada por un carácter agudísimo que le valió varias veces ser encarcelado por enemigos poderosos, todos ellos pertenecientes a la nobleza prerrevolucionaria o a la Iglesia Católica.

Sí: Voltaire no se callaba ante la estupidez; no aceptaba las ideas preconcebidas, las frases hechas, las creencias ciegas, los dogmas. Su capacidad crítica sobrepasaba todo lo visto hasta entonces; su sentido del humor se convirtió en un estilete que tocaba de muerte el orgullo de los poderosos. Y su inteligencia lúcida y brillante era un hacha que decapitaba sin esfuerzo las mil cabezas de la Estupidez. En España, hoy, Voltaire no daría abasto! Tanta estupidez hay!

Este hombre de mirada intensa, que en realidad se llamaba François-Marie Arouet, fue el padre de la Ilustración, y su vida larguísima y prodigiosa vino a representar el Siglo de las Luces. Nació y murió en París, pero viajó por toda Europa y abrió una nueva perspectiva del mundo gracias a su extraordinaria capacidad de análisis crítico. Dio pie a la creación de un nuevo enfoque intelectual. Ustedes saben lo difícil que es eso? Porque no estamos hablando de un simple erudito, de un intelectual, de un ilustrado más! Cuando afirmo que construyó una nueva forma de contemplar el mundo, estoy hablando de que modificó, para el resto de la Historia, la estructura interna de las sinapsis cerebrales! Aunque la mejor manera de que me comprendan es instarles a que lo lean. Les recomiendo, para abrir boca, su Diccionario Filosófico y, cómo no, su maravilloso Cándido, libro que me descubrió al genio francés a mis 16 años.

Arrojar mucho Voltaire a la caldera de nuestros hijos no significa ponerlos de cara a la pared a leerse, una tras otra, las obras del francés universal, sino educarlos en el espíritu volteriano, que no es otro que el del escepticismo militante, la duda sistemática, la crítica total; ejercicios espirituales -todos ellos- que ineludiblemente los llevarán a adquirir la capacidad de arrancarles la careta a los imbéciles. Porque Voltaire encarna la lucha constante contra el dogmatismo, contra el fanatismo, contra todas las formas de coerción social, política y religiosa. El espíritu volteriano no es otra cosa que la voluntad de imbuir en nuestros hijos una estructura crítica; incluso viendo la televisión (especialmente, viendo la televisión!); para que nunca, nadie, pueda venirles con objetos brillantes, con cuentas de cristal y con espejitos para embaucarlos. Eso es Voltaire! La capacidad de ejercer una actitud crítica con la que defendernos de los charlatanes, de los vendedores de salvación, de los buenistas estomagantes, de los dogmáticos y, por descontado, de los fanáticos de cualquier signo.

Voltaire en el desayuno, antes de ir al colegio. Voltaire a media mañana, en el recreo. Voltaire a la hora de comer. Voltaire para merendar, y Voltaire para cenar. Voltaire a todas horas! Porque es la única manera de impedir a los malos que en el futuro, cuando ya no estemos nosotros, seduzcan a nuestros hijos! Porque el parisino de la peluca condensa en sí mismo todo lo que de brillante y emocionante hay en Occidente: desde Aristóteles hasta Ortega y Gasset; desde Aristófanes hasta Ionesco; desde Fidias hasta la Bauhaus; desde Catulo hasta Bukowsky. Porque nuestro deber es combatir a los fanáticos después de haber muerto nosotros mismos, y Voltaire representa la educación crítica, la educación escéptica: la única educación posible que tenemos que dar a nuestros hijos si los queremos libres; libres, incluso en el caso de que ganaran los malos.

Y, por descontado, bombas! Hay que bombardear las bases yihadistas; destruir incontestablemente los centros desde los que el fundamentalismo islámico está organizando esta locura supremacista que supone el ISIS. Que son miles de muertos los que se contarán entre las filas yihadistas? Pues miles! Que son cientos de miles? Pues cientos de miles de fanáticos que subirán al paraíso en el que les esperan sus vírgenes! Mientras menos enfermos dispuestos a decapitarnos, acuchillarnos o ametrallarnos en las terrazas de nuestros bares haya en el planeta, mejor! No hay nada que hablar ya! Sólo cabe ir a por ellos: en sus guaridas; en sus patios; en sus casas. Y borrarlos de la faz de la tierra.

Pero a nuestros hijos, Voltaire! Más Voltaire! …Porque es la guerra!






1 comentario:

  1. Eduardo me gustas más cuando escribes, hoy insuperable. Te reenvío a todos mis compañeros de C...,lo siento tengo que compartir tu genialidad ya que ellos no quisieron.

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