martes, 17 de noviembre de 2015

De la cerrazón al fanatismo


Artículo de Luis Marín Sicilia


“Es llegado el momento de que todos tengamos claro quiénes somos y dónde estamos”

“Cuando se manipulan las mentes suele pasarse de la racionalidad al sentimiento, de éste al dogmatismo y del dogmatismo al fanatismo”

Los atentados de París, además de enseñarnos muchas cosas, nos deben  animar a recuperar el orgullo de ser libres, impulsándonos a combatir,  sin miedo ni ambigüedades, a quienes, disfrazados de principios morales, pretenden devolvernos a la oscuridad y el latrocinio de las tiranías medievales, mediante la siembra del terror por fanatismos políticos y religiosos.
 
Lo que hoy está en juego es la civilización occidental surgida en todo su esplendor en el siglo XVIII con la Ilustración, movimiento que liberó al hombre de la jaula en que lo introdujeron dogmatismos de distinto signo. Partiendo de la base de que cada hombre tiene implícito en su alma los conceptos del bien y del mal, los ilustrados avanzaron más estableciendo principios generales que, universalizando la concepción ética, liberaran al hombre del relativismo cultural.

La Ilustración condenó el fanatismo y el oscurantismo religioso de la Edad Media y señaló el racionalismo y la igualdad entre las personas como la clave del verdadero progreso. Surgieron así, con enorme fuerza, los valores que aún hoy nos definen como son la igualdad, la tolerancia, la fraternidad y la libertad en sus múltiples manifestaciones: de expresión, de pensamiento, de elección, de religión, de prensa... Estos son los principios que hoy definen a las sociedades occidentales, cuyos basamentos fundamentales están en la cultura grecorromana y en el cristianismo como religión de solidaridad con el prójimo y de paz universal.

Ante este edificio de respeto y tolerancia se confrontan los totalitarismos de todo signo, muy en especial aquellos que se manifiestan con una pasión exagerada, desmedida y tenaz en defensa de una idea, teoría, cultura o estilo de vida. Son estos los fanáticos a los que el Larousse define como “preocupados y entusiasmados solo por una cosa”. El fanatismo de tales personas conduce a  la intolerancia, mediante un adoctrinamiento profuso y un desbordante proselitismo, sea político o religioso.

El desafío que para Occidente supone el terrorismo islamista es de tal envergadura que está en juego nuestro propio estilo de vida y nuestro sistema de convivencia social, política y religiosa. No entender que el “yihadismo” ha declarado la guerra a Occidente es correr de cabeza al despeñadero. Aquí no caben alianzas de civilizaciones ni consejos de paz con quienes desean romper nuestro sistema de convivencia. Quien declara la guerra debe tener la respuesta adecuada porque la verdad, como dice Ignacio Camacho, es que vienen a por nosotros. El pacifismo ilimitado está muy bien en el “atrezzo” buenista que a tantos gusta, pero siempre se dijo, y hoy es mas cierto que nunca, que para tener paz hay que preparar la guerra.

Es llegado el momento de que todos tengamos claro quiénes somos y dónde estamos; que gozamos de progreso y libertad porque aceptamos ciertos límites en el ejercicio de nuestra propia libertad, en nombre de la cual no todo vale. Si en nuestro mundo aceptamos esos límites no podemos permitir que otros los violenten. Repeler la agresión no es venganza, es simplemente restablecer el orden de libertades alterado, es decir restaurar la ley que regula nuestra convivencia frente a quienes, con su cerrazón y dogmatismo, nos agreden.

CODA.- Al economista estadounidense, de origen catalán, Xavier Sala i Martín, le ha traicionado el subconsciente al preguntarse, con los cuerpos aún calientes del atentado de París, sobre lo que tardarían algunos en poner dicho atentado en relación con el secesionismo catalán. Con su torpeza ha sido el primero en hacerlo. Es lo que ocurre con personajes de esta índole, cuyo paso por la directiva del FC Barcelona explica el por qué este equipo es cada vez más un partido político que un club de fútbol.


En todo caso, y por mucho que le pese al Sr. Sala, ambos hechos tienen algo en  común. Por una parte, el fanatismo y la intolerancia de sus protagonistas. Por otra, la falta de respeto al orden legal establecido en cada caso. Por otra, la sustitución de la racionalidad por el sentimiento, falsificando la historia. Y por último, la apelación a valores pretendidamente superiores, allí religiosos y aquí políticos.

Cuando se manipulan las mentes suele pasarse de la racionalidad al sentimiento, de éste al dogmatismo y del dogmatismo al fanatismo. Es el riesgo que tienen estas cosas: jugando con los sentimientos suele pasarse con frecuencia de la cerrazón al fanatismo.



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