Artículo de Luis Marín Sicilia
“Es llegado el momento de que todos tengamos claro quiénes somos y
dónde estamos”
“Cuando se manipulan las mentes suele pasarse de la racionalidad al
sentimiento, de éste al dogmatismo y del dogmatismo al fanatismo”
Los atentados de París, además de enseñarnos muchas cosas,
nos deben animar a recuperar el orgullo
de ser libres, impulsándonos a combatir,
sin miedo ni ambigüedades, a quienes, disfrazados de principios morales,
pretenden devolvernos a la oscuridad y el latrocinio de las tiranías
medievales, mediante la siembra del terror por fanatismos políticos y
religiosos.
Lo que hoy está en juego es la civilización occidental
surgida en todo su esplendor en el siglo XVIII con la Ilustración, movimiento
que liberó al hombre de la jaula en que lo introdujeron dogmatismos de distinto
signo. Partiendo de la base de que cada hombre tiene implícito en su alma los
conceptos del bien y del mal, los ilustrados avanzaron más estableciendo
principios generales que, universalizando la concepción ética, liberaran al
hombre del relativismo cultural.
La Ilustración condenó el fanatismo y el oscurantismo
religioso de la Edad Media y señaló el racionalismo y la igualdad entre las
personas como la clave del verdadero progreso. Surgieron así, con enorme
fuerza, los valores que aún hoy nos definen como son la igualdad, la
tolerancia, la fraternidad y la libertad en sus múltiples manifestaciones: de
expresión, de pensamiento, de elección, de religión, de prensa... Estos son los
principios que hoy definen a las sociedades occidentales, cuyos basamentos
fundamentales están en la cultura grecorromana y en el cristianismo como
religión de solidaridad con el prójimo y de paz universal.
Ante este edificio de respeto y tolerancia se confrontan los
totalitarismos de todo signo, muy en especial aquellos que se manifiestan con
una pasión exagerada, desmedida y tenaz en defensa de una idea, teoría, cultura
o estilo de vida. Son estos los fanáticos a los que el Larousse define como
“preocupados y entusiasmados solo por una cosa”. El fanatismo de tales personas
conduce a la intolerancia, mediante un
adoctrinamiento profuso y un desbordante proselitismo, sea político o
religioso.
El desafío que para Occidente supone el terrorismo islamista
es de tal envergadura que está en juego nuestro propio estilo de vida y nuestro
sistema de convivencia social, política y religiosa. No entender que el
“yihadismo” ha declarado la guerra a Occidente es correr de cabeza al
despeñadero. Aquí no caben alianzas de civilizaciones ni consejos de paz con
quienes desean romper nuestro sistema de convivencia. Quien declara la guerra
debe tener la respuesta adecuada porque la verdad, como dice Ignacio Camacho,
es que vienen a por nosotros. El pacifismo ilimitado está muy bien en el “atrezzo”
buenista que a tantos gusta, pero siempre se dijo, y hoy es mas cierto que
nunca, que para tener paz hay que preparar la guerra.
Es llegado el momento de que todos tengamos claro quiénes
somos y dónde estamos; que gozamos de progreso y libertad porque aceptamos
ciertos límites en el ejercicio de nuestra propia libertad, en nombre de la
cual no todo vale. Si en nuestro mundo aceptamos esos límites no podemos
permitir que otros los violenten. Repeler la agresión no es venganza, es
simplemente restablecer el orden de libertades alterado, es decir restaurar la
ley que regula nuestra convivencia frente a quienes, con su cerrazón y
dogmatismo, nos agreden.
CODA.- Al
economista estadounidense, de origen catalán, Xavier Sala i Martín, le ha
traicionado el subconsciente al preguntarse, con los cuerpos aún calientes del
atentado de París, sobre lo que tardarían algunos en poner dicho atentado en
relación con el secesionismo catalán. Con su torpeza ha sido el primero en
hacerlo. Es lo que ocurre con personajes de esta índole, cuyo paso por la
directiva del FC Barcelona explica el por qué este equipo es cada vez más un
partido político que un club de fútbol.
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