Artículo de Mazelmind
Los niños de ciclo superior de primaria en Cataluña suelen
hacer una visita al Parlamento. Hoy quiero ser la voz de uno que ha visitado
por primera vez el edificio desde donde se gobierna para más de 7 millones de
personas.
Yo cuando era pequeña también visité con mis maestros los
edificios oficiales del centro de la ciudad de México y de otras. Agradezco los
paseos por las escaleras de piedra del Palacio Nacional y las impresionantes
vistas de los murales de Diego Rivera que fue capaz de contar mucha de la
historia de México con sus trazos. Para
siempre quedarán así grabadas las caras del cura Hidalgo, de Madero y las
chalupas que transportaban a los aztecas por la ciudad llena de canales.
Recuerdo con ojos de niña las suntuosas salas de sillones redondos y mullidos,
las puertas enormes, el patio cuadrado y
los despachos a los que intentaba
asomar la nariz. No me llevaron a
conocer el Congreso, pero creo que me habría gustado.
Es importante que cada niño pueda sentirse parte de aquello
que se supone que lo representa. En condiciones normales es deseable que las
criaturas en cualquier parte del mundo puedan acercarse a esos gigantes que
parecen inalcanzables e incluso entiendan su funcionamiento. Los gobernantes no
salen de la nada y es obligación de los educadores sembrar y potenciar a los
ciudadanos que un día tirarán del carro.
Las escuelas en Cataluña organizan visitas al Parlamento y, repito, en condiciones normales, es recomendable que
ellos conozcan el sitio, vean las salas, los escaños, los monumentos y se les
explique el trabajo cotidiano que allí se lleva a cabo. Se debe inculcar a la
juventud la cultura democrática y hacer llegar a las generaciones que habrán de continuar con ella el verdadero
valor de la división de poderes, el peso de un voto, la trascendencia de las
opiniones en los órganos que están para representar a todo el mundo.
Quizás la función del Parlamento explicada un niño de 10
años podría parecerse a esto: “Todos no podemos sentarnos en el Parlamento
simplemente porque no cabemos y porque sería muy difícil ponernos de acuerdo. Entonces
elegimos gente que vaya y hable en nuestro nombre. Por cada tantas personas hay
un número de representantes que están ahí para defender los derechos y
opiniones de los que los eligen. Para eso votamos".
Visita
guiada por el Parlamento
El Parlamento catalán se ubica en el edificio que fue el
arsenal de la fortaleza que mandó construir el rey Felipe V para controlar
Barcelona. Hoy es un suntuoso edificio en el gran parque de la Ciudadela.
Es obra del ingeniero militar Próspero de Verboom.
Su construcción duró desde 1716 hasta
1748 y
fue restaurado por Pere Falqués en 1888 con vistas a la exposición Universal.
Tras la Proclamación de la Segunda República española en 1932 el ayuntamiento
cedió el edificio para que albergase el Parlamento y en 1939, con la entrada de
Franco a Barcelona se convirtió en palacio y posteriormente en cuartel y Museo
de Arte Moderno.
Al final de la dictadura el edificio recuperó su función y
en 1980 albergó el primer Parlamento de la democracia, presidido por Jordi
Pujol quien entonces obtuvo 27, 83% de los votos.
Este artículo comienza hablando de las visitas escolares así
que intentaré guiaros por el edificio desde la perspectiva de un alumno de
ciclo superior de primaria. Este es su testimonio. Si el lector prefiere una
visita para adultos la encontrará en el siguiente enlace: visita.
En la entrada del Parlamento una guía “vestida de azafata”
recibe al grupo al que va a acompañar. Los niños pasan de uno en uno por el
detector de metales y suben una escalera ancha que lleva hasta una sala muy
grande con una alfombra roja y acolchada que conduce a la sala de plenos donde
se reúnen “los políticos”.
¿Qué hay en la sala?
Enfrente de todo hay unos asientos. Uno grande para la
Presidenta del Parlamento y otros más que también miran hacia el frente. Hay
dos de ellos para los vicepresidentes, 2 para las azafatas, para los consejeros
y 2 para quienes se encargan de contar los votos. Hay un sitio en donde están
los botones que sirven para votar.
En las butacas se sientan los políticos. Delante de todo, el
presidente. Los partidos se reparten por el “medio círculo”. Les explican dónde
solía sentarse cada grupo parlamentario en la anterior legislatura y cómo se
usan los botones. La charla luego gira hacia las elecciones y el número de
escaños de cada partido o “no partido”, porque “eso de Junts pel sí no es un partido sino mucho que se juntan
para hacer trampas”.
El grupo sale del hemiciclo de la sala de Plenos y pasa por
la Rotonda, una sala que está al centro de todo. Llegan a una estancia que se llama Salón Rosa y les
cuentan que fue la sala de baile del palacio. Se llama sí porque tiene unas
columnas de mármol rosa. También hay una alfombra estampada, que no resulta muy
del agrado de este visitante. Los niños se sientan en el suelo para seguir con
las explicaciones.
Luego la charla de pronto retrocede 300 años. La guía
recuerda a la clase que el 11 de septiembre se celebra la Diada Nacional de
Cataluña. Les explica que el rey Carlos I (Carlos V) no tenía descendencia y
había que nombrar a un rey, que vino Felipe V y que entonces hubo una guerra y
el día 11 de septiembre de 1714 España
conquistó Cataluña que para entonces era un país y que desde ese momento es
parte de España.
Las visitas de los niños al Parlamento siempre van
precedidas de una ficha o información introductoria del tipo: “En el Parlamento
se elaboran o se aprueban las leyes” o “Cataluña es una Comunidad Autónoma del
Estado español”. En este caso concreto la profesora no pudo reprimir el deseo
de expresar a sus alumnos su opinión con un tímido: “¡de momento!”.
El alumno iba con el oído bien dispuesto porque algunas familias
saben que esto que hoy os cuento no es un incidente aislado. Otro alumno que
hizo la misma visita con anterioridad contó que en el hemiciclo la guía les
explicó que los ciudadanos catalanes pagamos muchos impuestos y que el Estado
usa nuestro dinero para otras regiones y que por eso no tenemos suficiente.
Vamos, básicamente el “España nos roba”.
Sin duda ninguna el paseo y la toma de contacto con las
altas instituciones democráticas se ha convertido en una pieza más de la
maquinaria adoctrinadora de la escuela catalana que inmersiona no sólo en la
lengua sino también en la mentira. Se dictan las verdades que han de darse por
buenas. Se da formación a guías ad hoc que se limitan a transmitir, seguramente
con toda su buena intención de educar “en el buen camino” la información que os
he repetido y que no pienso ni tomarme la molestia de rebatir porque hasta mis
hijos saben que son mentiras y tergiversaciones.
Este palacio sí tiene una historia pero esa no se explica y
mirad que es fácil...
Los niños catalanes no tienen derecho a conocer lo que es
supuestamente suyo, simplemente porque
no lo es. No me cansaré de repetir que el nacionalismo tiene secuestrado el
espacio simbólico de manera que no quede ni un hueco sin cubrir.
Por supuesto hay niños que no “pasan por el aro” y familias
que ya se encargan de que sus hijos no crean todo lo que les cuentan, pero
tener que llegar hasta este punto es francamente triste. Dejar cada mañana a un
hijo en el colegio o consentir que asista a un paseo obliga a estar siempre
vigilante, a desconfiar de las personas bajo cuyo cuidado están muchas horas
del día, hacer preguntas y asegurarse de corregir errores y tergiversaciones
que a veces salen revisando “de pe a pa” los libros de ciencias sociales.
Enfrentarse con el sistema que considera que los niños catalanes son su
patrimonio equivale a exponerse a situaciones de acoso como la que vivió una
familia en Mataró por exigir que se cumpliese la ley. Basta que se sepa que uno
no es partidario de ceder sus hijos a la causa para ser candidato a vivir
situaciones tensas en el ámbito escolar como me consta que sucede.
Está claro que desde la confianza y la admiración se aprende mejor y se aprovechan más las
oportunidades pero aquí tanta inocencia resultaría nociva para la salud. Y como muestra el “botón” de la visita al
Parlamento.
Desde
estas líneas pido hoy de la manera más atenta a la oposición que trabaje duro
para recuperar lo que lleva tantos años siendo patrimonio de una casta política
que no considera a nuestros hijos los catalanes del futuro sino los súbditos
que habrán de mantenerlos a ellos y a sus sucesores en las silla.
Algunos no queremos ni pensamos consentir que se sigan prostituyendo las instituciones democráticas y mucho menos que se incluya a nuestros hijos en dichos planes. Nos negamos a ofrecer nuestra descendencia como peones de un sistema que nos excluye aunque se empeñe en pervertir el lenguaje para hacernos creer lo contrario.
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