Artículo de Sergio Calle Llorens
No es la verdad lo que viaja por el mundo sino la opinión.
Por eso hoy el gran público desconoce que los principios teóricos de la
economía de mercado no fueron diseñados, como se creía, por calvinistas
protestantes, sino por los jesuitas
miembros de la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro. Si
nuestros nacionales no saben casi nada del asunto, no les podemos pedir que
sepan nada de lo que acontece en otros rincones del mundo. Siria es un buen ejemplo de lo que aquí les
dejo escrito.
Todos creemos en valores como la libertad, los derechos humanos y la justicia. Lo que no puede ser es que nos traguemos, y sin pestañear si quiera, que la ONU es la panacea para solucionar los grandes males que azotan a la humanidad. Después de todo, es una organización en cuyo Consejo de Seguridad se sientan cinco países con derecho a veto que, curiosamente, son los mayores productores de armas del mundo. Duele escuchar a los diferentes tertulianos papanatas defendiendo las acciones de ese organismo cuyos soldados azules han llegado a violar a miles de niños en África. No hay lugar en el planeta que la ONU que no haya manchado y Siria no es una excepción.
A nadie con dos dedos de frente se le ocurre nombrar a Kofi Annan negociador de Naciones Unidas en la crisis que sufren los sirios. Recordemos que este señor fue el Jefe de Operaciones de Paz de la ONU cuando ocurrieron las matanzas de Ruanda. También era el Secretario General de la Organización que entregó la ciudad de Srebrenica a los carniceros serbios que masacraron a 8372 bosnios musulmanes. Incluso tuvo que dimitir de su cargo por el mayor caso de corrupción de la ONU en el escándalo del programa paz por petróleo en Iraq. Un asunto en el que se demostró que su hermano, su cuñado, el mismo y su hijo se lucraron con el asunto. Estados Unidos tuvo que forzar su salida de la Secretaría General y, para compensarle, se le concedió un nauseabundo Premio Nobel de la paz.
Con estos antecedentes Kofi Annan no tuvo mejor idea que elegir a Ban Kin- Moon para apaciguar los ánimos en Siria, parar las masacres y abrir finalmente un pasillo humanitario para las víctimas. Al término de la reunión con Assad, el representante de la ONU se declaró muy optimista y el mundo contuvo la respiración. Lo que ocurrió después ya lo estamos viendo en Europa en forma de avalanchas de refugiados.
Kofi Annan puede servir para hacer el ridículo en una negociación con los terroristas de ETA pero nunca, jamás, para arreglar un conflicto con tantas aristas como el sirio. Para solucionar un problema hay que hacer un buen diagnóstico y luego no mandar a un pirómano para apagar un fuego. Bien pensado podría ser que eso es la intención que tenían en mente los señores de la ONU. En verdad, yo no le encuentro otra explicación.
Todos creemos en valores como la libertad, los derechos humanos y la justicia. Lo que no puede ser es que nos traguemos, y sin pestañear si quiera, que la ONU es la panacea para solucionar los grandes males que azotan a la humanidad. Después de todo, es una organización en cuyo Consejo de Seguridad se sientan cinco países con derecho a veto que, curiosamente, son los mayores productores de armas del mundo. Duele escuchar a los diferentes tertulianos papanatas defendiendo las acciones de ese organismo cuyos soldados azules han llegado a violar a miles de niños en África. No hay lugar en el planeta que la ONU que no haya manchado y Siria no es una excepción.
A nadie con dos dedos de frente se le ocurre nombrar a Kofi Annan negociador de Naciones Unidas en la crisis que sufren los sirios. Recordemos que este señor fue el Jefe de Operaciones de Paz de la ONU cuando ocurrieron las matanzas de Ruanda. También era el Secretario General de la Organización que entregó la ciudad de Srebrenica a los carniceros serbios que masacraron a 8372 bosnios musulmanes. Incluso tuvo que dimitir de su cargo por el mayor caso de corrupción de la ONU en el escándalo del programa paz por petróleo en Iraq. Un asunto en el que se demostró que su hermano, su cuñado, el mismo y su hijo se lucraron con el asunto. Estados Unidos tuvo que forzar su salida de la Secretaría General y, para compensarle, se le concedió un nauseabundo Premio Nobel de la paz.
Con estos antecedentes Kofi Annan no tuvo mejor idea que elegir a Ban Kin- Moon para apaciguar los ánimos en Siria, parar las masacres y abrir finalmente un pasillo humanitario para las víctimas. Al término de la reunión con Assad, el representante de la ONU se declaró muy optimista y el mundo contuvo la respiración. Lo que ocurrió después ya lo estamos viendo en Europa en forma de avalanchas de refugiados.
Kofi Annan puede servir para hacer el ridículo en una negociación con los terroristas de ETA pero nunca, jamás, para arreglar un conflicto con tantas aristas como el sirio. Para solucionar un problema hay que hacer un buen diagnóstico y luego no mandar a un pirómano para apagar un fuego. Bien pensado podría ser que eso es la intención que tenían en mente los señores de la ONU. En verdad, yo no le encuentro otra explicación.
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