De Alaya a Bolaños

Artículo de Eduardo Maestre

A finales de enero de 2013, hace más de dos años y medio, se me ocurrió hacer una petición de éstas de internet en la plataforma Change.org, que en aquellos días solían utilizar casi exclusivamente los ecologistas, la gente de izquierda, los propalestinos y los de Amnistía Internacional; aunque hoy, afortunadamente, también la utilizan padres con hijos enfermos, la Plataforma de la Juez Alaya (Alaya es Grande!), además de los funcionarios de la Junta y mucha más gente.

Aquella petición no fue otra que solicitar a los andaluces que firmaran un escrito pidiendo al TSJA que abriera Causa General contra Chaves, Griñán, los ERE y demás actos de latrocinio continuado. Pero, además, la petición adjuntaba el correo electrónico del señor Fiscal Jefe de Andalucía, a fin de que cada ciudadano le expresara personalmente su indignación por la actitud inmovilista de los Fiscales y de la Justicia en Andalucía. Allí fue Troya! Porque se le llenó el correo electrónico de mails de ciudadanos cabreadísimos!

Como consecuencia, la Policía Judicial me buscó para encontrar mi teléfono; como son tan listos, encontraron el de mi hermana y la llamaron, aún no sé si para molestarla o para asustarla. El caso es que la asustaron a ella, que no tiene nada que ver con la Política, pero me molestaron a mí. A qué venía llamar al domicilio de una particular que nada tenía que ver con mis movidas contra la corrupción? Fui yo, al final, y viendo que eran tan torpes que no acertaban a dar conmigo, quien llamó al TSJA, logrando hablar con la secretaria personal del señor Fiscal, la cual, muy adusta, me preguntó si yo era el que había iniciado la petición en Change.org. Al confirmarle tal extremo, me echó una bronca con esos modos suaves que sólo una verdadera secretaria sabe usar; una bronca sutil cuyo motivo era que con mi petición en Change.org había logrado colapsar, en cuatro días, el correo del señor Fiscal Jefe con más de 500 mails personales! Pocos, me parecieron!

Le repliqué asegurándole que dicho correo era público y que los ciudadanos tenían derecho a acceder al mismo libremente. Cuando escuchó esto y se percató de que el sistema caciquil que tan bien funciona en nuestra tierra no tenía poder sobre mi corazón, se avino a razones y acabó sugiriéndome que si yo realmente quería hablar en persona con el Fiscal, podría concertarme una entrevista. Para su sorpresa, le dije que sí; de modo que no le quedó otra que darme cita!

Un mes escaso después de este incidente telefónico, marchábamos Luis Escribano y yo por la nevada carretera de Granada a la cita con el señor Fiscal Jefe. Luis se había preparado cuatro denuncias muy elaboradas y concretas sobre cuatro zonas administrativas de la Junta que a todas luces estaban saltándose la Ley a la torera y desviando dinero público desde hacía años. De estas cuatro denuncias, casi todas han saltado a los periódicos, años después, como escándalos. Y en ningún caso ha habido, hasta ahora, consecuencias penales para los implicados. Como en Palermo.

Pues bien, tras llegar a Granada y caminar por su hermosa Gran Vía en aquella mañana gélida, entramos en el majestuoso edificio en el que se asienta el principal Tribunal de Andalucía. Esperamos un buen rato en los pasillos señoriales del TSJA hasta que nos abrió la puerta la secretaria que me abroncó unas semanas antes. “El señor Fiscal les espera en su despacho”, dijo. Y entramos en un salón espacioso, luminoso y amplio en donde nos recibió un hombre obeso al que creí algo más joven que yo. Era el señor Fiscal Jefe.

Muy amable, nos ofreció toda su atención durante más de dos horas. Le explicamos el motivo de nuestra visita, y cuando vio el extraordinario dossier que Luis Escribano le dio en mano, hojeándolo muy seriamente nos dijo “Pero esto supondría abrir Causa General! Y no se puede abrir Causa General!” Por lo visto, según el señor Fiscal, había que partir en diferentes denuncias aquel tocho que llevábamos. Y eso es lo que al final se hizo: presentarlo dividido en cuatro denuncias.

Jamás olvidaré a aquel hombre de hermosa barba, parapetado tras su enorme mesa de despacho y moviendo dramáticamente su clásica cabeza griega mientras nos aseguraba que no teníamos ni idea del alcance de la corrupción en Andalucía. Igual que tampoco olvidaré a Luis, con ambas manos apoyadas en la enorme mesa del despacho y sentado frente al Fiscal asegurándole que sí, que éramos conscientes de las profundidades de lo que ocurría. Pero el otro, meneando su cabeza de Temístocles con una mezcla de negación y de conmiseración, insistía: “no pueden ustedes imaginar lo que hay. Para que se hagan una idea, el Derecho Internacional utiliza 10 ítems para catalogar a una organización como mafiosa. Si de estos 10 ítems se cumplen 6, ya podemos hablar de Crimen Organizado, de Mafia. Pues bien: la Junta de Andalucía cumple 9. No seis: nueve!” O sea: Mafia y media!

Tras la larga entrevista, en la que me percaté del profundo conocimiento que mi amigo Luis tenía acerca del Derecho, de la Administración y sus recovecos, nos despedimos del Fiscal, quien, tras asegurarme que era un amante de la música contemporánea, nos presentó al Jefe de la Policía Judicial, al que le dijo, a modo de introito y yo creo que con un fino recochineo, “Mira, José María: estos señores son unos ciudadanos muy preocupados por la corrupción”. “Usted es el que me ha localizado, no? El que asustó a mi hermana!”, le dije al poli, que iba de paisano. “Pues no lo sé”, me respondió; “somos unos pocos, y…”

Al salir de allí, una bocanada del aire helado de Granada me abofeteó la cara con la crueldad de las glaciaciones. Al pisar la calle, llevábamos una sensación extraña, mezcla de fracaso y de éxito. No sabíamos a qué atenernos: el Fiscal Jefe nos había dedicado casi toda la mañana; había sido muy amable y comunicativo, pero también nos había transmitido la casi certeza de que allí no había nada que hacer.

Y si no era allí, le preguntaba yo a Luis mientras caminábamos buscando una pizzería donde comer algo barato antes de regresar a Sevilla, dónde se puede hacer algo para que le metan mano a la red de corrupción andaluza? Dónde, si no era en ese Alto Tribunal? Para qué está, entonces? Qué mejor objetivo que la aniquilación de la corrupción en las instituciones puede tener un Tribunal que se supone que es Superior, que es de Justicia, y que es de Andalucía?

La semana pasada saltó la noticia: por unanimidad, el TSJA propuso al Consejo General del Poder Judicial apartar definitivamente a la Juez Mercedes Alaya (Alaya es Grande!) del caso de los ERE y de sus múltiples derivaciones. Y el CGPJ ha aceptado esta defenestración infame. Griñán y Chaves jamás tendrán, pues, que vérselas frente a ella. Los cientos de chorizos y malversadores subidos al carro del que ahora tira Susana Díaz como un buey pagado de sí mismo ya no tendrán que comparecer ante la Juez que representa la Luz de la Justicia. La han quitado de en medio. The End. Finito. Kaput. Koniec. Y ha sido el TSJA, nada menos, quien lo ha querido! La alta institución a la que acudimos Luis Escribano y yo hace casi tres años, cargados con 28 folios llenos de denuncias, todas ellas con pelos y señales y acompañadas de una enorme galería de jurisprudencia ad hoc, ha sido el hacha infame que ha decapitado a la última esperanza de Justicia para los andaluces!

Ninguna de aquellas denuncias tuvo la suerte de ser blandida por Fiscal andaluz alguno. Por más detalladas y justificadas que estaban, gracias al ímprobo trabajo de Luis, el Tribunal Inferior de Injusticia de Kenia no consideró que desviar durante años miles de millones de euros de los fondos públicos a través de contratados laborales sin potestad para ello, con el único objetivo de beneficiar económica y políticamente al Partido Socialista Obrero Español de Andalucía, fuera un delito. Ahora, el TSJA, esa institución que nos cuesta tan cara a todos; esa institución que vaga por su Universo de Cuñados devolviendo favores a los mismos; esa intitución sin objetivos que se asienta en un maravilloso palacio antiguo en pleno centro de Granada, ha acabado definitivamente con Alaya. Chimpún! Se acabó!

Desconocemos si por el efecto de la luna de sangre, que marcó la última madrugada electoral en Cataluña, los miembros de tan alto Tribunal andaluz han olvidado la cantidad de informes que emitieron durante años (ver Las claves del Caso Alaya, de Luis Escribano) aconsejando aumentar la dotación de personal en el Juzgado de Instrucción nº 6 de Sevilla, el de Mercedes Alaya (Alaya es Grande!). Ahora, ese mismo tribunal, tras el eclipse de sangre, ha decidido que no es necesario; que donde dijeron digo, dicen Diego. Y, aprovechando que la Bolaños pasa por Valladolid, dejan a la nueva Magistrada con un solo Magistrado de refuerzo, Álvaro Martín, cuando antes se propusieron tres más de refuerzo!

Dejan a la conocida Juez de Familia Bolaños perdida; a sabiendas. La quieren así, incapacitada, ciega, desbordada desde el inicio; inservible para abordar la macrocausa que llevaba adelante, ella solita, Alaya (Alaya es Grande!), y que sólo esta mujer gigantesca –apartada ya para siempre- conoce. Y de la misma manera que Alaya (Alaya es Grande!) lleva alrededor cuando camina, cuando se sienta, cuando interroga, un aura de limpieza e independencia que la hace competir en luz iridiscente con la misma Venus de Boticelli, la otra, la Bolaños, lleva sobre su cabeza la ignominiosa espada de Damocles de la deuda adquirida con los socialistas a través de los favores y las irregularidades por las que su marido, el forense corrupto, milagrosa, extraordinaria, incomprensiblemente progresó de concursante-opositor sin resultados a jefazo de la Cosa.

Hemos transitado, en unos pocos meses de calor, desde la gran esperanza de la Libertad, corporeizada en Mercedes Alaya (Alaya es Grande!) al establecimiento de una amiguita agradecida en donde antes se sentaba la Encarnación de la Justicia en la Tierra. Hemos viajado de Alaya a Bolaños como lo hicieron Don Quijote y Sancho a lomos de Clavileño: surcando miles de kilómetros bajo cielos de fuego en una sola noche. De Alaya a Bolaños, que es como decir de Afrodita a Laly Soldevilla; que es como ir de Júpiter Tonante a Rodríguez Zapatero; como del cegador Apolo al ciego Juan Marín.

Un camino de lobos, flanqueado por zorras y sembrado de cadáveres descompuestos; en eso se ha convertido el Juzgado de Instrucción nº 6 de Sevilla: en la Puerta de la Muerte. Ahora comprendo, amigo lector, que aquella bofetada de aire helado que recibí en la cara, al salir del TSJA hacia las hermosas calles de Granada, no fue otra cosa que una premonición. Y que lo que ocurre en Andalucía, prosperando como sólo prospera una glaciación, va a prolongarse sin trabas. Porque lo que ocurre en nuestra tierra es tan sencillo como que se han congelado los recursos instituidos para garantizar la libertad civil; lo que sucede en Andalucía es que padecemos una glaciación que dejó hace años congelados los conceptos de Derecho, de Ley, de Libertad y, por supuesto, el más congelado de todos: el de Justicia.

Qué frío hace, andaluces! Dios mío, qué frío!