Artículo de Rafa González
Mitos,
leyendas y realidades
No
fui a Irán para escribir mal como hacen casi todos los medios de comunicación
ni para escribir bien como hacen los blogueros románticos que le hacen la cama
al régimen. Solo quise ver la realidad con mis propios ojos y compararla a
aquella a la que estoy acostumbrado en Europa. Me dijeron que la antigua Persia
era un país educado y culto pero, sin embargo, se me hace difícil firmar tal
aserto cuando, al salir del metro de Teherán, nadie respeta algo tan mínimo
como dejar salir antes de entrar. Eso sí, los recepcionistas de hotel pueden
llegar a saber más de geografía europea que los propios recepcionistas
europeos. Se trata de un país de muchos contrastes.
La clave de esta diferencia está en que Cuba es socialista, mientras que Irán
respeta la propiedad privada. Es más, las sanciones en Irán han llegado
a aislar al país del sistema financiero internacional, lo que impide a los
turistas sacar dinero de los cajeros o los bancos. No es así el caso de Cuba,
donde cualquier extranjero puede hacer uso de su Visa, privada al cubano. Es
verdad que Irán no puede exportar ni importar de Occidente todo lo que le
gustaría -y eso sí causa estragos a los persas-, pero el país se las ha arreglado
muy bien para importar tecnología de otras naciones, como China o Rusia. La
empresa Industrial & Engineering Inspection Co. of Iran es la entidad que
se encarga de supervisar las importaciones que entran en Irán, y tiene sedes
repartidas por Japón, Alemania, China, Rusia, Emiratos Árabes y Turquía. Por
todo el territorio iraní es frecuente ver marcas cuyo nombre ha sido casi
copiado de multinacionales occidentales: Sinokia para tiendas de móviles,
Sitotis para ascensores y escaleras mecánicas, etc.
Escaleras mecánicas en un cruce de la ciudad de
Esfahan, foto de Rafa G. García de Cosío.
El
procedimiento es simple. Las empresas iraníes 'colocan' ofertas en Internet
para la compra de la tecnología a la que no pueden acceder por las sanciones
contra las alianzas estratégicas, y dichas ofertas a veces aparecen incluso en
chino. Es el caso de Sitotis Engineering Co., empresa con base en la ciudad de
Yazd.
Oferta de compra de elevadores en una web iraní.
Entro
en un gran supermercado de Isfahan y encuentro más sorpresas. Hay muchas marcas
de Occidente, incluso españolas. El aceite de uva La Española está presente en
los pasillos como si me encontrara en un Carrefour de Albacete, pero aún no he
llegado a lo más fuerte.
Aceite de marcas españolas expuesto en un supermercado, Foto de Rafa G. García
de Cosío.
Teniendo en cuenta que el régimen iraní prohibe terminantemente la venta de bebidas alcohólicas y la teocracia solo contempla el sexo como el regalo de Dios para la procreación, sorprende sobremanera encontrarse con cajetillas de preservativos en el supermercado. Sí, es verdad que podrían venderse para evitar las enfermedades, pero entonces el turista ingenuo se pregunta por qué se llega a poner en venta la variedad 'with delay cream' (con crema de efecto duradero). Hay que tener en cuenta que los condones, en la Irlanda europea, estuvieron prohibidos hasta 1978 y hasta 1993 solo se daban con prescripción médica.
Paquetes de condones en un supermercado de Isfahan, foto de Rafa
G. García de Cosío.
Las
noticias que nos llegan de este país asociado al 'eje del mal' hacen pensar a
muchos que se trata de un país fundamentalista y básicamente islamista. Lo es.
Es una teocracia y la Sharia es la Ley del Estado. Pero las huellas cristianas
se conservan a la perfección. Es más: se cuidan. Es el caso de la iglesia de
Belén en Isfahan, donde las autoridades ponen un precio de un euro a la entrada
para ayudar a la conservación del edificio.
Puerta de entrada a la iglesia de Belén, Bóveda de la iglesia y altar,
fotos de Rafa G. García de Cosío.
Lo
que es incuestionable es que Irán sigue siendo una dictadura donde impera una
censura descarada en los medios. No hace falta hablar persa para darse cuenta,
porque en cuanto uno pone la radio en Teherán, comprueba que toda música
occidental está prohibida, y que al sintonizar el 99.5, el extranjero se topa
con una cadena francófona con constantes ataques a Israel y comentarios
edulcorantes al régimen iraní. En ciertas entrevistas a diplomáticos
'internacionales' de dudoso rango pareciera que hubiera dos miembros del
mismísimo gobierno iraní charlando en un consejo de ministros. Esos ataques a
Israel y el autobombo son repetitivos, y a cualquier hora del día. Cojo dos
diarios iraníes en inglés de mi hotel, el Iran News y el Tehran Times,
el uno titula que empresas occidentales buscan negocios lucrativos con el
petróleo, el otro comenta que el parlamento iraní prohíbe la entrada de
inspectores nucleares y subtitula la foto con un 'Muerte a América!'. Todo esto
semanas antes del acuerdo nuclear de John Kerry. Todo muy tranquilizador, muy
objetivo, muy pacífico. Las jóvenes recepcionistas de hotel enternecen al
régimen cuando hablan de proxys para el acceso trucado a redes sociales como
Facebook o Twitter, que están censuradas. Hablan de sortear la censura como
quien se burla de un abuelete ayatolá que aún no comprende las bondades de la
tecnología en el siglo XXI.
Periódicos de un hotel de la capital Iraní, foto de Rafa G. García
de Cosío.
Ni que decir
tiene que este humilde periodista entró en el país como turista. De haberme
registrado como periodista, puede que hubieran tenido que acompañarme
constantemente, como ocurre con los turistas británicos. Al final llega uno a
la conclusión de que el Irán teocrático debe ser parecido a lo que fue la
España de Franco: una dictadura autoritaria rancia y tradicionalista, un
régimen aborrecido por la comunidad internacional pero con muchas matizaciones,
donde los palos los suele dar más la vida que el propio régimen y donde la
libertad se valora de manera muy especial por la población, a diferencia de
aquellos países libres donde sus ciudadanos tanto suelen empeñarse en
relativizarla.
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