Artículo de Carolina Rodríguez-Cariño
Debo decir que en lo personal, la Guerra de
Bosnia-Herzegovina me tocó, en su momento de lejos, y no sólo porque cuando
ocurrió vivía felizmente en la Venezuela democrática, sino en lo político,
sociocultural y religioso. Mi tierra, que había acogido como propios a cientos
de miles de españoles, portugueses e italianos, así como de otras latitudes más
cercanas, estábamos muy influenciados por la Europa occidental, en sus formas,
costumbres y lógicamente, por su historia.
Kosovo, ser Kosovo. Me lo repito una y otra vez,
y no puedo dar crédito a tal sin razón, propia de quienes están al borde del
desequilibrio mental. Kosovo. Un país creado después de una encarnizada guerra
civil que enfrentó a Croatas y Serbios, donde lucharon hermanos contra
hermanos, con millones de muertes, desaparecidos, heridos quienes viven con
balas en el cuerpo, porque intentar extraerlas constituye un alto riesgo
quirúrgico. Viven con más, con esos recuerdos terribles, pero a pesar de ello
han logrado seguir un camino complicado, difícil que sólo se puede caminar tras
una guerra como la que ellos han vivido. Sus campos están plagados de minas. Y,
a pesar de la Sentencia de la Corte
Internacional de Justicia, y del Tribunal de la Haya, el reconocimiento
internacional no ha sido otorgado por una cantidad importante de países, entre
ellos España, lo que ha llevado a que tengan al día de hoy la Misión de Administración Provisional de las
Naciones Unidas en Kosovo (MINUK) como administradores de parte de su
sistema político. Una independencia y una soberanía simbólicas, que naufraga
año tras año entre la miseria y la bomba social. Adicionalmente, y no menos
importante, Serbia le considera parte de su territorio, lo que hace la
situación aún muy inestable.
Por otro lado, es importante acotar, y quizás es lo más
relevante de todo, que la Sentencia referida previamente específica que es un
pronunciamiento único, y exclusivamente pautado
para las concretas condiciones y al contexto en que se produjo la declaración
de independencia de Kosovo, no sienta en modo alguno una doctrina general. El
pretendido uso de la misma por parte de intereses soberanistas es otra más de
sus mentiras.
Vivir en España, en esta Cataluña tan europea, tan
occidental, tan distante de lo que incluso hoy en día es Europa del Este, y que
los separatistas quieran compararse con Kosovo no es como para tomárselo a
broma, aunque nos lo parezca, y no sé si es así, que sea una ocurrencia de
personas que han perdido el juicio. Porque están trabajando desde hace muchos
años en ello. Y lo peor, tienen a una parte de la población convencida que al
estar con España en la Unión Europea (UE) no saldríamos de ella en una eventual
e hipotética independencia. Les mienten repetidamente y les creen. Pero dado el
caso, pasaríamos a la cola, tendríamos que empezar por cumplir los requisitos
exigidos por la UE, entre los que está que todos y cada uno de sus
miembros, sin excepción “deben” aceptar al nuevo “candidato”. Sí, todos, y no
sé si van a pensar que España, Italia, Alemania o Francia pasarían por ello,
creo que habría que aplicar aquello de “lógica pura y dura”, pero también eso
de ser “candidato”, lo que llevaría a un término, de al menos, unos 10 años, en
el mejor de los casos. Todo esto lo saben de sobra, se ha dicho por activa y
por pasiva. Pero se hacen oídos sordos. Escuchan lo que les conviene y cambian
las declaraciones “recitándoles” con una naturalidad pasmosa.
Mientras tanto ¿qué pasaría realmente con esa hipotética
República Catalana? Recesión, creo que sería una de las palabras que más se
manejarían, depresión, impuestos, deudas, otras no menos graves para una
población poco acostumbrada a ellas.
Paralelamente, en estos últimos años se ha descubierto en
Cataluña el mayor escándalo de corrupción en la historia de la España
democrática, el caso Pujol, que
quizás pelea el triste “ranking” con los cursos de formación y EREs de
Andalucía. Vaya por donde, las dos CCAA que más han recibido del Estado Español
hermanadas en “eso”. Casos que nos recuerdan a esa mafia que rondaba las calles
del Chicago de inicios del siglo XX, o a esa más cercana, la napolitana, que
aún llena noticiarios.
Vuelvo a Kosovo y a los países que formaron esa no tan
antigua Yugoeslavia, y recuerdo la primera vez que visité la “Europa del Este”,
ya viviendo en España por razones profesionales que no vienen al caso relatar.
Visité la occidentalizada y turística Dubrovnik, una ciudad-península de
pequeño tamaño, pero llena de hermosura e historia. Caminar sobre sus blancas
baldosas, llegar a la primera farmacia de Europa, recorrerla es todo un camino
lleno de aprendizajes. Confieso que me atrapó ver en su muralla empedrada en
cuyas cuatro puertas, a cada lado de ellas, existe un mapa con puntos verdes,
zonas reconstruidas, rojos las que aún no lo habían sido para esa fecha. Los
mapas estaban plagados de estos puntos. La preciosa joya del Adriático había
sido desbastada durante el Conflicto de los Balcanes. Tuve la suerte de tener
un amigo Croata, quien me dio una visita guiada de lujo, con comentarios
incluidos sobre la “casi total reconstrucción de la ciudad”, y pienso que lo
más importante de su relato fue la reestructuración de ellos mismos como
sociedad.
Posteriormente, por iguales razones, visité Belgrado, luego
de Dubrovnik, ésta me lucía mucho más cercana a su pasado reciente, el
comunismo. Edificios cuadrados de aspecto gris o pardo-obscuro contrastaban con
otros llenos de color y parques floridos. La gente aún con atuendos de épocas
pasadas para mí mente occidental, para ellos tan actuales como el día a día. He
de decir que me sorprendieron las casas en las afueras, en amplios terrenos
construcciones llenas de lujo por concluir, desentonaban en un paisaje más bien
rural, mucho más pobre. Ese viaje me acercó más a lo que había sido la
Yugoeslavia de Tito, esa terrible dictadura llena de campos de concentración,
represión y miseria. Mis amigos Croatas, Serbios, Macedonios, hablaban un
idioma común, y otro distinto entre sus coterráneos. Me narraron apenas,
sucintamente cómo la guerra les había “tocado”, me sorprendió cómo entre ellos,
a pesar de ese pasado que toca cada una de sus familias, había una hermosa
camaradería. Pero sin duda alguna, sé que el coste es altísimo, una guerra
civil, una guerra…
Recuerdos esos viajes, y vuelvo a mi presente, en esta
Cataluña actual y cada vez tengo la certeza que las diferencias culturales e
históricas son enormes. Siento que compararnos con quienes han vivido una
experiencia terrible, y con sus países que son fruto de un acuerdo de paz,
donde Kosovo es una parte de ello, es una cachetada para con esa historia, para
con esas víctimas, con sus muertos, sus heridos, su dolor. La prepotencia de querer ser más, comparándose con quienes han perdido
tanto. Es indecente, obsceno, una ruta escabrosa del victimismo al peor de los
límites.
Pero hay más, para quienes están llenos de poder, ansiosos
de un lugar en la historia al precio que sea, hay siempre más. Mienten
descaradamente a la población. Hablan de riquezas, pero no de las que deben al
resto de España, esas no se mencionan. Esa España que “ellos” tanto desprecian
ha sido, sin duda alguna, ha sido parte substancial en el crecimiento de Cataluña
como región. Sólo señalan “sus” logros, como si el resto de esa nación no
formara parte de ellos. Han construido una historia falsa que venden por todos
los medios.
Desde la página web de la Assamblea
Nacional Catalana (ANC) reseñan, entre otras detalles “la independència de Catalunya és un projecte inclusiu, que ens
permet construir, tots junts, un nou país. Un nou país on compartir
el nostre futur”, pero
cuidado, donde sólo es permitido el
pensamiento único. Cuán cercanos a los regímenes totalitarios. ¡Y cómo no!,
sin dejar de tener la “marca de la Casa”, la “botiga”,
donde Ud puede comprar todos los productos per
la indenpendència, auspiciado también por Omnium cultural y Sumate, dos
instituciones que, junto a la ANC, reciben “aportaciones” de la Generalidad de
Cataluña. Que sí, esté Ud. o no de
acuerdo con la “independéncia” la
paga, sí la financiamos entre todos, pero todo el Estado Español. Adicionalmente
de los ingresos que se obtienen de la “botiga”,
y otras colaboraciones que por desconocerlas, no dudo que existan.
Así, entre los escándalos de
corrupción, mentiras, y financiamientos no del todo claros han decidido que
Cataluña podría tomar el rumbo de Kosovo. Eso venden sin vergüenza alguna, eso
declaran cada día, eso gritarán el 11 de septiembre, eso quieren para Cataluña
a partir del 27 de septiembre. Un golpe de estado mil veces anunciado. Quiero
recoger las palabras de Sabaté “A partir del 2012 és normal ser
independentista, abans no ho era”, i ha afegit “el que hem aconseguit és molt
[...] no és moment d'estar cansats, ara toca rematar la feina”. Ahora toca “rematar la faena”.
Desde 2012 llamando a incumplir la Constitución y las leyes, y nada pasa.
Ser Kosovo. ¿Tendrán idea de los que ello significa? Siento
que somos un barco a la deriva.
Artur Mas y así como Ramón Tremosa, Eurodiputado y reconocido
“independentista”, o más bien, secesionista, versado en lo que significa la UE,
sus tratados y requerimientos, conocen perfectamente que si Cataluña llegase a
realizar una declaración unilateral de independencia (DUI), la comunidad
internacional no se daría por enterada, y aún más, al igual que para la
totalidad de organismos internacionales, continuaría formando parte de España. Sin
acuerdo con el Estado Español, tras una DUI Cataluña no obtendría
reconocimiento y se vería obligada a caminar completamente sola. ¿Cuánto
aguantaría una Cataluña independiente aislada en sus relaciones
internacionales? ¿Una Cataluña independiente solicitaría al Estado Español que
la representase ante los organismos internacionales? ¿Lo aceptaría el Estado
español?, y en caso que así fuera ¿Defenderían los intereses catalanes en los
términos que les dijese el Estado catalán?
Para esa Cataluña hipotética ser Kosovo es un destino incierto, cada vez terriblemente más cercano, quizás sería su “final de trajecte”, o más bien, el principio del fin.
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