Artículo de Sergio Calle Llorens
Me gustaría comenzar advirtiendo que este trabajo no debe de
ser leído por señoritingos mal criados ni por damiselas excesivamente
abanicadas por la corrección política. Lo de hoy, sencillamente, tiene que ver
con la conspiración del asesinato de Robert
Kennedy que, aunque no lo parezca, puede servir al lector inteligente a
vacunarse contra ese velo de Isis que impide ver la realidad española con los
ojos correctos. Quedan, en cualquier
caso, advertidos.
Era un secreto a voces que Robert Kennedy se iba a convertir en el próximo presidente de los
Estados Unidos. Acababa de ganar en la carrera electoral de su partido en
California y, como él mismo dijo en su discurso antes de ser asesinado, iba a
vencer en Chicago. Nixon- casi tan
embustero y tramposo como un socialista andaluz- tenía razones fundadas para estar preocupado por su futuro
en La Casa Blanca.
Es medianoche cuando el candidato demócrata termina su
discurso en el Ambassador Hotel en Los Ángeles y tras estrechar las manos a los
presentes, un palestino de 24 años llamado Sirhan
Sirhan dispara al senador ocho veces causándole la muerte. Su acción,
además de provocar un caos absoluto, cambia la historia del país más poderoso
del planeta. El musulmán es arrestado
allí mismo con un revolver humeante. El caso parece ser coser y cantar. Desde
un principio la policía californiana de esa ciudad comienza a trabajar para no
convertirse, como ocurrió en Dallas con el asesinato de JFK, en el hazmerreír
nacional. En pocas horas tienen la confesión del palestino que, de alguna
manera, justifica la acción afirmando que la familia Kennedy había vendido
armas a Israel. Tras estas
declaraciones, la policía declara el caso cerrado y, sin embargo, todavía hoy el
asesinato del pequeño de la saga es considerado un Cold Case.
Interrogantes
Tras el asesinato todos se preguntan por qué Robert Kennedy no contaba con
protección policial en la fatídica noche. La respuesta es bien simple; en 1968
los asesores del senador no querían ver a su candidato rodeado por miembros del
departamento de policía de Los Ángeles famosos por su brutalidad a la hora de
reprimir al movimiento Pro Derechos Civiles y, más concretamente a aquellos que
se oponían a la guerra del Vietnam. El candidato
demócrata se sentía de alguna manera responsable de la sangría porque su hermano y él mismo
apoyaron la llegada de los primeros asesores militares a ese país, por lo que
había confesado que sacaría a Estados Unidos de esa guerra en cuanto fuese elegido
presidente. Por ello, se optó por una protección que comandaba el campeón de
decatlón Rafer Johnson y el jugador
de fútbol americano Rosey Grier.
Ambos no estaban armados esa noche.
El segundo interrogante viene de una testigo que afirmó
haber visto a una mujer con un traje de lunares corriendo por las escaleras del
hotel gritando al hombre que la acompañaba; “le hemos disparo, le hemos
disparado”, a lo que ella les preguntó de qué estaban hablando y ésta
misteriosa mujer morena afirmó haber matado a Robert Kennedy. Hasta hoy
nadie ha podido identificar a esa joven. Ni siquiera la foto de una mujer rubia
y simpatizante demócrata presentada por la policía coincide con la descripción
hecha por la testigo a la que, por cierto, intimidó uno de los agentes
encargados del caso para que cambiara su versión de los hechos.
El tercer interrogante viene de las balas que se dispararon
porque la autopsia revela que el tiro que mato a Robert Kennedy fue realizado a escasa distancia de la oreja derecha
del senador y, Shirhan Shirhan
estaba de frente cuando disparó su pistola como atestiguan los presentes. Arma de la que, por cierto, salían llamas
cada vez que apretaba el gatillo por lo que, muy probablemente, eran de fogueo
para no herir con el fuego cruzado a los que realmente ejecutaron a Robert Kennedy. La policía también encontró agujeros de bala
en otras partes de las dependencias sin que tuvieran a bien seguir investigando
esas supuestas pruebas.
El cuarto interrogante viene del papel que fue encontrado en
el domicilio del detenido. Unas líneas en las que el supuesto asesino escribe
de forma compulsiva que debe matar a Kennedy antes del 5 de junio de 1968. “RFK must die, RFK must be assassinated
before 5 june 1968” La policía, tras
comprobar que el palestino no recuerda bien lo que ha ocurrido en el hotel la
noche de autos, decide someterle a una sesión de hipnosis. Los agentes quedan
sorprendidos con la facilidad con la que cae hipnotizado. Es como si su cerebro
hubiese sido entrenado para ello.
Los últimos
interrogantes tienen que ver con la presencia de agentes de la CIA en el hotel
aquella noche, preguntas que hoy parecen obtener respuestas.
Respuestas
En varias fotos podemos ver a varios agentes de la CIA en el Hall donde ocurrió todo,
tanto antes como después del asesinato. Uno de ellos era conocido como “El
Gordo”, David Sánchez Morales, que odiaba a los Kennedy por
haberlos dejado tirado en la invasión de Bahía de Cochinos. Morales, que murió en 1978 a causa de un infarto,
confesó a su ex abogado Robert Walton que
estuvo presente en los asesinatos de los Kennedys; “ I was in Dallas when we got the son a bitch and I was in Los Angeles
when we got the little bastard”.
Otro agente de la CIA que se distingue en fotos es Gordon Campbell que trabajó junto a
Morales antes del asesinato de JFK. Además, hay una grabación en la que surge
la figura inquietante de Campbell alejándose de la escena del crimen momentos
después de que se produjese. Llevaba algo escondido en la chaqueta junto a otro
hombre que le señala la puerta de salida.
También estaba presente George
Joannides Jefe de Operaciones de la Guerra Psicológica de la CIA.
Merece la pena recordar que la CIA no tenía jurisdicción para estar allí y Morales, en el momento del asesinato, estaba estacionado en
Laos. Con todo, es evidente que la CIA
no tenía ningún operativo para proteger al senador y, menos con un grupo de
agentes que odiaban a RBK por
considerarlo responsable de haber retirado el fuego aéreo de la fallida
operación de Bahía de Cochinos.
Es evidente que Sirham Sirham fue el cabeza de turco en esta rocambolesca historia en la que la policía de Los Ángeles destruyó todas las pruebas del caso a los pocos meses de dar por concluida la investigación. Unos apuntan a la incompetencia de los dirigentes policiales del caso y, la mayoría, como el que aquí suscribe, a la teoría de la conspiración para justificar tan descabellada acción. En cualquier caso, la destrucción de pruebas no nos es ajena a los españoles ya que todos, o casi todos, recordamos como los trenes del 11-M fueron desapareciendo a pesar de estar bajo vigilancia de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Empero, la diferencia es abismal porque en Estados Unidos Shane O´Sullivan, responsable de sacar a la luz la implicación de los agentes de la CIA en el asesinato de Robert Kennedy, es una especie de héroe ciudadano, y aquí todos aquellos que ponemos en duda la versión oficial del 11-M somos unos fascistas peligrosos. En fin, ya les advertí que este trabajo no era para mentes querenciosas del pensamiento mayoritariamente “progresista”.
Lo que pasó en Madrid, vendrá a contárnoslo un hispanista de fuera, inglés, francés, alemán o estadounidense. Aquí no somos capaces de contarnos nuestra historia reciente, por exceso de sectarismo. Al que puede, no tiene tribuna ni lo escucha casi nadie.
ResponderEliminarCierto pero no deja de ser ilustrativo de lo mal que está España. Además, enterramos a nuestros muertos de forma rápida y pidiendo perdón. Muertos que solo se usan como arma arrojadiza y para sacar rédito político. Una auténtica pena.
EliminarYes, it is.
ResponderEliminar