lunes, 28 de septiembre de 2015

Quadrophenia


Artículo de Sergio Calle Llorens



A estas horas usted debe de estar comprobando los efectos que ha tenido en una generación de catalanes la cesión de las competencias de educación a esa comunidad. Tal vez por ello sea buen momento para afirmar que ese territorio no es más que una región de España cuyo hecho diferencial solo existe en el mismo plano que las ideas delirantes de un esquizofrénico paranoide. En realidad, la Cataluña nacionalista me recuerda esa película de Franc Roddam: Quadrophenia. Un clásico de finales de los setenta en el que el personaje principal divide su tiempo entre los cafés Mods de  Londres y su trabajo  en una aburrida compañía de publicidad.
Jimmy, que así se llama el protagonista, es un Don nadie que solo aspira a dejar de serlo en compañía de su tribu urbana.
 
Como el puente aéreo Málaga- Londres siempre ha funcionado muy bien, en la capital de la Costa del Sol los Mods  también cabalgaban a lomos de esas espectaculares lambretttas para quemar la noche. Iban vestidos con las parkas M51 o M65- las más valoradas entre la parroquia- y bailaban frenéticamente a ritmo de  bandas como The Jam y The Who. Tal vez era demasiado poco para recordar una época gloriosa pero, entre discusiones sobre poetas Beats, aquellos muchachos creían, como el protagonista de Quadrophenia, ser algo en la vida a través del Mod way of life.   Si los Mods británicos iban a Brighton a pegarse con los Rockers, los malagueños abandonaban cada noche su seguridad de la Malagueta para ir al barrio marinero de Pedregalejo donde competían con Rockers, Punkies y vanguardistas en una escena musical y juvenil sin precedentes. 

Creo que fue al salir de un cine de verano tras ver American Graffiti cuando los vi por primera vez. Era una marea verde que inundaba la calle mientras gritaban en inglés: “We are the Mods”.  En el rompeolas  los Rockers bebían cerveza sin inmutarse. De todo aquel tiempo me quedo con la música, las bandas que formamos y con aquellas noches en las que antes de que embragáramos nosotros, desembragaban ellas. Me llamaba poderosamente la atención, en realidad todavía me produce el mismo efecto, como los Mods habían copiado los trajes italianos a medida para parecer mucho más elegantes de lo que realmente eran. Música británica versus rock americano que tenía a Buddy Holly, Eddy Cochran y al mismísimo Elvis como la santísima trinidad de los amantes del Rock and Roll. Empero, aquella rivalidad  juvenil había nacido en una ciudad con río que suelen dividir casi siempre por lo que, obviamente, a orillas del mediterráneo no tenía sentido en las tribus urbanas locales que, como dice la canción, esperaban a la madrugada para tomar la ciudad. 

Curiosamente la película Quadrophenia, que en un principio pretendía ser desmitificadora de la escena Mod, fue la que produjo un resurgimiento del movimiento en ciudades de medio mundo.  Y, como les contaba al principio de este artículo, el trabajo de Roddam y, más concretamente el protagonista de la cinta me hacen pensar en  lo que pasa hoy en Cataluña. Y es que el pobre de Jimmy es arrestado por la policía en plena refriega de Brighton. Abandonado en un calabozo por sus compinches, debe esperar a juicio. Entonces un Mod que luce un traje elegante- el mismísimo Sting es el que encarna al personaje- paga la multa al contado y  abandona el Palacio de Justicia aclamado por los suyos. Jimmy vive aquello como un triunfo personal porque después de todo, viene a pensar, los Mods no son lo peor de la sociedad. Empero, su mundo se desmorona cuando comprueba a su salida que su novia le ha traicionado. Al fin llega la escena más impactante del film; Jimmy llega a la conclusión de que los cimientos de su mundo son falsos. El desencadenante se produce  al descubrir que ese Mod- Sting- al que tenía por un gran hombre, es en realidad  un botones de un hotel turístico. Entones le roba la moto y decide lanzarla a los acantilados. Lambretta que, por cierto, puede verse hoy expuesta en un pub británico de Marbella. Con los acordes del ”I’ve had enough”, Jimmy entierra definitivamente a los Mods. 

Como los catalanes nacionalistas, los Modernos han tratado de vestir élegamente para que nadie pensara que eran lo que eran realmente; una pandilla con menos futuro que aquellos muchachos de la clase trabajadora inglesa. Queda saber en qué momento y en el acantilado  que, como Jimmy, griten que han tenido suficiente de tribu nacionalista. Y entonces que cada uno imagine, como pasa con la última escena de Quadrophenia; si es solo la moto la que se estrella contra las rocas o también el piloto da con sus huesos en el despeñadero.


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