Artículo de Sergio Calle Llorens
A estas horas usted debe de estar comprobando los efectos
que ha tenido en una generación de catalanes la cesión de las competencias de
educación a esa comunidad. Tal vez por ello sea buen momento para afirmar que
ese territorio no es más que una región de España
cuyo hecho diferencial solo existe en el mismo plano que las ideas delirantes
de un esquizofrénico paranoide. En realidad, la Cataluña nacionalista me recuerda esa película de Franc Roddam: Quadrophenia. Un clásico de finales de los setenta en el que el
personaje principal divide su tiempo entre los cafés Mods de Londres y su
trabajo en una aburrida compañía de
publicidad.
Jimmy, que así se llama el
protagonista, es un Don nadie que solo aspira a dejar de serlo en compañía de
su tribu urbana.
Como el puente aéreo
Málaga- Londres siempre ha funcionado muy bien, en la capital de la Costa
del Sol los Mods también cabalgaban a
lomos de esas espectaculares lambretttas para quemar la noche. Iban vestidos
con las parkas M51 o M65- las más valoradas entre la parroquia- y bailaban
frenéticamente a ritmo de bandas como The Jam y The Who. Tal vez era
demasiado poco para recordar una época gloriosa pero, entre discusiones sobre
poetas Beats, aquellos muchachos creían, como el protagonista de Quadrophenia, ser algo en la vida a
través del Mod way of life. Si los Mods
británicos iban a Brighton a pegarse
con los Rockers, los malagueños abandonaban cada noche su seguridad de la
Malagueta para ir al barrio marinero de Pedregalejo donde competían con Rockers, Punkies y vanguardistas en una
escena musical y juvenil sin precedentes.
Creo que fue al salir de un cine de verano tras ver American Graffiti cuando los vi por
primera vez. Era una marea verde que inundaba la calle mientras gritaban en
inglés: “We are the Mods”. En el rompeolas los
Rockers bebían cerveza sin inmutarse. De todo aquel tiempo me quedo con la
música, las bandas que formamos y con aquellas noches en las que antes de que
embragáramos nosotros, desembragaban ellas. Me llamaba poderosamente la atención, en realidad todavía me produce el
mismo efecto, como los Mods habían copiado los trajes italianos a medida para
parecer mucho más elegantes de lo que realmente eran. Música británica versus
rock americano que tenía a Buddy Holly,
Eddy Cochran y al mismísimo Elvis como la santísima trinidad de los amantes
del Rock and Roll. Empero, aquella rivalidad juvenil había nacido en una ciudad con río
que suelen dividir casi siempre por lo que, obviamente, a orillas del
mediterráneo no tenía sentido en las tribus urbanas locales que, como dice la
canción, esperaban a la madrugada para tomar la ciudad.
Curiosamente la película
Quadrophenia, que en un principio
pretendía ser desmitificadora de la escena Mod,
fue la que produjo un resurgimiento del movimiento en ciudades de medio
mundo. Y, como les contaba al principio
de este artículo, el trabajo de Roddam y,
más concretamente el protagonista de la cinta me hacen pensar en lo que pasa hoy en Cataluña. Y es que el
pobre de Jimmy es arrestado por la policía en plena refriega de Brighton. Abandonado en un calabozo por
sus compinches, debe esperar a juicio. Entonces un Mod que luce un traje
elegante- el mismísimo Sting es el
que encarna al personaje- paga la multa al contado y abandona el Palacio de Justicia aclamado por
los suyos. Jimmy vive aquello como un triunfo personal porque después de todo,
viene a pensar, los Mods no son lo peor de la sociedad. Empero, su mundo se
desmorona cuando comprueba a su salida que su novia le ha traicionado. Al fin
llega la escena más impactante del film; Jimmy llega a la conclusión de que los
cimientos de su mundo son falsos. El desencadenante se produce al descubrir que ese Mod- Sting- al que tenía
por un gran hombre, es en realidad un
botones de un hotel turístico. Entones le roba la moto y decide lanzarla a los
acantilados. Lambretta que, por cierto, puede verse hoy expuesta en un pub
británico de Marbella. Con los
acordes del ”I’ve had enough”, Jimmy
entierra definitivamente a los Mods.
Como los catalanes nacionalistas, los Modernos
han tratado de vestir élegamente para que nadie pensara que eran lo que eran
realmente; una pandilla con menos futuro que aquellos muchachos de la clase
trabajadora inglesa. Queda saber en qué momento y en el acantilado que, como Jimmy, griten que han tenido
suficiente de tribu nacionalista. Y entonces que cada uno imagine, como pasa
con la última escena de Quadrophenia; si es solo la moto la que se estrella
contra las rocas o también el piloto da con sus huesos en el despeñadero.
La moto y el piloto off course
ResponderEliminarNo le quepa duda.
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