Artículo de Paco Romero
Acaba de comenzar la Liga, acontecimiento que se repite
candenciosamente y que va a servirnos de excusa perfecta en nuestra tentativa
hoy de parangonar al deporte rey con la política andaluza, sus causalidades y
aciagas secuelas.
Los andaluces, convertidos en el seleccionador andaluz que
entrega las camisetas de titular del San Telmo Balompié, se han mostrado casi
siempre esquivos con el Partido Popular de Andalucía, condenándolo al
ostracismo, a calentar banquillo una y otra vez, con una sola excepción, la
ocurrida el 25 de marzo de 2012, cuando -a la novena fue la vencida- dieron su
beneplácito para que el viejo PP de Javier Arenas comenzara a hacer sus
primeros ejercicios de calentamiento en la banda.
Todo parecía presto y dispuesto para el debut oficial del
eterno suplente en una competición, la política andaluza, que a lo largo de
casi cuarenta años le había estado vedada y que no había conocido más titulares
que a los outsiders del clavel, con
contadas y tímidas incursiones foráneas, ora de andalucistas -desde la pasada
semana en franca retirada- ora de oriundos de una Izquierda Unida al día de hoy
más izquierda hundida que nunca.
Cuando, hace tres primaveras, el Parlamento, en burdo remedo
del inútil y tan en boga cuarto árbitro, sacó de sopetón la tablilla anunciando
la entrada al terreno de juego del postergado, cuarentón, barrigón y
“antipático” suplente de lujo, en sustitución del vetusto, chocante y (hay
alguien que así lo califica todavía) “carismático” titular, hacía su aparición
en escena el Al-Ghandour de turno, aquel “Pacto por Andalucía” que, tarjeta
encarnada en ristre, sirvió para mandar a la ducha al PP-A antes siquiera de hollar
con sus inmaculados tacos la línea que delimita el terreno de juego.
Así es. Pasan los años, las décadas, las legislaturas y el
Partido Popular de Andalucía “no toca pelo” y, lo que es peor, no se produce en
su seno la más mínima cavilación, el más somero de los análisis que ayuden a
encontrar la luz al final de su túnel lúgubre y húmedo, convertido en criadero
perenne de champiñones a los que nunca les llega la hora de la cosecha.
La mayor evidencia de ineficacia tuvo su reflejo en el breve
periodo que va de noviembre de 2011 a marzo de 2012, en el ínterin entre
Generales y Autonómicas, donde los populares se dejaron en la cuneta 415.000
papeletas con las siglas de la gaviota.
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