domingo, 6 de septiembre de 2015

El Rallo que me parte en dos




       Inmigrantes durmiendo en una estación de Hungía
Artículo de Rafa González

Este artículo no va contra la inmigración. Yo mismo tuve ya la mala experiencia de saborear el papel del inmigrante rechazado en las antípodas, hace tres años. A nadie le recomiendo la experiencia de buscar intensamente un trabajo en Nueva Zelanda o Australia, un futuro en países donde uno no llega con permiso de trabajo. Los e-mails de 'no, pero gracias y suerte' llegan a la bandeja de entrada como cuchillos que caen de la encimera de la cocina. No es bueno, ni sano, tener la sensación de poseer una mejor preparación que los locales y que estos tengan preferencia sobre ti en el mercado de trabajo. Tampoco es nada agradable que no uno, ni dos, sino tres australianos te digan a la cara, medio en serio medio en broma, que no te quieren, que te vuelvas a España. No. No es bueno. Yo soy un ferviente defensor de la inmigración. Pero controlada.

Tampoco va este artículo contra Juan Ramón Rallo. Sería propio de repelentes discutirle nada a un doctor en economía tan lúcido, que deja tumbados 'a los socialistas de todos los partidos', como diría Solzhenitsyn, de PP y PSOE, en los platós de todas las televisiones. No obstante, leyendo su artículo 'Dejemos entrar a los refugiados de la guerra civil siria', del 2 de septiembre, uno no puede eludir tan fácilmente la pesadez de que el doctor Rallo esté tan obsesionado con analizarlo todo con criterios económicos. Porque no todo en la vida es economía. Hay sentimientos, afinidades, comportamientos, gestos, convenciones, conflictos, problemas y costumbres que merecen otra perspectiva además de la económica. Rallo sería capaz hasta de aportar argumentos económicos a favor del recreo en los colegios, no lo dudo, pero es que con el recreo hay otras cosas más importantes: el descanso, la socialización, el deporte, la merienda, la amistad. Nada menos.

No sé dónde ni cómo vive Juan Ramón Rallo. Pero sí sé que no todos los lectores han interpretado de la misma manera su artículo. Hay que abrir las fronteras, eliminar los estados y que entre cualquiera. Nada menos nos dice Rallo. El que lo lee en un campo perdido de Alcázar de San Juan, donde hay una homogeneidad clara en el origen de la población, probablemente lo digiera y vea beneficios en todo: ''claro que cabemos más''. Pero al que lo lea en la estación de trenes del aeropuerto de Schipol, en Amsterdam, o en el metro de Madrid, o en un suburbio de Frankfurt, puede que no le quede más remedio que llevarse las manos a la cabeza: ''más?''. Y no por razones económicas. Ahí no puedo discutirle nada a Rallo: la inmigración renueva la fuerza laboral y nos acabará pagando las pensiones. Sino porque todo pueblo necesita una identidad, un sentido de pertenencia y la seguridad de una tierra (un Estado) donde los semejantes le recuerden de dónde viene. Y en Europa, eso, entre nacionalistas populistas y oleadas incontroladas de inmigración, lo estamos perdiendo. La gente necesita poder compartir una serie de normas de convivencia que, muchas veces, resultan fallidas con la falsa integración.

LA SOLUCIÓN?

La lógica y la experiencia como inmigrante, además de mi condición de liberal (un liberal que cree en el Estado, al contrario que Rallo), me llevan a pensar en dos soluciones más que factibles para arreglar el asunto de la inmigración. La primera es la emisión de visados por los Estados europeos del estilo de los Working & Holiday que emiten en Australia y Nueva Zelanda. El año pasado, El Mundo publicó un artículo en que contaba que el 20% de los puestos de trabajo del INEM estaban vacantes. Se trata, cómo no, de trabajos de baja cualificación, que podrían ser ocupados, como ocurre en las antípodas, por aquellos inmigrantes que vienen a ganarse una vida mejor. No faltarán nunca personajes como Ramón Espinar o Alberto Garzón que denuncien la codicia de los empresarios y la explotación de las personas en este tipo de empleos, aduciendo unos salarios supuestamente míseros. Se equivocan, y mienten a sabiendas de que el salario mínimo en España es una garantía para inmigrantes que, en sus países de origen, ganan hasta 10 veces menos por hacer el mismo trabajo.



Los visados W&H permiten a inmigrantes europeos ganarse la vida en los vinedos de Australia

La segunda solución es mucho más difícil, pero igual de posible. Dónde está el liderazgo de Estados Unidos en el mundo? Esa nación que antaño liberó a Europa del terror fascista y cuyo presidente ahora se pasea por Alaska haciéndose selfies con estrellas de televisión? Alguien puede explicarme la hipocresía de unas Naciones Unidas que no dudan en mandar cascos azules a Kosovo, el Sahara, Georgia... pero no a Siria? Dónde están, y esto es mucho más relevante, esos podemitas tertulianos que ensalzan la llegada de las Brigadas Internacionales a la España de la guerra civil para combatir el fascismo, pero repelen cualquier injerencia en estados árabes con el infantil argumento del petróleo? La mitad de la población siria ha huído o muerto en la guerra, razón más que suficiente para que el mundo se ponga a ayudar... en el origen. Y con las armas, por supuesto, si fuera necesario. Doctor Rallo, sigue contando usted con toda mi admiración. Pero tenga en cuenta que no todo en la vida puede analizarse con criterios económicos. Porque hay ciertos argumentos que, a uno, sinceramente, le parten en dos.



http://www.eldemocrataliberal.com/search/label/Rafa%20G.%20Garc%C3%ADa%20de%20Cos%C3%ADo

3 comentarios:

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  2. No puedo más que, por mucho que me aconseje callarme nuestra parentela, estar en un total acuerdo contigo y, al mismo tiempo, sentir la misma admiración por el Doctor Rallo.

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  3. No puedo más que, por mucho que me aconseje callarme nuestra parentela, estar en un total acuerdo contigo y, al mismo tiempo, sentir la misma admiración por el Doctor Rallo.

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