martes, 15 de septiembre de 2015

El maridaje

Artículo de Luis Marín Sicilia


“El maridaje entre los intereses políticos de la Junta y los de ciertos rectores es tan evidente que priman las políticas del régimen sobre las necesidades y conveniencias del mundo universitario”

La constante permanencia del PSOE en la gobernanza andaluza, de manera ininterrumpida y absoluta durante los 33 años de autonomía, solo es explicable por la habilidad con la que ha ido tejiendo una red clientelar y una comunidad de intereses con distintos grupos, con cada uno de los cuales ha sabido buscar analogías que armonizaran objetivos comunes. Se ha tratado, en síntesis, de buscar puntos de encuentro, colaboración y adaptación en cada situación para construir un maridaje de intereses coincidentes.
 
La construcción de la red clientelar ha sido ya tan ampliamente analizada que hoy resulta obvio resaltar el papel que ha jugado la llamada socialización de la corrupción en el "fondo de reptiles", la agencia IDEA, Mercasevilla, los ERES, los cursos de formación y un largo etcétera. Sin embargo, hay otro aspecto de la corrupción que merece un análisis profundo, y es la forma envolvente, la astucia y el manejo de situaciones adversas con las que el partido socialista consigue enredar a otros grupos o personas, hasta hacerlos cómplices, de forma coyuntural o permanente, según le convenga, de su estrategia política. La confluencia de intereses o la reciprocidad de favores entendidos son, en estos casos, la medula de tal maridaje.

Por estas fechas está en entredicho la conducta del Consejero de Economía y Conocimiento en su anterior etapa de rector universitario. Se alude a su poca ejemplaridad y se le acusa de modificar expedientes para aparentar legalidad, habiéndole imputado los arquitectos amañar la reglamentación de un convenio millonario. Con independencia del resultado de las investigaciones puestas en marcha, este caso pone de manifiesto alguno de los defectos que provocan el lamentable estado de la educación en nuestra tierra, donde no aparece ninguna universidad andaluza entre las primeras cuatrocientas del informe PISA, encontrándose entre las cuatro últimas de la tabla estatal, por debajo de la media europea y española. Y es que el maridaje entre los intereses políticos de la Junta y los de ciertos rectores es tan evidente que priman las políticas del régimen sobre las necesidades y conveniencias del mundo universitario.

El triunfo de la mediocridad sobre la excelencia que hoy padece la sociedad española es consecuencia de la politización de la enseñanza y el trasfondo "buenista" que sus responsables pretenden expandir entre su alumnado. Por ello no es de extrañar que un reputado intelectual extranjero se escandalizara recientemente, al conocer que el peso decisivo, en la elección de los rectores universitarios, no lo tuviera el cuerpo docente sino los empleados y los estudiantes, lo que sería incomprensible en cualquier país avanzado. El resultado ya es sabido: inflación de titulados, bajo nivel medio de los mismos y frustración de licenciados sin empleo. Y en la vida interna universitaria, movidas políticas sectarias del tipo del clan de Somosaguas, donde sentaron sus bases los profesores de último nivel que hoy pastorean el grupo Podemos, y corruptelas de todo tipo, vía estudios "fantasmas" como el de Monedero, o vía becas presenciales a distancia como la de Errejón. 

“Será muy difícil recuperar el crédito en la Justicia si la deriva que se ha impuesto no es frenada por los órganos superiores del poder judicial” 

Otras veces el maridaje se produce de una forma más sutil y personal. Este sería el caso del progresivo descabalgamiento de la juez Alaya de los procesos más procelosos en que se investigan irregularidades graves por parte de la Junta de Andalucía. Las actuaciones de la juez Núñez Bolaños no dejan duda, por muy candoroso que se sea, del papel que el fiscal-consejero ha tenido en la tramoya montada para privar a la ciudadanía andaluza del correcto conocimiento de los mayores casos de corrupción de la democracia española. Será muy difícil recuperar el crédito en la Justicia si la deriva que se ha impuesto no es frenada por los órganos superiores del poder judicial. Y por supuesto, el justiciable mirará con recelo la vuelta a la carrera fiscal, si se produjera, del consejero que parece haber debido olvidar, a su paso por la política, la esencia de la función indagatoria que le fue encomendada al ingresar en el cuerpo de fiscales.

La red clientelar y los maridajes de intereses sustentan a un "régimen" que, cien días después de ser investida Susana Díaz, se muestra, pese a no contar con mayoría absoluta, firme y seguro en su perdurabilidad. Basta observar la habilidad, las fintas y los recursos con los que ha abducido al grupo Ciudadanos, tanto en su investidura como en la reciente postura sobre la comisión parlamentaria de los cursos de formación, para percatarnos de que sus nuevos gregarios son una pléyade de novatos con los que jugarán más fácilmente, bastante más fácilmente, a como lo hicieron con un grupo tan avezado como el de Izquierda Unida en la legislatura anterior. Palabras de dureza, puramente testimoniales, que luego se vuelven cautas y precavidas a la hora de la verdad, hasta convertirse en verdaderos socios para salvar al poder de los embolados más complicados, hacen de dudosa fiabilidad a una opción que surgió de prisa y de manera improvisada en Andalucía.

Posiblemente, en este caso, el maridaje no sea con el grupo político como tal sino con su líder andaluz, Juan Marín, que ha dado sobradas muestras de satisfacción con el papel estelar que los socialistas simulan concederle. Su trayectoria no invita a pensar en la solidez de sus ideas, dado el viaje protagonizado desde AP al PSOE, luego al PA y por fin a unos ciudadanos independientes que han sostenido durante ocho años a los socialistas gobernando su pueblo. Tampoco la elección para presidir una comisión tan importante como la de los cursos de formación, en la que ha colocado, de acuerdo con el PSOE, a un socialista que dejó de serlo hace menos de dos años, como si en su formación no tuviera a nadie libre de transfuguismo.

Lo anterior es lamentable, pues no cabe duda de que el papel de un centro reformista siempre es bien recibido por las mentes liberales, máxime en un contexto radical y frentista. Pero una cosa bien distinta a ello es que el líder de la formación llamada a cumplir ese papel, no ceje en su conducta de amagar y no dar para terminar, con visos de un auténtico apaño, en armonía colaborativa, coincidiendo y sosteniendo los intereses del Gobierno andaluz, sobre el que recaen fundadas sospechas de corrupción sistémica. Es su partido el que debe ponderar tales circunstancias, pero no cabe duda de la frustración que su conducta está generando porque, con la misma, acredita el maridaje que, desde un principio, parece arrastrarlo a una discreta conllevanza con el régimen andaluz.



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