Artículo de Jonás Gámez
El proceso de desconexión
paulatina puesto en marcha por los independentistas catalanes (véase el
prusés), pone de nuevo de manifiesto por enésima vez el fracaso de “Madrit” a la hora de definir qué es
España, la incapacidad de los partidos dinásticos para buscar una solución
definitiva a esta encrucijada y por qué no reconocerlo, la indefinición de la
izquierda partidista con respecto a sus sentimientos nacionales.
No puedo evitar acordarme
del ex Presidente Zapatero, antes de ser guillotinado por los designios de la
crisis económica que labró con esmero, aireando sus dudas acerca de la
vertebración de la nación: “España es un concepto discutido y discutible”,
decía. De este modo, el pazguato ponía en entredicho la definición del estado
al completo. Pero no se conformó y terminó de rematarla en el Palau Sant Jordi corroborando
lo que todos sabíamos: el PSOE estaba dispuesto a apoyar al independentismo en
su deriva secesionista, de hecho, ya gobernaban con ERC en el desastroso
tripartito.
Doce años después, los
socialistas han apoyado a los partidos independentistas en numerosos
ayuntamientos de Cataluña y han adherido a casi 80 de sus municipios a la
asociación de municipios por la independencia. Acudir a los mítines perpetrados por Iceta y encontrar una
bandera Española es literalmente imposible, y sus propios votantes tradicionales
se quedan ojipláticos cuando regalan alcaldías a partidos secesionistas a
cambio de nada. En definitiva, Iceta no se ha conformado con dar mítines-pestiño,
sino que ha ido más allá y ha pulsado el botón de autodestrucción coligándose
con los cata-borrokas.
Por sus frutos los
reconocerán, nunca se recogen uvas de espinos o higos de cardos, ¿verdad? No me cabe duda de
que el Redentor se echaría las manos a la cabeza si viera al PSC.
Curiosamente la solución
a este execrable culebrón puede venir de mano de la abstención. O de la
participación, mejor dicho. Cataluña posee una peculiaridad con respecto al
resto de España y es que la abstención en las autonómicas es 10 puntos superior
que en unas elecciones generales. Hay personas que no acuden a votar porque no
las consideran relevantes, otras por
indecisión y otras sencillamente creen que la cosa no va con ellos. Pues es el
momento de que esas personas participen y se pronuncien. Otro posible escenario
es la aparición estelar de Unió y esa parte de ciudadanos que son muy
catalanistas, que no quieren una declaración unilateral de independencia, y que
no irían ni a la vuelta de la esquina con un partido filoterrorista y comunista
como es la CUP, partido necesario para pactar
con Junts Pel Sí y que el proceso soberanista llegue a buen puerto.
Todas las quinielas
atisban un aumento espectacular de la participación, la cual, es indispensable
para sepultar definitivamente el prusés.
De hecho, considerando que se produjera una participación al nivel de unas
elecciones generales, los grupos independentistas no verían esos 68 diputados
ni por asomo y Artur Mas tendría que recoger los bártulos e irse a casa.
Toda la nadería de
memeces con la que nos deleitan los mamertos
separatistas día sí y día también no son más que el fruto de la dejadez de
Madrid y la victimización de Barcelona. De parchear el problema ofreciendo
dádivas a cambio de su silencio. De transferirles competencias como la educación
y no supervisarlas. De pactar con ellos para dar estabilidad a los distintos
gobiernos de la nación. De mantener una ley electoral que a todas luces parece
injusta. De tapar las vergüenzas ajenas ovillándose a la poltrona, ambas partes.
La solución es dar un
repaso en las urnas a quién desea separarnos en los despachos, ese es el mayor
mandato que tenemos los ciudadanos españoles para finales de mes. También que
se haga audible el silencioso clamor: el clamor de los que no van a las
manifestaciones, el clamor de los que no airean sus ideas políticas, el clamor
de los que no sacan sus banderas, el clamor de los discretos ciudadanos que
evitan crispar a los demás callando, que no otorgando. El clamor de aquellos
que desean seguir siendo catalanes y españoles.
El 27S ese clamor ha de
hacerse visible en las calles y audible en las urnas. El 27S debe ser el inicio
de una nueva política territorial que construya una España en la que nos
sintamos todos cómodos. Una solución a largo plazo que se base en dos sencillos
puntos: uno, controlar la educación y revertir el adoctrinamiento en las aulas
y dos, una modificación de la ley electoral para pinchar la burbuja de los
partidos nacionalistas. Decisiones y soluciones, aunque duelan y supongan una
postura incómoda. Hay que tomar partida en el asunto catalán y evitar por todos
los medios continuar con la misma línea inmovilista, de lo contrario, iremos inexorablemente hacia la independencia de
Cataluña de una manera natural con el paso del tiempo.
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