viernes, 18 de septiembre de 2015

El clamor silencioso del “prusés”

Artículo de Jonás Gámez


El proceso de desconexión paulatina puesto en marcha por los independentistas catalanes (véase el prusés), pone de nuevo de manifiesto por enésima vez el fracaso de “Madrit” a la hora de definir qué es España, la incapacidad de los partidos dinásticos para buscar una solución definitiva a esta encrucijada y por qué no reconocerlo, la indefinición de la izquierda partidista con respecto a sus sentimientos nacionales.

No puedo evitar acordarme del ex Presidente Zapatero, antes de ser guillotinado por los designios de la crisis económica que labró con esmero, aireando sus dudas acerca de la vertebración de la nación: “España es un concepto discutido y discutible”, decía. De este modo, el pazguato ponía en entredicho la definición del estado al completo. Pero no se conformó y terminó de rematarla en el Palau Sant Jordi corroborando lo que todos sabíamos: el PSOE estaba dispuesto a apoyar al independentismo en su deriva secesionista, de hecho, ya gobernaban con ERC en el desastroso tripartito.

Doce años después, los socialistas han apoyado a los partidos independentistas en numerosos ayuntamientos de Cataluña y han adherido a casi 80 de sus municipios a la asociación de municipios por la independencia. Acudir a los mítines perpetrados por Iceta y encontrar una bandera Española es literalmente imposible, y sus propios votantes tradicionales se quedan ojipláticos cuando regalan alcaldías a partidos secesionistas a cambio de nada. En definitiva, Iceta no se ha conformado con dar mítines-pestiño, sino que ha ido más allá y ha pulsado el botón de autodestrucción coligándose con los cata-borrokas.

Por sus frutos los reconocerán, nunca se recogen uvas de espinos o higos de cardos, ¿verdad? No me cabe duda de que el Redentor se echaría las manos a la cabeza si viera al PSC.

Curiosamente la solución a este execrable culebrón puede venir de mano de la abstención. O de la participación, mejor dicho. Cataluña posee una peculiaridad con respecto al resto de España y es que la abstención en las autonómicas es 10 puntos superior que en unas elecciones generales. Hay personas que no acuden a votar porque no las consideran relevantes,  otras por indecisión y otras sencillamente creen que la cosa no va con ellos. Pues es el momento de que esas personas participen y se pronuncien. Otro posible escenario es la aparición estelar de Unió y esa parte de ciudadanos que son muy catalanistas, que no quieren una declaración unilateral de independencia, y que no irían ni a la vuelta de la esquina con un partido filoterrorista y comunista como es la CUP, partido necesario para pactar con Junts Pel Sí y que el proceso soberanista llegue a buen puerto.

Todas las quinielas atisban un aumento espectacular de la participación, la cual, es indispensable para sepultar definitivamente el prusés. De hecho, considerando que se produjera una participación al nivel de unas elecciones generales, los grupos independentistas no verían esos 68 diputados ni por asomo y Artur Mas tendría que recoger los bártulos e irse a casa.

Toda la nadería de memeces con la que nos deleitan los mamertos separatistas día sí y día también no son más que el fruto de la dejadez de Madrid y la victimización de Barcelona. De parchear el problema ofreciendo dádivas a cambio de su silencio. De transferirles competencias como la educación y no supervisarlas. De pactar con ellos para dar estabilidad a los distintos gobiernos de la nación. De mantener una ley electoral que a todas luces parece injusta. De tapar las vergüenzas ajenas ovillándose a la poltrona, ambas partes.

La solución es dar un repaso en las urnas a quién desea separarnos en los despachos, ese es el mayor mandato que tenemos los ciudadanos españoles para finales de mes. También que se haga audible el silencioso clamor: el clamor de los que no van a las manifestaciones, el clamor de los que no airean sus ideas políticas, el clamor de los que no sacan sus banderas, el clamor de los discretos ciudadanos que evitan crispar a los demás callando, que no otorgando. El clamor de aquellos que desean seguir siendo catalanes y españoles.

El 27S ese clamor ha de hacerse visible en las calles y audible en las urnas. El 27S debe ser el inicio de una nueva política territorial que construya una España en la que nos sintamos todos cómodos. Una solución a largo plazo que se base en dos sencillos puntos: uno, controlar la educación y revertir el adoctrinamiento en las aulas y dos, una modificación de la ley electoral para pinchar la burbuja de los partidos nacionalistas. Decisiones y soluciones, aunque duelan y supongan una postura incómoda. Hay que tomar partida en el asunto catalán y evitar por todos los medios continuar con la misma línea inmovilista, de lo contrario, iremos inexorablemente hacia la independencia de Cataluña de una manera natural con el paso del tiempo.

Toda esta inventada realidad nacional, no es más que una falsedad, urdida por el “Molt Honorable”, que cree ser una deidad. Además permítanme que lo ponga entrecomillado, porque no se trata de alguien honorable sino de alguien abribonado.



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