Artículo de Eduardo Maestre
La enorme
dificultad que entraña ser español no sólo estriba en saberse encajado entre los mundos anglogermánico
y musulmán; no sólo significa tener que sufrir no digamos el desprecio pero sí
la tradicional falta de aprecio de
nuestros vecinos franceses, o la en muchas ocasiones inexplicable malquerencia de nuestros adorados (porque
lo son!) argentinos, cubanos o chilenos. No. La dificultad de ser español es
tal, que, no teniendo suficiente con haber visto la luz en una Nación que está en medio de todo y que nota la
irradiación de las auras irreconciliables de universos sociales simultáneos
(Norte de Europa vs. Magreb; Mediterráneo vs. Atlántico;
Europa vs. Suramérica),
con la cantidad de problemas vivenciales -y diría que existenciales- que ello
conlleva, los españoles hemos de vérnoslas desde que nacemos, además, con uno de los peores cánceres
que cualquier cuerpo social puede sufrir: el nacionalismo.
Pero qué narices
es en realidad el nacionalismo? A mi juicio, siendo andaluz y después de haber
sufrido los insultos, el desprecio, las descalificaciones generales y la tácita
exclusión durante décadas por parte de los nacionalistas vascos y catalanes,
contemplo el nacionalismo no como una ideología ni como una opción política; ni
siquiera como una postura ante la vida, sino como un brote de algo parecido (si no idéntico!) a una enfermedad
mental.
Y no estoy con
esto llamando psicópatas ni esquizofrénicos a los que hacen de su vida un
empeño en abominar y abjurar de su Nación con el ánimo de constituir otra. No.
Pero –joder!- no puedo eludir que contemplo el nacionalismo como quien
contempla un cuadro clínico en el que, indefectiblemente, aparecen algunos
síntomas de difícil tratamiento.
Verán: hay un
género de nacionalismo que surge irremediablemente entre aquéllos que han
sufrido la exclusión constante dentro de su propio país. Por lo que sea: bien
por haberse criado en campos de refugiados tras alguna guerra interminable;
bien por haber sido desplazados a algún oscuro rincón de su propio país junto a
su etnia; o por rechazo a su religión o su lengua durante siglos; incluso por
sufrir la constante represión y casi esclavitud por parte de otra tribu más
poderosa dentro del mismo Estado. Éstos, son nacionalistas porque no les queda otro remedio! Tienen Nación, pero ésta les
rechaza.
Pero también hay
un subgénero de nacionalismo mucho más pernicioso; sobre todo porque no
responde a una situación real de apartheid
como las descritas anteriormente. Es el caso de los nacionalistas españoles
(vascos y catalanes). Por ejemplo: un nacionalista catalán es alguien que cree que no tiene Nación; ojo: no
que no la tenga, sino que cree que no la
tiene. Y los motivos por los que cree no tenerla son absolutamente
diferentes a los de los refugiados o masacrados de los que hemos hablado arriba.
Los nacionalistas españoles ni han sido reprimidos, ni abandonados a su suerte,
ni encerrados en guetos miserables, ni perseguidos por sus costumbres o sus
manifestaciones culturales, y ni mucho menos ha sido prohibida su lengua. Es
sólo que han sufrido un adoctrinamiento prolongado durante más de tres décadas
tras la muerte del dictador Francisco Franco -que tanto les benefició durante
la Dictadura!- y, debido a la cantidad de complejos arrastrados por los españoles
supervivientes del Franquismo y su hija bastarda, la Transición, no han
encontrado jamás un contrapeso de Realidad que les hiciera contemplarse dentro de los márgenes de la Materia a
la que creen trascender a cada paso que dan, pero a la que sin duda, y como
cada hijo de vecino, pertenecen.
Éstos, son
nacionalistas que creen que no tienen
Nación; que no aciertan a comprender que si no fuera por su pertenencia al
Estado español jamás habrían llegado siquiera a articular -y mucho menos, desde
la posición de privilegio que les caracteriza- esa necesidad perentoria de
fundar otra Nación. A este tipo de nacionalismo parasitario y arribista
pertenece el clásico soñador que desprecia y niega la Nación que le ha dado el
Ser (el ser español; el ser europeo; el ser Occidente) y añora otra que ha construido en su cabeza y a la que
invariablemente adorna con todas las bondades de las que cree que carece la
que, a todos los efectos, es su verdadera Nación.
Evidentemente,
con ese constructo, elaborado a base
de añadidos ideales que no puede poner en práctica (en la práctica de la vida
cotidiana real, con todas sus
miserias) y precisamente por no poderlo llevar a la praxis, el
nacionalista vive una doble vida: la de su para él abominable Nación verdadera,
que resume en sí misma todas las desdichas y todas las vergüenzas y que
contempla como el auténtico paradigma de lo
despreciable, y la de la Nación que querría construir y en la que querría
vivir, la cual, a fuerza de no poder echarla
a pelear con la Realidad, sale siempre fortalecida en su imaginario frente
a todas las demás; todas; todas las demás: incluidas Alemania, Francia, Méjico
o Polonia, que sí existen!
La cabeza de un
nacionalista funciona como la de esos tipos que se enamoran de la enigmática mujer
que vieron una tarde en el Metro; una mujer cuya belleza y actitud misteriosa
los marcaron de por vida pero a la que jamás volvieron a ver. El recuerdo de
dicha mujer, por lo tanto, permanece inmaculado en la memoria del iluso, y a
dicho recuerdo idealizado el nacionalista-enamorado
va añadiendo, con cada bofetada que recibe de la vida diaria, toda suerte
de bondades, todo género de cualidades extraordinarias y dulzuras sin fin; de manera
que al cabo del tiempo no podrá existir mujer (léase Nación) sobre la faz de la tierra que pueda compararse con aquella
visión pasajera aunque fulminante de la
Perfección! Pero, claro, se trata de una perfección que jamás podrá
constatar! Nunca podrá el idealizador contumaz contemplar por dónde habría
derivado la relación cuando las citas se convirtieran en una costumbre
agradable, y luego en una rutina sin más; o cuando, habiendo decidido abordar
una vida en común, los asuntos domésticos irrumpieran con toda su crudeza; o
cómo se comportaría la que fue una vez la misteriosa mujer del Metro cuando
tuvieran un hijo; o qué rol jugaría la madre
de ella en el día a día.
Ésta, en la que
hemos comparado con un enamorado iluso al nacionalista español, era la parte dulce del nacionalismo. El conflicto
llega cuando el nacionalista cree que es
posible llevar a término la creación, la materialización de esa estructura vaporosa que tiene en su cabeza y
que arrastra allá donde va, como el preso del tebeo arrastra la bola y la
cadena. Pero cuidado: no es conflictivo porque no sea factible dotar de estructura estatal un territorio que
hasta ese momento funcionaba como una parte más de un ente superior como es el
Estado, sino porque hacerlo significaría la
destrucción inmediata del Estado del que pretenden desgarrarse! Claro! Un
nacionalista, a base de soñar despierto, no cae nunca en la cuenta de que hay muchos más ciudadanos que, caso de
secesión unilateral de un territorio cualquiera (aunque sea la pequeñísima Isla
Perejil), amanecerían sin su Estado, y por lo tanto con todas las
estructuras administrativas, políticas, jurídicas –las nacionales y las
internacionales- desintegradas y fuera de circulación!
Si Cataluña, Murcia,
Extremadura o Cantabria declararan su independencia unilateralmente, desde ese
preciso instante yo dejaría de ser
español! Y usted, que ha logrado leerme hasta aquí, también! Porque el
concepto España no es, no puede ser sin
Cantabria, sin Euskadi o sin Valencia! España no es el resultado
del acuerdo administrativo establecido en despachos suntuosos, sino el
precipitado de miles de años de invasiones, guerras, conquistas, reconquistas,
más guerras, matrimonios, pactos armados, más guerras, más matrimonios, más
invasiones, asaltos al Poder, más guerras… Quien quiera desgarrar el antiquísimo pero indubitable concepto de España sólo podrá hacerlo a través del también antiquísimo pero único mecanismo que cabe: otra guerra. En cualquier caso, no desde un despacho.
El Estado
español –este Estado español- se
formó de nuevo en 1978, y su estructura bien podía haber sido la de un Estado
centralizado, casi jacobino; o federal. Pero a causa del espanto que causó la
relativamente reciente Guerra Civil, los acomplejados padres de la Constitución metieron en el saco de la misma muchos
gatos y algunos tigres. Los tigres fueron, básicamente, el reconocimiento del
Fuero Navarro, que hace de por vida a una pequeña región beneficiaria del
privilegio de los semidioses –no pagar impuestos al Estado del que se
beneficia- y la genuflexión por escrito ante los catalanes y vascos por no se
sabe qué hechos diferenciales (sic) que,
por lo visto, les distinguen del resto de los ciudadanos españoles.
Que en una
Constitución quede por escrito que todos los españoles son iguales, pero, como
dijo Orwell, unos son más iguales que
otros, supone un espanto social y jurídico sin precedentes en Occidente,
pues reconoce abiertamente la
superioridad civil de tres regiones: la vasca, la navarra y la catalana.
Con el paso de los años y el grave sonido de las paletadas de tierra sobre los
ataúdes de casi mil españoles inocentes, los vascos consiguieron lo que hoy se
conoce como el Concierto vasco, una
auténtica vergüenza administrativa consistente en que, al igual que los
navarros, los vascos, técnicamente, tampoco pagan impuestos al Estado del que
se benefician. Es estupefaciente!
De las tres
regiones que la Constitución del 78 reconoce como pobladas por seres superiores
(el hecho diferencial, no lo
olvidemos!), sólo quedaba una cuyos habitantes siguieran pagando tributos al
Estado: Cataluña. Así que, cuando nos arrasó esa guerra sin bombas que fue la
crisis y la depresión económica (2007-2014, aproximadamente), los hasta ese
momento nacionalistas conservadores (me niego a llamar moderados a los nacionalistas! No puede haber moderación en donde
sólo se percibe afán de destrucción del Estado!) exacerbaron su postura de
constante victimismo y, capitaneados por un Presidente de la Generalidad
acabado políticamente, comenzaron a huir hacia delante y se echaron al monte
independentista a cara descubierta. No olvidemos la derrota histórica que
sufrió Artur Mas en las últimas elecciones autonómicas catalanas! Mas tuvo que
aliarse con los grupos radicales de izquierda para poder sobrevivir un par de
años más como Presidente del Gobierno catalán, y esta alianza degeneró en una
mezcla, impensable en cualquier país serio, de republicanos a la violeta
marxista-leninistas (ERC), profundos analfabetos troskista-maoístas (CUP) y
familias burguesas de asistencia obligada cada sábado a la ópera del Liceo! …Menudo
circo!
El Gobierno
español del momento, formado por un Presidente que, tras lograr una mayoría
absoluta histórica, resultó ser el producto de la peor de las mezclas posibles; a saber: de derechas a la hora de comunicarse; socialista en la aplicación de impuestos,
y socialdemócrata en su incapacidad
para reaccionar. Embutido, encriptado, enclaustrado en su batalla contra el
rescate, contra la crisis y contra la depresión, este Presidente que apenas si
se asoma al torreón ha dejado de la mano de los dioses mediterráneos el conflicto
resultante de la escalada victimista organizada en una Cataluña sin Ley por
fuerzas in-civiles (donde no hay Ley,
no hay ciudadanía), facciones aleccionadas desde hace más de treinta años por
una Historia falseada, encabritadas por una represión inexistente y unidas por
un odio irracional a todo lo que huela a España.
Ahora, a estas
alturas de la película de terror que supone esta situación de opresión para la
mayor parte de los españoles que viven en Cataluña, resulta fácil reclamar que detengan a Artur Mas; o que los metan a todos en la cárcel; o que se suspenda la Autonomía catalana!
Yo he sido de los primeros en decirlo. Pero no ahora, claro, sino hace más de
tres años! Éste es el problema: hace ya más de tres años que se tenía que haber
puesto orden en esa región; porque las barbaridades que se le han consentido a
Artur Mas son impensables en
cualquier país occidental que pretenda tener un mínimo de seriedad!
Impensables.
No me atrevo a
hacer predicciones, pero intuyo que, pese a la movilización que pretenden ahora
hacer los partidos no nacionalistas, el resultado de las elecciones del próximo
27S podría dar la mayoría absoluta a los separatistas. O acercarlos
peligrosamente a la misma. En cualquier caso, Artur Mas ha dejado claro que no van a contar los votos sino los escaños,
y ya saben ustedes que las provincias de Gerona, Tarragona y Lérida tienen,
gracias a la infame Ley Electoral española, más porcentaje representativo que
la provincia de Barcelona; ello implica que, con menos votos, sacarán más
escaños, y como aquéllas son tres provincias profundamente sumergidas en el
pozo del nacionalismo, probablemente otorguen la mayoría parlamentaria al
antisemita Raúl Romeva, al marxista Oriol Junqueras y al Rey del 3% Artur Mas,
todos ellos dispuestos a declarar la República Independiente de Cataluña tan
ufanamente como si se tratase de la de IKEA.
Entrar ahora,
aquí, en este pobre artículo de un maestro de pueblo, a dilucidar las
consecuencias inmediatas de una más que factible declaración de independencia
sería un ejercicio vano; ya pronostiqué en muchos de mis vídeos, hace más de
dos años, que la reacción del Estado provocaría, por suave que ésta fuera,
disturbios y levantamientos con resultados trágicos; eso sí, en puntos muy
concretos y siendo, además, rápidamente sofocados. Pero ése fue mi pronóstico hace casi tres años, antes de la
consolidación de la Asamblea Nacional Catalana, la ANC, el paraíso del agitprop y el organismo que realmente gobierna Cataluña y sus
instituciones desde hace algo más de dos diadas.
En este momento
no me atrevería a ponerme en el pellejo de Mariano Rajoy, porque lo que hace
dos años eran cañas cuatribarradas se
han vuelto ahora esteladas lanzas; el
fuego del odio ha sido muy bien alimentado por las vías de propaganda
goebelsiana de la ANC, TV3 y la propia Generalidad. Es más: la estructura del
Estado que suponía la Generalidad ha sido paralizada de facto y sustituida a
todos los efectos por las locuras asamblearias independentistas, organizadas
por la ANC y tomadas en serio por el mismísimo Parlamento autonómico, con lo
cual el Estado español no tiene una vía administrativa expedita por donde
entrar institucionalmente en el más
que probable caso de que declaren la independencia.
Puedo
equivocarme, ya lo creo! Pero intuyo que va a haber un levantamiento de la
población. Y un levantamiento importante;
nada de gafapastas metiendo fuego a
contenedores en cuatro puntos aislados; los catalanes, cuando bailan juntos,
bailan la sardana, y cuando forman una fiesta grande construyen castellets. Es
decir: se mueven muy bien cuando hacen las cosas orgánicamente. Va a haber jaleo. Y aunque en número de votos sean
menos del 50%, no esperemos que el resto de la población catalana se les eche
encima heroicamente, pues entre las fuerzas políticas que no son claramente separatistas, hay que tener
en cuenta que la izquierda perrofláutica
podemita, por empatía, no se va a quedar a verlas venir, y en caso de desorden
callejero se van a colocar, siempre,
del lado de los separatistas. Por su parte, los socialistas y comunistas no van
a levantar un dedo para ayudar a las fuerzas del Orden españolas: eso sería,
digamos, poco progre. De modo que el
día en que el Gólem Junqueras salga al balcón a decir visca la República catalana! me veo a Albert Rivera refugiándose
paradójicamente en la mismísima Generalidad, y a Albiol, desde sus dos metros y
pico de altura, repartiendo con una maza por la Rambla mamporros olímpicos como
Ajax hasta que, agotado por la soledad de su resistencia española, los enanos
republicanos marxistas devoren su prognático rostro.
Que se
restablecerá el orden? Pues claro que sí! Faltaría más! Pero, ojo: no gracias a
los movimientos tácticos del Presidente del Gobierno español, atrincherado en
su despacho y preguntando por el móvil “Tenemosh
ya en la Comandancia a Mash? Oiga? Cómo dice? Que lo han pillado shubiéndoshe
al máshtil de la eshtelada? Qué deshpropóshito! Y el gordo? Shí; el gordo: Yunquerash!
Cómo? Pero qué me eshtá ushted contando, General? Que she había dishfrazado de butifarra
y lo han trincado en el Pirineo Oshcense?”
Fuera de bromas:
el Orden institucional se restablecerá; sobre todo porque ni Merkel, ni
Hollande, ni Cameron, ni Obama van a permitir una secesión mal afrontada que
degenere en una guerra civil localizada en la frontera con Francia. Y mucho
menos en estos momentos delicadísimos de avalancha humana, con millones de
refugiados entre los que sin duda vienen trufados no pocos islamistas
radicales. No van a permitir que la frontera natural que representa España
frente al Magreb se desgaste y debilite en un conflicto alimentado por los
nacionalistas y mal gestionado por un Gobierno débil. Las bases de Morón, Rota
y Torrejón de Ardoz no pueden caer en manos de indeseables. Ni Gibraltar puede
quedar a merced de dos patrullas de yijadistas bien organizados. Los
anglosajones y los germánicos saben defender muy bien sus posiciones
estratégicas: yo no me fío un pelo de Rajoy, pero confío plenamente en la OTAN.
En definitiva: hace años que
vengo escuchando que Cataluña no puede separarse de España porque son nuestros hermanos; porque forman parte de la familia española;
porque jamás han sido independientes –ni siquiera han sido un reino- y su españolidad está fuera de toda duda. Que
sería una locura, y eso atendiendo
tan solo a las cuestiones económicas; que se
saldrían del Euro; que se tendrían que poner a la cola de los pueblos que quieren entrar en Europa, con la
certeza de que España, Francia y Reino Unido jamás les permitirían volver a entrar en el Club; que quedarían
fuera de la OTAN y de los tratados internacionales…
Más
tarde, he empezado ya a escuchar y leer que Cataluña forma parte de España como los brazos son parte esencial del
cuerpo; otros, más dados a la casquería, utilizan la imagen de que Cataluña es
como el hígado, o el páncreas o los pulmones; curiosa y significativamente, a
nadie le he escuchado comparar a Cataluña con el corazón, pero, en todo caso,
Cataluña aparece en estas comparaciones como víscera indispensable para que el organismo viva.
Y aquí es donde
discrepo. En poridat, no es una
discrepancia, sino una puntualización: yo no dudo de que el territorio
administrativo, jurídico, físico y social catalán no forme parte indivisible
del concepto Estado Español como ya
formó parte durante siglos del concepto España,
y, antes aún, de la inmensa y poderosa Corona de Aragón; así como fue parte
indiscutible de la Al-Ándalus musulmana, de la visigoda y de la Hispania
romana. Al contrario que, por ejemplo, Navarra, Valencia, Castilla, Granada o
Córdoba, Cataluña nunca ha sido otra cosa
que España! Pero por Dios! No lo ven ustedes? Es que, si nos ponemos
tiquismiquis, sólo el País Vasco, que tampoco ha sido jamás un reino, podría competir en españolidad con
Cataluña!
Digo, y perdonen
por la digresión histórica -que no he podido evitar-, que yo no tengo dudas
acerca de que Cataluña forma parte esencial del organismo conceptual conocido
como España. Pero, al contrario que otros muchos, que creen que es equiparable
a un brazo, a una víscera o a una pierna, yo creo firmemente que Cataluña es un
muslo. Un muslo! Con su cuádriceps y su fémur! Con su arteria femoral! Con su
rótula y su articulación de cadera! Un señor muslo!
Pero por qué un
muslo? Por qué no un brazo, un glúteo o una pierna? Pues miren ustedes: porque
Cataluña ha sido durante décadas una región muy fuerte económicamente; una
columna sobre la que se repartía el peso de todo el cuerpo. Además, la pierna
cumple la función de caminar, y
Cataluña ha sido durante mucho tiempo una región de emprendedores, de gente que
avanzaba técnica, artística y culturalmente más que otras zonas de España. Esto
es indudable e indiscutible. No ha sido la única pierna, claro está; pero si me
ponen a decidir qué parte del cuerpo podría ser Cataluña, digo que la pierna. Y
de la pierna, concretamente el muslo: por su masa; por su potencia; por su
fuerza.
Sin embargo, se puede
amputar solamente el muslo? Porque
una pierna, un pie, un brazo se pueden cortar sin que por ello peligre la vida
de la persona a la que se le practicara la amputación. Pero sólo un muslo? Cómo quitar el muslo y
mantener la pierna y el pie unidos, cosidos al cuerpo del que el muslo se
amputó? Porque, verán ustedes, los independentistas catalanes, como todos los
nacionalistas, no se conforman con pedir la independencia, sino que sueñan
también con expandirse: sueñan con su Anschluss
particular! Quieren anexionar a ese supuesto Estat catalá las regiones valenciana y balear, parte de Aragón,
parte de Murcia, el Rosellón y la Cerdaña… Bueno: sueñan con formar eso que
ellos llaman els països catalans y
que en toda Europa se empieza a conocer ya como Narnia.
Como saben que
lo tienen difícil, de momento renuncian a la anexión de todos estos territorios
y se conforman con independizarse ellos. Es decir: la pierna y el pie
(Valencia, Baleares, etc.), de momento, se pueden quedar en el cuerpo; pero el
muslo… El muslo se va!
Sí, señores: el muslo, por lo
visto, se va. No importa que carezca de irrigación sanguínea ni que quede
dramáticamente separado de los centros nerviosos: el muslo se va! Si el cuerpo
del que se marcha empieza a desangrarse también, ése no es problema del muslo;
no, al menos, de los catalanes separatistas: que se haga el cuerpo un
torniquete! Pero, claro, hay un porcentaje mayoritario de españoles en Cataluña
que son los que forman el cuádriceps y hacen que funcione la arteria femoral;
estos catalanes, cuyos apellidos probablemente no sean Pujol, Martí, Romeva,
Forcadell, Bofarull o Ferrusola sin duda llevan desde hace varias generaciones
viviendo en Cataluña –que es también
su tierra; que es, sobre todo, su tierra. Éstos son los que han levantado
Cataluña, trabajando en las fábricas de los Tardá i Lleida sin haber asistido en
su vida a la ópera, sin haberse lanzado jamás en paracaídas desde un avión
privado, sin saber siquiera que en Andorra hay bancos capaces de explicar en qué consistía el
nacionalismo, y sin haber calculado ni una sola vez a cuanto asciende el 3% de
una obra pública en las cercanías de Tarragona.
La verdad, no sé
si el muslo conseguirá autoamputarse
del cuerpo al que pertenece; ignoro si el organismo español lograría, en ese caso,
coserse, zurcirse urgentemente el resto de la extremidad inferior a la cadera,
de suerte que la rótula encajara en donde antes estaba la cabeza del fémur
(Dios mío! Qué gore!). Desconozco si el dichoso muslo, una vez liberado de la opresión a la que el cuerpo le
sometía, podría sobrevivir por sí mismo. Quién sabe? En Europa, no, desde
luego. Pero quizás como Estado asociado a Afganistán… Por qué no? Todo es
posible!
No puedo
imaginar el destino de ese muslo soñador. Pero lo que sí tengo claro es que,
entre los Carod-Rovira con su corona de espinas a cuestas, los Durán i Lleida
haciendo ostentación de su flamante habitación del Palace, los Jordi Pujol (padre, hijos y espíritu
caco) con sus miles de millones de euros expoliados al patrimonio catalán
durante décadas, los Artur Mas y sus porcentajes insaciables, los Romeva y su antisemitismo
goebelsiano, los Junqueras y su falsificación de la Historia europea, española
y catalana, las Forcadell y sus filas de a dos con el paso de oca, las monjas
Forcades diciendo que el cáncer se curará cuando Cataluña sea independiente,
las Karmele Merchante y sus vibradores solitarios, y toda la cohorte de clowns,
gafapastas y malabares cerrando filas, puedo asegurar al lector que jamás he
visto a nadie entre toda esta troupe
de nacionalistas que se pueda parecer a un verdadero político ni de lejos. Ni de lejos. Y
miren ustedes que los estoy comparando con los políticos del resto de España,
que para nuestro dolor ocupan el escalón
más bajo de lo que se entiende por políticos!
Pues ni a eso llega este circo inaudito plagado de monjas, mafiosos, ladrones,
busconas, nazis y vividores.
Joder, si desaparecieran todos éstos! Ay, Mare de Déu de Monserrat! Ay, Moreneta, cuánta pasta volvería a fluir por las arterias catalanas si desaparecieran todos éstos! Cuánto dinero recuperado! Ésa sí que
sería para los catalanes la verdadera independencia!
…Y menuda independencia!
Pues yo creo que hay que otorgar generosamente la independencia a ese muslo, pero no por los motivos que aducen algunos señores cuyo nombre de pila casualmente casi siempre acaba en "T". O sea, nada de tonterías sin sentido tipo "ecuación democrática", "España estado demófobo", "baixant de la font del cat" y otras sandeces propias de unos rematados psicópatas hipócritas trasnochados, sino por motivos mucho más sólidos y contundentes, como los siguientes:
ResponderEliminar- Porque los nazionatas son unas desaprensivas moscas cojoneras que nos han hecho perder unos diez mil trillones de horas a los españoles con sus cuentos en periódicos y telediarios, tiempo que podíamos haber empleado en multitud de cosas mucho menos estúpidas que oír el retuntún de sus sueños decimonónicos. Obviamente, antes de su terrible y amenazante secesión, cada uno los españoles deberán de recuperar la parte alícuota de ese tiempo usurpado.
- Porque mucho antes de su dorada separación tendrán que devolver a sus tierras originales a los millones de emigrantes españoles a los que explotaron, marginaron, desarraigaron y lavaron el cerebro, etcétera (voluntariamente, of course); eso sí, previa eliminación de las consecuencias de esas torturas y abono de los bienes inmuebles y el lucro cesante. Los políticos catetolanes del resto de España y los ajuares mortuorios de los fallecidos pueden quedárselos. En justa contrapartida España les devolverá a los empresarios, políticos y adláteres que durante siglos nos enviaron para sacarnos los higadillos con el beneplácito de miopes políticos; obviamente, previa expropiación de los todos beneficios que procedan.
- Porque antes de su paradisíaca independencia que, por supuesto, tendrá que ser ratificada por todos los españoles y no solo por ellos mismos, los nazionatas habrán de pagar en billones de euros contantes y sonantes los daños y perjuicios ocasionados por sus infames, por su discriminación fascista, por sus políticas de inmersión lingüística para fomentar su lengüecilla de chichinabo, su propagación de una historia ficticia y delirante, por sus organismos paralelos para maquinar el lavado de cerebro de sus pobrecitos ciudadanos catalanes y el rencor en el resto de los españoles, por las embajadas espurias y por todo lo demás. Porque el que algo quiere algo le cuesta, y la pela es la pela (este concepto, a los vascos, les va a salir por una pasta gansa en su momento).
- Por el ingente monto de parné, pelas y eurillos (que habrán de devolver a tocateja) que cobardemente los nazionatas catalanes han venido sisando al resto de los españoles desde el siglo XIX con el cuento de los aranceles, con sus amenazas vocingleras, con sus caras de chivo ahorcado limosnero, con su victimismo falaz y cobarde, con su peloteo al caudillo, con su aprovechamiento de las veleidades zapateriles y de otros traidores, etcétera.
- Etcétera, etcétera, etcétera.
EL GRAN CAPITÁN (de la IMEC)
Pues yo creo que hay que otorgar generosamente la independencia a ese muslo, pero no por los motivos que aducen algunos señores cuyo nombre de pila casualmente casi siempre acaba en "T". O sea, nada de tonterías sin sentido tipo "ecuación democrática", "España estado demófobo", "baixant de la font del cat" y otras sandeces propias de unos rematados psicópatas hipócritas trasnochados, sino por motivos mucho más sólidos y contundentes, como los siguientes:
ResponderEliminar- Porque los nazionatas son unas desaprensivas moscas cojoneras que nos han hecho perder unos diez mil trillones de horas a los españoles con sus cuentos en periódicos y telediarios, tiempo que podíamos haber empleado en multitud de cosas mucho menos estúpidas que oír el retuntún de sus sueños decimonónicos. Obviamente, antes de su terrible y amenazante secesión, cada uno los españoles deberán de recuperar la parte alícuota de ese tiempo usurpado.
- Porque mucho antes de su dorada separación tendrán que devolver a sus tierras originales a los millones de emigrantes españoles a los que explotaron, marginaron, desarraigaron y lavaron el cerebro, etcétera (voluntariamente, of course); eso sí, previa eliminación de las consecuencias de esas torturas y abono de los bienes inmuebles y el lucro cesante. Los políticos catetolanes del resto de España y los ajuares mortuorios de los fallecidos pueden quedárselos. En justa contrapartida España les devolverá a los empresarios, políticos y adláteres que durante siglos nos enviaron para sacarnos los higadillos con el beneplácito de miopes políticos; obviamente, previa expropiación de los todos beneficios que procedan.
- Porque antes de su paradisíaca independencia que, por supuesto, tendrá que ser ratificada por todos los españoles y no solo por ellos mismos, los nazionatas habrán de pagar en billones de euros contantes y sonantes los daños y perjuicios ocasionados por sus infames, por su discriminación fascista, por sus políticas de inmersión lingüística para fomentar su lengüecilla de chichinabo, su propagación de una historia ficticia y delirante, por sus organismos paralelos para maquinar el lavado de cerebro de sus pobrecitos ciudadanos catalanes y el rencor en el resto de los españoles, por las embajadas espurias y por todo lo demás. Porque el que algo quiere algo le cuesta, y la pela es la pela (este concepto, a los vascos, les va a salir por una pasta gansa en su momento).
- Por el ingente monto de parné, pelas y eurillos (que habrán de devolver a tocateja) que cobardemente los nazionatas catalanes han venido sisando al resto de los españoles desde el siglo XIX con el cuento de los aranceles, con sus amenazas vocingleras, con sus caras de chivo ahorcado limosnero, con su victimismo falaz y cobarde, con su peloteo al caudillo, con su aprovechamiento de las veleidades zapateriles y de otros traidores, etcétera.
- Etcétera, etcétera, etcétera.
EL GRAN CAPITÁN (de la IMEC)