Artículo de Mara Mago
España,
Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Afganistán…
Antes Líbano, Israel,
Chechenia, Kosovo… Después Irak, Mali, Congo, Libia, Egipto, …. Ahora,
Siria, etc, etc, etc,….
¿Acaso importan las víctimas en la gran guerra contra el
terrorismo?
No, no importan. Ahora, antes, después, nunca
importan. Porque los muertos nunca son hijos de los poderosos que
inventan las guerras por codicia.
-Pero, bueno, ¿cuándo ha sido?.
-Anoche. Llevaba ya una semana sin
comer, con vómitos y diarreas. Me levanté a eso de las cuatro de la mañana, lo
toqué y estaba más tieso que la mojama.
Su rostro compungido -el de Rafa-
me provocaba un malestar que no acertaba a encuadrar. De pronto, me sentí en el
deber de darle mi más sentido pésame y demostrarle mi solidaridad con su dolor.
Quería esforzarme en adoptar una aptitud de mayor pesadumbre y, temiendo que se
me pusiera a llorar, me disculpé torpemente y salí huyendo hasta perderme en el
archivo más próximo que encontré.
El mismo archivo que me sirvió de
refugio, el que utilizamos como rudimentaria hemeroteca, me retuvo durante un
largo rato. En la portada de un periódico aparecían unos cuerpos tendidos en el
suelo, cubiertos con una especie de sábana blanca. Por el tamaño de algunos de
ellos se podía deducir de inmediato que eran niños. Escudriñando un poco me
cercioré. Eran niños. Eran niños cristianos. Habían sido asesinados a tiros por
unos “barbudos”. Es cierto, eso decía el periódico.
Estos niños trajeron a mi mente,
en fugaces imágenes, a otros niños. También estaban muertos. Unos eran
cristianos como los que acababa de encontrar en la portada de un periódico.
Otros eran musulmanes. Otros eran judíos. Otros eran budistas. Sólo eran niños.
Vivían en recónditos países que
con mucha dificultad logro situar en el globo terráqueo que mis hijos tienen en
su habitación. Y estas imágenes me conectaron con los muertos fantasmas del 11
de septiembre, la excusa de las víctimas de hoy. A algunos los vimos en directo
desplomarse desde no sé cuantas decenas de pisos de altura para desaparecer
bajo polvo y amasijos de hierro para siempre.
Ahora recuerdo que el día anterior
a esas secuencias me contaron en la televisión que en un país de
Centroamérica una hambruna estaba haciendo estragos entre la población,
sobre todo, la población infantil. Pero, desde el 11 de septiembre no he vuelto
a saber de aquella hambruna, ni prácticamente nada de las guerras africanas, ni
de los conflictos independentistas de las repúblicas
ex-soviéticas: Bosnia, Croacia, Eslovenia, Chechenia...
No recuerdo esos ni otro montón de
conflictos esparcidos por todo el mundo porque los medios de comunicación
llevan dos meses destinando toda su artillería informativa al entorno “….quistán”. Todos esos países
del cercano-medio Oriente que se nos han dado a conocer en un “master” intensivo
sobre su geografía, armamento, religión y antropología.
Sólo podemos saber de aquella zona
del planeta. Así lo han decidido quienes les dirigen, a los medios y las
guerras. Sabemos cómo caen las bombas, cuántas se lanzan al segundo, qué
capacidad de destrucción tienen. Sabemos de espías, de tropas y aviones
infiltrados. Sabemos de terrorismo internacional. El nuevo mal de la era “pos”
de la posmodernidad.
¿Y qué me dicen del Sr.
Laden? ¡Cuántos hermanos! ¡Cuán inteligente! ¡Qué jugosas cuentas bancarias!
¡Cuántas esposas e hijos! Conocemos de su afición a jugar a las batallitas en
las montañas perdidas de esos países del “…quistán”, donde aplica las
tácticas aprendidas en las fuerzas de combate USA durante el tiempo que trabajó
para ellos como infiltrado en los países árabes.
Los daños colaterales
Los daños o “víctimas colaterales”
-muertes al fin y al cabo- estarán justificados. Serán un mal menor porque los
valores de la Civilización habrán triunfado de nuevo. Y, si hay suerte,
a lo mejor encontramos al Sr. Laden y podemos ajusticiarlo en
directo ante la opinión pública mundial, o llevarlo ante un Tribunal
Internacional, constituido por quienes, para encontrarlo, precisamente, han
dejado detrás un reguero de sangre, muerte y destrucción. A lo mejor conseguimos
que en el entorno “……quistán” se imponga un gobierno que, en teoría y en
principio, se adapte o aproxime a nuestros rectos principios democráticos
occidentales. A lo mejor tenemos la suerte de poder despojar a
aquellas mujeres de esos velos que las aíslan del exterior y podemos contemplar
una soleada mañana sus bellos ojos oscuros de mirada profunda e inteligente. A
lo mejor acabamos con el terrorismo internacional. A lo mejor….
Balance de pérdidas y
beneficios
A pesar de todo, el mundo será
mejor, dicen los instigadores en sus argumentarios. Habrán ganado las bolsas,
esos chiringuitos del poder financiero donde señores de punta en blanco juegan
al monopoly. Habrán ganado los bancos, los grandes grupos empresariales
y las
multinacionales. Habrán ganado los fabricantes de armas, los
traficantes y los gobernantes que engrosarán sus cuentas bancarias
en paraísos fiscales mientras consienten en someter a sus súbditos a grandes
pesadumbres.
¿Quién es realmente el enemigo de los pueblos?
Sin duda, habrán ganado los
grandes padres religiosos, no importa el signo, no importa el nombre que le den
a su Dios. Sus parroquias, alimentadas por la sangre derramada de los fieles
caídos, se habrán fortalecido y sus rectores-salvadores se erigirán más todopoderosos, pero humildes servidores del
que sufre.
Habrán ganado las grandes cadenas
de comunicación de masas. ¡Qué filón han encontrado ahora con esto de la guerra
del tercer milenio!
¡Lucirán medallas y banderas! ¡Fortalecerán fronteras y alambradas!
¡Cantarán himnos y gritarán arengas!
¿Y qué me dicen de esas lustrosas
entidades y, sin embargo, volátiles, inasequibles, imperceptibles, insípidas e
inodoras que vienen en llamarse Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial,
G-8….? Continuarán, por supuesto, haciendo su trabajo, como viene
siendo habitual desde su origen: con rapidez, eficacia y eficiencia.
¡Y esos ejemplos de solidaridad
que son las ONGs! ¿No van a ganar? Pues claro que también. Cooperantes,
programas, campañas para recoger fondos, ropas, alimentos no perecederos,
medicinas que se distribuirán de forma ecuánime para atender con urgencia, o
no, las necesidades de la población
masacrada. ¡Es bonita esta labor!, como la
de los soldados en misión de paz. Su personal semifuncionario
podrá permanecer establecido indefinidamente en este novedoso nicho de empleo
cuasi fijo, modelo ‘’Hermanas de la Caridad’’
versión progre. “New age siglo XXI”. Pido disculpas a cuantos
trabajan en este campo de buena fe y, sinceramente, guiados por un sentido de
auténtica solidaridad. Los hay.
En fin, habremos ganado tanto y
tantos al final, como decía, que no importarán los muertos. Las víctimas
de uno u otro lado quedarán reducidas a excusas, parapetos, peones. Apenas se
echará cuenta del sufrimiento y del dolor causado. La Humanidad: mi vecino, mi
padre, usted y yo, y mi compañero Rafita, seguirá con su quehacer cotidiano,
como hasta ahora, como siempre, indiferente. Hasta la próxima. Que puede ser...
cuando, por fin, vengan por ti.
Dentro de unos días, los voceros
del Poder –tras sus máscaras ideológicas- empezarán a documentarnos sobre algún
problema nuevo -inventado, por supuesto- que se habrá hecho aflorar en
cualquier lugar recóndito o no del universo. Desviarán nuevamente nuestra atención
de viejos conflictos siempre latentes. No está lejos el día en que desenfocarán
algún acontecimiento realmente decisivo para el devenir de la Humanidad con
alguna otra estrategia de distracción y destrucción masiva. Nuevos muertos
sustituirán a los de hoy. Nuevas lágrimas enjugarán las de ayer. Otros
corazones sufrirán para encallar los que ahora están rotos. Así se va
haciendo historia, aunque no la Historia.
Diciembre, 2001.
Nota.-
Con motivo del XIV aniversario del 11-S, he desempolvado este viejo texto que escribí
en aquel tiempo en que se desencadenó la Operación “Libertad Duradera”. La
guerra de Afganistán fue la respuesta inmediata a los atentados terroristas
ocurridos contra el World
Trade Center, en Nueva
York, y contra el Pentágono, en Washington DC. Ocasionaron, según
cifras oficiales, cerca de 3.000
fallecidos y más de 6.000 heridos, muchos de los cuales han muerto después.
Aquel episodio fue el detonante de la Guerra contra el terrorismo yihadista
que se prolonga hasta nuestros días y que se ha extendido desde Asia hasta África
y Europa. Imposible, después de 14 años de conflicto armado internacional, cuantificar las víctimas, pero existen datos
no confirmados oficialmente que las sitúan en torno a los 3 millones de
personas y otros tantos de desplazados y refugiados por el mundo. Lo peor es
que, según todos los indicios, esto no ha hecho más que empezar. Nunca los
señores de la guerra habrían soñado un escenario más propicio para sus
intereses. Nunca los pescadores varios océanos revueltos. O sí.
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