Artículo de Cornelia Cinna
- La cesárea de Susánida
- El abrepuertas del hijo de la presidente, como agnomen.
En la larga travesía andaluza hacía la nadería política y
el blablerío gubernamental, se ha producido la aparición larvada del presidente
sustituto: Manuel Jiménez Barrios, alias o praenomen Chiqui -que no Kichi-. El
decisivo mandatario se ha estrenado insustancialmente como dirigente de la
intrépida nave andaluza, que más bien es un buque fantasma, porque no hay
medidas significativas en el último Consejeo de Gobierno, sólo nombramientos.
Será la calor.
La sustitución previsible se ha debido, como por todos es
sabido, a que hace una semana y un día, Susánida tuvo a su primogénito en un
hospital público con atención privada. Ampliamente se ha comentado la famosa remodelación de la planta, justo
cuando la Superlativa iba a ser madre. Casualidades no tan casuales que podrían
ser causales.
Como las calores aprietan, la mayoría está de vacaciones
-menos los de esta revista digital- y no estamos para sesudeces, vamos a hacer
un artículo al hilo anecdotario de esta feliz noticia para los Moriche-Díaz,
nueva pero vieja saga socialista.
Lex Caesarea
Por un lado, me llama mucho la atención el hecho de que,
cumpliendo su gestación a mitad de agosto, se haya adelantado la intervención
dos semanas. No tiene sentido salvo que haya sido in vitro y estas gestaciones suelen tener 37 semanas. Por otro, se
ha publicado que el alumbramiento fue por cesárea, falsa etimología que la
relaciona con mi marido, César. Un epónimo, a todas luces incierto.
Llegados a este punto, tengo que aclarar que en absoluto,
mi amantísimo nació por cesárea porque conocí a mi suegra. Si no me creen, los
documentos historiográficos, como el de Suetonio, dan fe de que Aurelia Cotta
vivió muchísimos años después del parto de su hijo.
Plinio aseguraba que se trataba de un antepasado suyo el
que nació por un corte, "caesum" en el vientre de su madre. Otros se
decantan por el origen de la palabra etrusca, sin mayor connotación o
simplemente, se desconoce.
Pero yo, que estuve allí,
os puedo decir que la ley regia precedió en siglos a mi caro marido y no
tiene nada que ver con el dictator. Así, muchos siglos antes - VII a.c- se
promulgó la Lex Caesarea, de referencia en el Digesto, remontándose a los
primeros reyes de Roma, concretamente a Numa Pompilio, que prohibía enterrar a
una mujer embarazada, salvo que le sacaran al feto antes. Es decir, tenía doble función: salvar la vida
del niño y el alma de la madre.
El texto es: D. 11, 8, 2 (Marcell. 28 dig.): "Negat lex regia mulierem, quae
praegnas mortua sit, humari, antequam
partus ei excidatur: qui contra fecerit, spem animantis cum gravida
peremisse videtur." De no haber sido así, uno de cada ocho niños hubiese
muerto. Ley de obligado cumplimiento.
Cicero Susánida
Volvamos al tema que nos ocupa. Al recién nacido hijo de
la presidente de la Junta de Andalucía lo llamaban sus propios padres
"Chicharito". No he encontrado en sitio alguno, noticias sobre el
nombre real del infante afortunado. Lo que sí podemos garantizar es que no se
llamará Gaspar, ni Manuel ni José Antonio. El nombre de la criatura es alto
secreto autonómico, por lo visto. Lo que no sabe es que "Chicharito"
será un cognomen que lo acompañará siempre, acuñado por sus progenitores.
La primera vez que lo escuché, me acordé de Cicerón cuyo
nombre completo era Marcus Tullius Cicero. Praenomen, nomen y cognomen, o sea,
nombre, apellido de la tribu y patronímico de la familia. Datos que
extrapolados a la criatura del pan debajo del brazo, sería, X Moliche Díaz,
alias "Chicharito".
Cicerón, al que conocí en mi reencarnación corneliana y
que pertenecía electoralmente a mi misma tribu, no le importaba nada su mote,
Garbanzo, sino todo lo contrario, se enorgullecía de él. Posteriormente la
palabra "cicer" de la tercera declinación se palatalizó en ch, dando chícharo. Parece ser que no es un
vocablo indoeuropeo. Los entendidos lo ven más como léxico viajero de sustrato,
ie, de las lenguas prerrománicas, pasando al latín como préstamo lingüístico.
En esa época el reparto de garbanzos o cualquier alimento
aseguraba el clientelismo, como ahora el
antiguo PER que le han cambiado el nombre, las pensiones no
contributivas, las ayudas asistenciales a las familias, subvenciones,
incentivos a empresas, etc.
Como testigo puedo asegurar que para nada tenía Cicerón,
como dicen, una verruga en su protuberancia nasal. El mote, según Plutarco, le
venía de un antepasado suyo, que sí la tuvo y quedó como sobrenombre de la familia.
Otros lo explican como un símil de la calvicie familiar, más calvo que un
garbanzo. Hecho coincidente, mas no necesario.
Pues no, el que tenía razón era Plinio, porque su gens o
tribu se dedicó al cultivo de tal legumbre, como Fabius. De análogo modo a
estos apelativos, en nuestra cultura
tenemos Herrero, Carbonero, Tejedor o Zapatero, de tan infausto recuerdo.
Dicho lo cual, el cognomen o sobrenombre se utilizaba para
diferenciarse de la gens, la tribu, ya por sus características físicas -Cincinnatus,
de cabello rizado, Grassus gordo; Flaccus, de orejas caídas, Claudio, el cojo,
Balbo, el tartamudo, Catulo, el cachorro-, rasgos personales -Sesquiculo, tonto
y medio-, origen de la hazaña,
Africanus, etc.
Detalles personales
Mi amado César tenía como praenomen Gaius, nomen Iulius y
Caesar de apodo, caesaries, cabellera, peludo -cuando era casi calvo-. Esta es
la explicación más extendida, sin embargo incierta. Otra cosa es que por
similitud fonética, la usarán como chanza sus adversarios.
La verdad es que el cognomen le vino heredado y, como se
ha dicho en el primer párrafo, hace referencia al nacimiento de un antepasado
suyo del siglo III a.C., que nació por un corte en el vientre materno. A él, no
obstante, le gustaba más otra variante, elefante " caesi"-voz
púnica-, por un antepasado que cazó uno y de hecho, Gaius hizo acuñar monedas
con ese animal. Véase la ilustración de este artículo.
Otros curiosos apodos son Suetonio, el tranquilo, Rufus,
el pelirrojo, Calígula, el sandalitas o botitas, Léntulo, el muy lento o
huevón, Escévola, zurdo. Estrabón, bizco, Ovidio Nasón, el napia, Varrón,
tarugo, o Lépido, siendo bastante cafre, significa todo lo contrario, amable,
simpático, modo irónico. Nadie ha estudiado tanto el sentido del humor romano,
como mi admirada Mary Beard.
Mi añorado padre se llamaba Lucio Cornelio Cinna, el
cenizo, cuatro veces cónsul. Era normal que nos llamáramos las romanas como la
gens o tribu de nuestros padres en femenino: Julia -hija de Julio-, Pompeya
-hija de Pompeyo- como Livia Drusilla era hija de Marcus Livius Drusus. Y si
había dos hijas, Maior o Minor, en caso de más, se usaban los ordinales. Por
ello, me llamo Cornelia Cinna Minor, aunque también me llamaban Cinnilla, un
diminutivo.
Asimismo, dentro de un mismo clan o tribu existían
distintas subfamilias,, v. gr. los Cornelios Escipión, los Cornelios Sila -de
nariz pequeña-, que tanto me hicieron sufrir, y nosotros, los Cornelios Cinna,
como la misma variedad que familias socialistas...
Finalmente, además de lo referido, había algunos que
tenían un cuarto nombre, el agnomen o renombre, de carácter honorífico:
Atticus, Asiaticus. Así se entiende el del Africano de mi primo lejano Scipión,
el que sirve de bastón; u otros como Máximo, Magno, etc. El cognomen sí se heredaba
pero el agnomen no.
Nada, cuando el hijo de la presidente sea mayor, que le
cuente el cuento de Cenicienta y Garbancito, tirando del anecdotario filológico
clásico. Nunca falla cuando se es latina, claro.
Coda:
Chicharito- su cognomen- puede que se llame José María, como su padre y su
abuelo José, de la gens socialista de los susánidas y como agnomen, el hijo de
la presidente, para toda su vida. Lejos quedará el nieto del fontanero.
Que bien os lo pasaréis en casa!!! Que cachondeito más sano!!! Enhorabuena por el artículo
ResponderEliminarQue bien os lo pasaréis en casa!!! Que cachondeito más sano!!! Enhorabuena por el artículo
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