Artículo de Luis Marín Sicilia
Con la toma del poder en las nuevas corporaciones locales y autonómicas ha vuelto a ponerse en boga, en toda la geografía nacional, y muy especialmente en la andaluza, la vieja frase de "Natalio, colócanos a tos". El peculiar político granadino, Natalio Rivas Santiago, nacido en Albuñol en 1865, tenia un arte especial para tocar los resortes más íntimos y estimulantes que mueven a las personas: prometía enchufar y colocar a todo el mundo que se le acercara, vecinos, parientes, amigos, simpatizantes y conmilitones de partido. Su capacidad de "adaptación" al medio político le llevó a presidir la Diputación de Granada con 27 años, en la época del caciquismo, a ser diputado por el Partido Liberal de primeros de siglo, también diputado en la Segunda República y, ya nonagenario, procurador en las Cortes franquistas. ¡Ejemplo camaleónico que, con tanto éxito, cultivan tantos políticos de esta democracia oportunista y logrera!
Y es que, siguiendo el ejemplo del popular Natalio, el espectro social al que se le pueden prometer enchufes y prebendas, a cambio del favor de su apoyo electoral, es hoy tan amplio y apetitoso que explica, por sí mismo, la razón por la que la corrupción política en Andalucía no tiene el castigo que un mínimo de ética y dignidad social exigiría. Es inconcebible el desparpajo con que el líder de Ciudadanos en Andalucía ha despachado el tema de los cargos políticos de la Junta imputados en distintos procedimientos. No es de extrañar que por las redes circule el enorme parecido entre Valderas y el nuevo sostén del régimen, Juan Marín, cuyo futuro puede estar en los aledaños del PSOE andaluz, pero el de su partido en Andalucía puede seguir el rumbo del de los anteriores "bastones" del régimen, PA e IU.
Si algo es prioritario en Andalucía es la limpieza ética de las conductas políticas, especialmente en el partido que monopoliza la acción de gobierno, cuyo mandato va camino de superar al del régimen franquista, del que ha copiado lo más nauseabundo como era la manipulación e instrumentación sociológica de la corrupción. Aparte de los escándalos ya judicializados, asistimos estos días al descaro sin par con que se pagan indemnizaciones y dietas y se nombran cargos a destajo sin ningún tipo de rubor, poniendo de manifiesto la desvergüenza con que "esta presidenta" anunciaba a bombo y platillo el fin de las excrecencias del nepotismo y del clientelismo y, por contra, lo poco que ha durado el propósito de enmienda que, con tanto énfasis como poca convicción, proclamaba en sus tournées televisivas.
Con todo ello, lo peor es el ejemplo que tal conducta ha provocado en las nuevas formaciones que han alcanzado cotas de poder. Del PSOE, a estas alturas, no puede esperarse ningún afán regenerador, pero resulta dramático que las formaciones emergentes de izquierda hayan caído de inmediato en la misma corruptela del enchufismo, circunstancia que, en el fondo, no sorprende demasiado a un personal que entiende la política como la forma más directa y poco esforzada de encontrar un puesto de trabajo poco exigente. Y han creado cargos de confianza, asesores y otras mamelas sin rigor y con el único norte del nepotismo, nombrando a amiguetes, novietes, familiares, militantes y simpatizantes, orillando la normativa básica para la contratación de personal directivo. Porque, según el Estatuto Básico del Empleado Público de 2007, tales cargos deben estar sujetos a evaluación según criterios de eficiencia, responsabilidad en la gestión y control de resultados respecto a los objetivos que se les fijen. Basta revisar los currículos de los nombrados para percatarse del nulo respeto que los nuevos, como los viejos, tienen al cumplimiento de las leyes.
Una vez más hemos de lamentarnos de que los principios de mérito y capacidad en la selección del empleado público, y los criterios de idoneidad, mediante procedimientos que garanticen la publicidad y la concurrencia, sean papel mojado para una casta política hoy incrementada con el profesorado de menor nivel que ha invadido la actividad partidaria. Y es que, en Andalucía, la función pública es un coladero de advenedizos. A través de subvenciones viven liberados sindicales y organizaciones empresariales; a través de nuestros impuestos se pagan cargos "ad nominen" en diputaciones, ayuntamientos, comunidad autónoma y demás entes territoriales.
Mientras todo esto ocurre, la regeneración queda en el olvido. Porque enchufados son prácticamente la totalidad del personal eventual instalado en las Administraciones Públicas. Si partimos de la base de que dicho personal tiene una función de confianza y asesoramiento especial, es inconcebible que tal tarea no puedan desempeñarla, con mayor conocimiento, los funcionarios de carrera. En el fondo se trata de exprimir las ubres del erario público, tirando el dinero de todos en colocar a los amiguetes. Mientras esta práctica no se extermine no tendremos democracia auténtica porque el principal precepto que un sistema democrático debe cumplir es el del respeto a la legalidad y el de la buena administración de los impuestos que pagan los ciudadanos. Y mientras, nuestros políticos viejos y nuevos seguirán a lo suyo, es decir a la práctica mas vil del viejo caciquismo, “colocándolos a tos”.
Parafrasean de maravilla a Antonio Burgos, con voz cantada de Carlos Cano, en las "Murgas de Emilio El Moro": <<¡¡¡Colócanos, colócanos, ay por tu madre, colócanos...!!>> [tachín, tachín ]
ResponderEliminar