Artículo de Rafa González
Debo a ustedes
comentarles que, por primera vez en mucho tiempo, he vuelto esta semana de un
viaje por España con buen sabor de boca. Me conocen muchos en mi familia y
círculo de amigos como el gran criticón de su país, especialmente desde que mi
desafección alcanzó sus mayores cotas en mis tiempos de estudio. Sin embargo,
esta semana me ha dejado una impresión muy diferente. En este artículo trataré
de explicarles por qué.
Hay varios
factores que han contribuído a una percepción más positiva de la realidad, y
los resumo, sin ningún orden especial, en los siguientes:
- La compañía:
durante la carrera fui un verdadero huraño cuyos compañeros más leales fueron
los libros de la facultad. Ahora sigo siendo un huraño, y rara es la vez que
viajo acompañado. Pero esta semana lo he hecho, con una amiga eslovena, y me he
visto obligado a enseñarle la mejor cara del país para que se fuera contenta,
apartando de mí lo negativo.
- Filiaciones:
de chico iba al campo del Betis por una afición que era más bien una inercia y
a la iglesia por complacer a mi madre, pero en mi adolescencia empecé a salirme
de los grupos en los que no aterricé por iniciativa propia. Puedo decir que mi
llegada a El Demócrata Liberal en enero de este año ha sido la primera vez que
he ingresado en un proyecto con gente incluso desconocida en el que me siento
muy a gusto y muy bien influído. Encontrarte con gente que tiene tus mismos
intereses y objetivos, aunque los expresen o persigan de manera distinta, es
harto reconfortante. Pero lo mejor de todo es cuando en Alemania me preguntan:
'y por qué no trabajas de periodista?', y yo les contesto que ya lo hago.
- Ánimo vs.
crítica: durante esta semana he hecho un experimento con mi amiga eslovena. En
todos aquellos restaurantes donde hemos comido, hemos dejado una propina de
entre el 10% y el 15%. Se trata de algo casi obligatorio en países de mayoría
protestante como Alemania, o incluso en católicos como Chile, pero ningún
camarero en España espera ganarse dos euros de propina en una comida de 20. La
idea mía era premiar el buen servicio, que durante esta semana pasada ha
sorprendido positivamente a este huraño que no hace muchos años ponía a parir a
funcionarios y gente que trata a clientes como subordinados. He descubierto
esta semana que la motivación de la gente que lo hace bien no solo tiene
mejores efectos que la crítica al que lo hace mal, sino que es incluso sana
para el ya crispado emisor de esas críticas.
- Españoles
buenos y malos: fueron también los años de universidad los que me convencieron
del todo de que España era un país de pirados con pocas excepciones. Hoy en
día, aún confirmo a veces esta teoría cuando consulto Internet y veo tanta
estupidez gratuita. Sin embargo, en esta semana de vacaciones en España he
intentado ser más objetivo y he visto a gente buena, con muy buenas
intenciones. Que allí donde yo veo mal no suele haber mal de verdad, sino
cuatro malignos con el control de una desinformación inaceptable. En momentos
de gran frustración intento recordar que España no es solamente Artur Mas,
Rubalcaba, Fernando VII, Santiago Espot, Mario Jiménez, el conde de Romanones,
Juan Carlos Monedero o Willy Toledo, sino también Benito Pérez Galdós,
Francisco de Quevedo, los jueces Ruz, Castro y Alaya, Amando de Miguel, Javier
Cercas, Santiago González, Hermann Terstsch y Felipe VI, que comparado con los
anteriores reyes, y en especial con su padre y su bisabuelo... joder, es un
pedazo de cacho de trozo de rey!
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