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lunes, 6 de julio de 2015
Soy facha
La mar, con su diversidad incansable que llena todas las horas del día y de la noche, el monte de Venus de una mujer y la calificación de facha me producen un inmenso placer. Una voluptuosidad viva como cuando la brisa me acaricia el rostro en las horas de navegación. En verdad no encontrarán en mis escritos ni una sola línea alabando a un dictador, ni una. Sin embargo, llevar tantos años escribiendo sobre la corrupción de la república bananera de Andalucía ha provocado que una legión de tarumbas me defina como facha. Finalmente el calificativo ha terminado por gustarme tanto que, si pudiera, lo colocaría en el apartado de profesión.
Sí, soy facha porque creo en una nación, la española, donde todos los ciudadanos seamos iguales ante la ley. Un país en el que políticos oportunistas dejen de vivir de castañas históricas tan falsas como el fuera de juego en un futbolín. Esos supuestos estadistas que siempre inventan una arcadia feliz en su pasado regional. Cabreros que olvidan que en el pretérito las mujeres vascas llevaban un peinado en forma de falo y, los cántabros se lavaban los dientes con orín. Sí, soy facha porque soy de los que piensa que cuando más de diez personas me dan la razón, me veo obligado a adoptar la posición contraria. Sí, soy un facineroso de cojones porque por más que rebusco, no hallo ningún hecho diferencial más en ningún pueblo de España que justifique las tensiones territoriales. Sí, soy facha porque considero que el buen nombre de la nación me empuja a no caer jamás en posturas que lleven a otros españoles al exilio. Sí, soy facha porque considero a Israel el dique que protege al mundo libre de la barbarie islamista.
He de reconocerlo, soy facha, requetefacha, pero represento a la persona a la que irían a buscar cuando las cosas se ponen feas. El hombre que lucharía hasta las últimas consecuencias por evitar un nuevo Franco o, Dios no lo quiera, un renovado Frente Popular que llenaría las cunetas de cadáveres. Es sintomático que después de tantos años no se hayan dado cuenta de que yo no soy un español cualquiera, en realidad ninguno lo es, pero hoy es más necesario ese ibérico que dibuje una raya imaginaria y diga; “no, por aquí no pasas”, porque Cataluña no ha sido jamás un país independiente, porque España es la nación moderna más antigua del mundo y porque llevamos la marca de la victoria en la piel.
Por eso hoy quiero que quede constancia de que soy el más facha entre los fachas. Empero, también quiero que el personal no vuelva a confundir nunca mi personalidad con mi actitud. Mi personalidad es quién soy y mi actitud, faltaría más, se basa en quien eres tú. Teniendo en cuenta esa distinción, soy capaz de tomar mi espada o tirarme al mediterráneo para salvarte al pellejo. Y de momento, ni Pablete Iglesias, ni mucho menos Albertito Garzón, han condenado las dictaduras bermejas. Por lo tanto, voy a seguir describiendo sobre el infantil tartamudeo comarcal de la clase política española y, muy especialmente de la secta de izquierdas que lleva, y no es una opinión, más de tres décadas robándonos y engañándonos.
Sí soy facha porque amo la bandera y el escudo con el castillo de oro, con el león rampante de purpura, con la cadena de oro puesta en cruz y con mi señera del Reino de Aragón. Sí soy facha porque quiero a la lengua española y me derrito con la literatura en catalán de Josep Pla. Y es que, háganse cargo, ser facha hoy día es lo más honrado que se puede ser.
Muchos explican los acontecimientos patrios por conspiraciones pero se subestima, y en todo momento, la estupidez y la ignorancia del personal. Eso incluye irremediablemente a los tasadores de fachas con sus taras profundas. Mi padre solía decir que la estupidez de muchos españoles es infinita y yo pienso que se quedó corto. ¿Facha? A mucha honra.
Espléndido.
ResponderEliminarMuchas gracias Rafael.
EliminarTodos los que tenemos dos dedos de luz y algo de "memoria histórica" de la buena de la que enseña. Somos "fashas"
ResponderEliminarDesgraciadamente el rechazo a lo español es lo habitual en España así que fachas de verdad somos por pensar lo contrario. Saludos
EliminarMe encanta que hayas ilustrado tu artículo con el Castillo de San Marcos (no el de Sanlúcar de Guadiana o el del Puerto de Santa María, ambos admirables) sino con el de San Agustín en Florida, USA, cuya historia es apasionante. Y me enorgullece que tenga como enseña la Bandera de España de la época, la cruz de Borgoña. Mientras allí conservan con orgullo las banderas, conservan los nombres originales e incluso muchas costumbres, aquí, por culpa de unos ceporros peñazo-decimonónicos nos llevamos toooodo el día a la greña. ¡Qué pena!
ResponderEliminarGracias Curro; tienes razón en afirmar que es penoso que los españoles hayan decidido, y sin que nadie les haya obligado, jugar en tercera división. No solo es que muchos no quieran conocer las derrotas, es que se avergüenzan hasta de las victorias. Es un caso único en el mundo cuando en realidad España e Inglaterra han sido, para bien o para mal, las dos naciones que más han contribuido a transformar el mundo.
EliminarEs evidente que un país que decide olvidarse de sus símbolos demuestra hasta que punto está perdido. Como bien indicas, la bandera de España que ilustra esta columna intenta, de alguna manera, recordar a todos aquellos que regaron con su sangre y su sudor todos los continentes Por ello, me congratulo de que todavía haya españoles de bien que se acuerdan de lo que fuimos.
Un saludo