El desierto de Almería es tan árido que ni un conejo se
atrevería a cruzarlo sin llevar fiambrera y cantimplora. Es cuestión de sentido
común que es el menos común de los sentidos. Se llama ser previsor. Aplicando
el cálculo de las posibles contingencias, si usted, macho ibérico donde los
haya, recibiera en pleno estío la visita de unas bellas damiselas escandinavas
con fuego en la entrepierna, su primera medida juiciosa sería hacer acopio de
miles de preservativos. Igualmente, si hubiera de pasar el invierno en una
cabaña del frío Canadá, haría bien en llevar siempre consigo un rifle. No vaya
a tener la desgracia de toparse con un oso que, hambriento y desesperado,
desease lo mismo
que su señoría al contemplar a las nórdicas. Y es que nunca se
sabe cuando a uno lo quieren poner mirando a Cuenca. Caminemos, y yo el
primero, por la senda de la precaución.
En cualquier caso, no soy experto en conejos campestres pero
sí sé algo de osos y, de conejitas ni les cuento. También soy bastante avezado en saber que solo
puedo confiar en mi miembro pues es el único que nunca me dará por detrás. Por
eso, cuando el día de San Juan se asoma tras la esquina, un servidor se echa a
temblar literalmente. Primero porque mi pequeña playa privada se empieza a
llenar de extraños seres vocingleros. Segundo porque la población de Málaga se
quintuplica en esta época y, la Junta de Andalucía decide cerrar el 25% de
camas y más de la mitad de los quirófanos. La consecuencia es un caos sanitario
de tal calibre que se colapsan todos los servicios de urgencias. Y eso en la
provincia de España con el peor ratio de camas por habitante.
Ante tal despropósito, cabe preguntarse si el gobierno
regional lo hace por pura maldad o porque sus miembros reúnen todas las
características del necio. Aquí uno puede ser previsor hasta cierto punto, pero
no podemos decidir en qué momento hemos de enfermar. Luego están los imponderables de la vida: un
accidente provocado por un turista buscando la playa a la altura de Ronda, un
buitre leonado que ataca a la suegra en el parque natural de El Chorro.
Infortunios que siempre les ocurren a los demás hasta que nuestro ángel de la
guarda decide hacerse el despistadillo. En esos casos, ni rifle, ni
preservativo, ni una mísera cantimplora
serán suficientes para evitarnos el mal trago.
Sea como fuere, el asunto es que los zopencos del
gobierno de la taifa han decidido no dejar día del año sin putearnos. Creo que
sería mucho más fácil si tiraran una bomba atómica en el corazón de la
Malagueta. Así, de una tacada, acabarían con esta población tan levantisca de
una puñetera vez. Sí, esa acción es tan discreta como la presencia de un
elefante en una ermita junto al mediterráneo, pero tampoco son los socialistas
muy mesurados a la hora de meter la mano en la caja común. Por otra parte, la
Sexta, Cuatro y Canal Sur ya encontrarían alguna justificación al bombardeo de
Málaga como en el caso de Zapata; “el contexto histórico y tal”, esta gente era
de origen judío y comerciaba hasta la usura, eran del PP.
Como ustedes comprenderán, los nacidos en estas orillas
marinas nos sentimos como Tsutomu Yagamuchi- japonés que sobrevivió a las dos
bombas atómicas que lanzaron los norteamericanos contra Japón- y no
tenemos ninguna necesidad de mostrar en
público el símbolo de nuestros exterminadores. Como de momento no tenemos
ejército que nos defienda, nos limitamos a ver como el gobierno se hace el
harakiri contratando a la ex Rectora de la Universidad de Málaga, una de las
peores de España según el ranking. Entonces sabemos que el golpe al bombardeo
va a ser de 40 kilotones- el doble de lo normal-. Sencillamente, cuando un presupuesto entra en
contacto con Doña Adelaida de la Calle, prepárense para el apocalipsis. Quedan
todos avisados. Sean previsores y el de la gorra que corra.
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