miércoles, 6 de mayo de 2015

Empresariado socialista




Corre por ahí una leyenda urbana según la cual los empresarios son por lo general amigos del liberalismo económico, y por tanto más afines a los partidos de la derecha, que suelen  defender estos postulados. Nada más lejos de la realidad, en un doble sentido. Primero porque no hay muchos partidos hoy día que gobiernen o tengan expectativas de hacerlo -ni de derechas ni de ninguna parte, ni en España ni en otros países de nuestro entorno- que sean realmente liberales, a pesar de que hay quienes gustan de poner por doquier la etiqueta de “neoliberal”, más que nada tratando de desprestigiar a determinados adversarios en una sociedad en la que la libertad cotiza poco.  Segundo porque los propios empresarios, al menos en este país  que todavía no se ha quitado del todo las legañas del paternalismo estatal franquista, son a lo sumo amigos de su propia libertad, como cualquier hijo de vecino,  pero no de la de los demás.

Ellos prefieren, para empezar,  un estado protector de sus negocios, que les evite tener que luchar en la medida de lo posible con la siempre incómoda  competencia. Un estado que proteja su status frente a inoportunas iniciativas que puedan restarles cuotas de mercado. Ahí están los casos de UBER o de los hoteleros tradicionales  contra el emergente sector de los apartamentos turísticos.

Los empresarios –los malos empresarios que son muchos de los que tenemos en España- prefieren también un estado, unas administraciones públicas, con las que sea fácil hacer negocios. Que concedan cuantiosas subvenciones para paliar su incapacidad para generar recursos por sí mismos, o que gasten el dinero a manos llenas en contratos y adjudicaciones que les favorezcan.  A  veces, más fácil que convencer  a muchos clientes para que voluntariamente compren tus productos es  convencer a una administración, que coactivamente se encarga de extraer el dinero de los bolsillos de los ciudadanos, para que acabe en el bolsillo del  sagaz  emprendedor.  Qué decir de aquellos empresarios que viven en gran parte del favor o el capricho político (léanse por ejemplo las actividades empresariales relacionadas con el urbanismo). Con tal de sacar rédito poco les importará  que el  responsable de turno cumpla o no las leyes. Si tantos políticos corruptos hay en España se debe en gran parte a que hay otros tantos empresarios dispuestos a corromper para sacar a delante sus negocios.

Descartado pues que los empresarios españoles, en general y salvo honrosas excepciones, sean partidarios de la verdadera economía de libre mercado,  y por tanto de la menor intromisión, para lo bueno y para lo malo, de la administración  en la actividad económica,  poco puede extrañar, aunque ciertamente no sea habitual, el posicionamiento tan claro y rotundo expresado la semana pasada por presidente de la patronal sevillana,  Miguel Rus, en favor del candidato socialista a la alcaldía de Sevilla en las inminentes elecciones municipales, Juan Espadas. No hace sino expresar la forma que una gran parte del empresariado, especialmente en Andalucía, tiene de entender lo que es la actividad empresarial y su función en la sociedad, que al parecer siempre tiene que ir a remolque del poder político. Esta es sin duda una de las claves de la situación que vivimos en nuestra comunidad autónoma, en la que todo se supedita gustosamente a lo que disponga quien maneja lo que se publica en el boletín oficial.

El sr. Rus no sólo ha apoyado claramente y sin ambages al candidato socialista sino que ha denostado lo que ha sido la labor de la corporación municipal en los últimos cuatro años, en que el equipo de gobierno se ha dedicado fundamentalmente a sanear las cuentas  del Ayuntamiento, prácticamente en quiebra al inicio del mandato, antes que a seguir despilfarrando el dinero de los sevillanos para forrar a unos cuantos.

Es normal que algunos empresarios echen de menos la época de Monteseirín. Quizá no los que han cobrado por fin sus facturas pendientes, después de años esperando, gracias al Plan de Proveedores, pero sí aquellos otros que hacían grandes negocios a costa de las depauperadas arcas municipales. Que se lo pregunten si no a SACYR, que, según hemos sabido también esta misma semana, se va a embolsar por las dichosas Setas otros treinta y seis millones de euros (unos  6.000.000.000 de las antiguas pesetas, por si alguien todavía no maneja bien los cambios)  a costa de todos los sevillanos,  gracias al regalo que el anterior alcalde les hizo en los últimos días de su mandato.

No deja de ser significativo que el sr.  Rus sea precisamente presidente de la patronal de la construcción,  aparte de la CES. A los malos empresarios, los que no son capaces de crear riqueza si no es con favores y prebendas de la administración, este es el tipo de políticos que les gusta. No digo yo que Espadas tenga que ser igual que Monteseirín,  pero tampoco tengo motivos para esperar otra cosa cuando no le he oído decir ni mu sobre al asunto. A los sevillanitos de a pie nos debería preocupar muy mucho que el presidente de los constructores se muestre entusiasmado con el sr. Espadas, porque me da la impresión que quienes tienen todas las papeletas adjudicadas para pagar los festejos de tan entrañable amistad, si el candidato socialista llega a la alcaldía, somos precisamente nosotros.



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