Unas elecciones andaluzas, anticipadas caprichosamente por una lideresa sobrada de autoestima, han servido para que dos tercios de andaluces digan claramente que hay que regenerar la vida política. Se trata de los electores que no votaron al partido que ha monopolizado el poder andaluz en los últimos treinta y tres años. Dieron su respaldo a cuatro opciones distintas, pero todas ellas llevaban como promesa el cambio y como acción de futuro la regeneración.
En el toma y daca de las investiduras fallidas se ha hablado mucho del término pero ningún partido ha dejado clara su postura para regenerar la política andaluza. Es deprimente que para algunos baste la salida de dos políticos amortizados, como si la responsabilidad fuera no solo de personas concretas sino de la misma organización política que montó y administró el sistema corrupto. Y es infantil pretender que vetando a ciertos operadores del sector financiero se resuelven los graves problemas de Andalucía.
Las causas de los abusos de poder en esta comunidad residen, sobre todo, en la falta del control de legalidad por parte de una Administración que ha caciqueado toda su estructura e invadido todos los órganos que debieran garantizar la independencia de la función pública, el mérito y capacidad en su selección y el acceso profesionalizado a los escalones más altos de su estructura orgánica. Para que nos entendamos, mientras subsista la Administración paralela, las agencias y fundaciones para enchufados, el control de los medios públicos y el intervencionismo político en los órganos fiscalizadores del gasto, no habrá regeneración y el PSOE andaluz seguirá haciendo de su capa un sayo y administrando Andalucía como un cortijo de su propiedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario