martes, 7 de abril de 2015

Silencio cómplice




Vacuas palabras de condolencia, triviales discursos de condena, hueros mensajes de reproches… es lo máximo que hemos podido escuchar de las autoridades políticas internacionales sobre el atentado islamista del pasado Jueves Santo en la Universidad de Garissa, en Kenia.

Al menos 147 personas fueron asesinadas y otras 80 resultaron heridas. Mientras los terroristas de Al Shabab preguntaban a los estudiantes por su religión y abrían fuego o decapitaban a los que profesaban el cristianismo, convirtiéndolos en improvisados mártires del siglo XXI, los occidentales -europeos, españoles y andaluces, cristianos practicantes- mezclados con alborozados folcloristas de no se sabe qué proscrita fe, evocábamos juntos en las calles, quizá también revueltos, la pasión de Cristo.


¡Ignorantes muchos, conocedores incontables, cómplices todos! Y como ejemplo, Sevilla: extasiados ante Los Negritos, Las Cigarreras o El Valle, deslumbrados ante La Quinta Angustia, Montesión, Pasión o La Exaltación, boquiabiertos ante el adobito o el serranito de turno y la cervecita refrescante aliviadora de tantos males… ¡otra de gambas!

Mientras, en una ciudad del Cuerno de África que es la forma más sutil de evocar el quinto pino, el ataque terrorista de Al Shabab provocaba escenas dantescas sumando decenas de cadáveres y heridos: estudiantes que en su desesperación intentaron simular que eran musulmanes, y a los que los seguidores de Mahoma, acto seguido y antes de degollarlos, les preguntaban acerca del Corán o les obligaban a recitarlo; universitarios obligados a llamar a sus familiares para avisarles de que iban a morir y retransmitirles así su asesinato en vivo y en directo.

¡El Primer y el Tercer Mundo, el blanco y el “negrito”, tan alejados, tan distantes, pero sobretodo tan olvidados!

Solo el Papa Francisco se ha mostrado crítico con la pasividad internacional ante el asesinato de cristianos no solo en Kenia, sino en otros países como Siria e Irak. "Nuestros hermanos son decapitados y crucificados ante nuestros ojos y nuestro silencio es cómplice". Y ese, mal que nos pese, es el adjetivo que nos “adorna” a todos, el de nuestra omisión vergonzante, el del olvido encubridor, el de la indiferencia compinche.

De nuevo se evidencia, negro sobre blanco, la falsedad y el repugnante egoísmo de los golpes de pecho que en público nos propinamos contra las injusticias sociales que nos abruman, de los eslóganes zotes, ignorantes, envanecidos y ególatras del “no a la subida de impuestos y no los recortes” (como si ambas medidas fueran compatibles), del “derecho universal a la asistencia sanitaria”, del “aborto libre y gratuito”, mientras en silencio ignoramos, callamos, o a lo sumo silbamos mirando hacia otro lado, convirtiéndonos, siquiera por omisión, en adversarios de la defensa de los principales derechos que hombres y mujeres aspiran a disfrutar: a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad de opinión, a la libertad religiosa, derechos todos ellos combatidos y masacrados hoy no ya en el sureste africano, sino en la otra ribera del Mare Nostrum.

De nada vale preguntarse qué hace la ONU, qué hace la Unión Europea, dónde está el Gobierno de España, dónde el ejecutivo andaluz, dónde los alcaldes, dónde la ciudadanía. La respuesta es traslúcida: ¡en las procesiones, católicas... y laicas!

Mientras los titiriteros de la ceja constatan que no les afecta, los tiralevitas de relevo espantan el problema, ignoran el atolladero islamista en el que estamos inmersos, lo tildan genéricamente de problema religioso, incluso buscan razones al margen para que sus conciencias sobrevivan en paz, obviando si es necesario el propio comunicado de los asesinos que reconoció la liberación de los estudiantes musulmanes: "Kenia está en guerra contra Somalia y ese es el único conflicto".


No, no nos valen rimbombantes Alianzas de Civilizaciones. No, no todos los credos son lo mismo. No, no todas las culturas son iguales. Sí, sí somos todos, sin excepción, cómplices de este genocidio silencioso. ¡Vergüenza!


 

3 comentarios:

  1. Me ha llegado al corazón, son pocos los que hacen justicia a los perseguidos por ser cristianos. Silencio casi total en los medios de comunicación, sobre todo en los de línea de izquierda, no interesa hablar de ellos, no son pobrecitos palestinos maltratados por diabólicos judíos financiados por los EEUU.

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  2. Qué pena de artículo para todos lo que lo leemos con un poco de empatía, pensando que aquellos pudieron ser nuestros hermanos, padres, etc. No es así para la mayoría. Una vergüenza.

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  3. Amigos Catalán y Rafael.
    Estoy repasando la lista de comentarios y no quiero terminar el año sin agradecerle el suyo.
    Le deseo una feliz entrada de año.
    Saludos.

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