La semana santa malagueña ha batido todos los récords; playas abarrotadas, chiringuitos a rebosar, veinte mil cruceristas, cien por cien de ocupación hotelera, la inauguración del Pompidou y del centro de arte ruso, tronos que se mueven como olas rizadas del mediterráneo a ritmo de campana de barco, líneas de metro funcionando las veinticuatro horas, aeropuerto a rebosar en una provincia en la que el número de extranjeros empadronados ha crecido un 241%. Sin embargo, de todas las imágenes de los últimos siete días que nos ha regalado el destino me quedo con la de un malagueño valiente.
Ocurrió justo en el momento en el que el Cristo de la Buena Muerte se adentró en el océano arbóreo de La Alameda que tanto le gustaba a Hans Christian Andersen. Sonaban los compases de ese canto legionario creado por la malagueña Lola Montes. Un cuplé llamado “El novio de la muerte” que cantaba en el teatro Vital Aza de Málaga para elevar la moral de la tropa en la guerra de Marruecos. Pieza que luego fue adaptada por el director musical de la banda del Tercio, Ángel García Ruiz.
Se oía ese canto redentor por las calles de la ciudad cuando el ex Delegado de Hacienda de la Junta de Andalucía intentó entrar en una tribuna para ver a los legionarios y al mítico Cristo que les acompaña. Entonces, un hombre bajito encargado de la seguridad le dice que naranjas de la China, que allí no entra nadie sin abono. Rafael Fuentes, que así se llama la criaturita, se pone farruco y comienza a amenazar gritando al muchacho que, aunque diminuto, los tiene bien puestos.
Es de barrio y está acostumbrado a ese tipo de lances y cuando le toca la identificación le manda, con mucha educación a paseo. Fuentes amenaza con llamar a la policía y el de seguridad le responde que ya está tardando porque él solo cumple con su obligación. Los ánimos se van calentando pero ni por esas se echa atrás el paisano; “si es verdad que se le han olvidado los abonos, que alguien en casa les haga unas fotos y se las mande, así yo puedo verlos”. Aquello hace estallar al socialista que, por cierto, tuvo que abandonar su puesto en el ayuntamiento por un caso de enchufismo. Luego, y tras un paso por la Delegación de Hacienda, se le buscó un destino en el edificio negro junto a los jardines Picasso, sin que nadie supiera muy bien qué hacía allí que no fuera cobrar de los presupuestos. El muchacho tiene tiempo de mandarle a paseo, de dar instrucciones a los de TVE, Telecinco y Cuatro que han venido a retransmitir el acontecimiento. Ni siquiera la mediación del hermano del socialista, da su brazo a torcer; “sin abono, no hay paso”. Además, alguien le apunta que el tipo es de la Junta lo que hace dibujar una sonrisa al anónimo héroe que ahora tiene unos ojos felinos.

Genial, Sergio
ResponderEliminarGracias amigo pero fue desagradable ver al tipejo. Un saludo
EliminarSon muchos, pero son cobardes. ¡A por los mamones!
ResponderEliminarA ver si es verdad. Saludos
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