Lo que ustedes
van a ver en el siguiente gráfico no es el resultado de ningún estudio
científico. No es una información sacada de una encuesta ni de ningún medio de
comunicación. La siguiente pirámide es un intento de reconstrucción simbólica
de los distintos perfiles de votantes que hay en España, elaborada con el único
instrumento de la observación, el oído y la lectura genérica.
A) La base más
primaria e irracional corresponde a los más manipulables y sectarios. Son,
tristemente, los más numerosos. Les cuesta cambiar de partido tanto como de
equipo de fútbol, y siempre perciben al partido opuesto como una amenaza,
una plausible sustituta de las horrendas máquinas extraterrestres de La Guerra
de los Mundos. El campo denominado de izquierda considera que el bando
contrario favorece a la iniciativa privada para que los 'amiguetes' de los
enemigos salgan ganando; mientras que el bloque de la derecha está eternamente
convencido de que los amigos de lo púbico en realidad buscan el provecho
personal y familiar. Para esta base no existe el punto medio, la realidad es
negra o blanca, y si ha de ser de otro color, rezan para que la brocha esté en
manos de los suyos. Es el caso de los que tienen estómago para ir a un mítin si
no es por pura curiosidad.
B) En el
siguiente nivel, mucho menos poblado, están los 'librepensadores', los que
pueden razonar sin tener ataduras a ningún partido político aunque aún
conserven fuertes tendencias ideológicas. El caso más normal es el de alguien
que se considere de derechas o izquierdas y cambie de partido, pero no de
posición en el espectro ideológico. A la hora de votar, tienen mucha más
conciencia y lecturas que los sectarios del grupo A, pero nunca votarían a un
partido que, en la conciencia colectiva, se identificara con el bando opuesto.
Como mucho, pasan de votar a un partido a la abstención. Este grupo explicaría
la pérdida de 4 millones de votos por parte del PSOE en 2011.
C-D) Este grupo
es el de los llamados 'indecisos', que en España siempre se ha estimado en
torno al millón y medio de personas. Puede que ahora, con el bipartidismo
temblando, sean más. Pero no son demasiados. Determinan la dureza del voto de
castigo. Son personas con más conocimientos y menos intereses que los grupos
anteriores. Su pragmatismo les lleva a cambiar de un partido a otro con
facilidad, aunque no tiene por qué deberse a un ejercicio de razón. La
simple presencia en la tele de un partido o un impulso de última hora en la
jornada electoral puede invitarles cambiar rápidamente de voto, incluso moverse
de un bando a otro. Son plenamente conscientes de que hay una diferencia entre
izquierda y derecha, pero no les importa votar una vez a unos y otra vez a
otros. C y D están divididos por una línea discontínua, siendo la zona de abajo
la de los manipulables (se ha dado el caso de gente que ha pasado de VOX a
Podemos, movido por el mero hartazgo de la clase política) y la de arriba
aquélla donde pastan los más independientes. El caso paradigmático sería el de
Sánchez-Dragó, que siempre dice que vota en contra. Aunque esto habría que
verlo, dado que nunca ocultó su admiración por Esperanza Aguirre y el
liberalismo sin condiciones.
E) Es la élite,
el grupo de los lobos solitarios de la política. Para ellos, los límites entre
la izquierda y la derecha en realidad ya no existen. Son los que saben muy bien
que el mundo, hoy, se enfrenta a otro tipo de paradigma, a otra división:
aquellos que lo hacen bien y aquellos que lo hacen mejor. Son conscientes de
que en la era global es estúpido dividir entre izquierda y derecha tanto en la
política como en la cirujía, en la aviación, en la industria petroquímica o el
negocio de las tiendas de animales. Se fijan en el SWOT del político (Strenght,
fuerza, Weakness, debilidad, Opportunities, oportunidades,Threats,
amenazas). Pueden ver más allá de la máscara que impone el marketing para
penetrar en sus intenciones y adivinar el futuro de su gestión y el de la
comunidad que pretende gobernar. Y pueden hacerlo al igual que todo hijo de
vecino sabe en menos de un minuto si le acaban de presentar a un chalado o a
una persona interesante. Y lo importante es que aquél que pertenece al grupo E
piensa en todo el conjunto, no solo en su familia. Si el candidato le dice a la
cara a un bombero del grupo de la Élite ''somos el partido de los bomberos'',
el bombero lo escudriña con desconfianza y sospecha, como buen conocedor del
fuego, que aquí algo huele a chamusquina. Lo malo de este grupo es que
su representación es mínima. Es el grupo de la desconfianza, de la duda y
del examen. Si superaran en número al grupo A, es decir en un mundo de
Narnia, los gobernantes tendrían tal presión por hacer las cosas bien y la
política ganaría tal prestigio que, de repente, descubriríamos que quizá los
servidores públicos sí pueden arreglar nuestros problemas, y no crearlos.
Yo estoy en la zona E
ResponderEliminarLo suponía, Forevin! Gracias por tus comentarios.
EliminarPues yo he ido subiendo progresivamente desde A hasta E. El típico recorrido del escéptico y desengañado con la puñetera transición. Tengo 63 años.
ResponderEliminarMe alegro mucho Curro. Bueno, debes ser especial porque hay muchos aún con 64 años en el grupo A!
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