Una piedra en el camino
me enseñó que mi destino
era votar y botar
(votar y botar, votar y botar...)
Y, tirando de ranchera, votar con las manos o
votar con los pies, en el enésimo intento (todo apunta que otra vez inútil) para
botar al tiempo.
En los últimos días una buena parte de los
articulistas de El Demócrata Liberal vienen difundiendo la casi imperiosa necesidad
del “no voto”, de la abstención, en las elecciones del próximo domingo.
Aún valorando como merecen sus ilustrados asertos,
a continuación muestro mis discrepancias. Comenzó la disquisición Eduardo
Maestre que, acertadamente a mi entender, pasó de anunciar su abstención a “votar en defensa propia”. Dijo después Paco
Bono (también en la radio): “… tenemos
claro que una elevada abstención dejaría desnudos e indefensos a los oligarcas.
Justo entonces llegaría el momento de la movilización ciudadana pacífica, que
legitimada por la abstención, sería capaz de derrocar a todo un gobierno”. Y
afirmó Manu Ramos: “Todo este circo de
listas… no es más que la gran trampa de los partidos estatales para intentar
hacernos creer que elegimos. En todo caso votan (quienes lo hagan) a partidos,
en bloque”. De los reflexiones de Rafa G. García se desprende su simpatía y
escepticismo ante la inaplazable política de coaliciones patria, tan al uso en
su Alemania de acogida.
Tanto el Conde de Villamediana y la Divina
Higea como el resto de colaboradores (Mara Mago, Cornelia Cinna, María Calvo,
Sergio Calle, Salvador Navarro o José María Maldonado) no se han pronunciado expresamente
al respecto al día de hoy, lo que, en principio, deja vislumbrar su
participación activa el día 22 en las urnas.
Solo Luis Escribano se ha mostrado partidario
sin ambages de acudir a su colegio electoral: “… ir a votar requiere una intensa terapia previa, así como cubrirse la
nariz y la boca al introducir la papeleta en la urna. La fase de terapia creo
haberla superado. Si elijo abstenerme en vez de votar, favorecería a la lista o
listas que presumiblemente obtendrían más votos, y según las encuestas,
corresponderían al PSOE-A y al PP-A. Así que he decidido no abstenerme y votar
a uno de los males menores”.
El principal argumento de los abstencionistas (la desnudez e indefensión
de la oligarquía ante la escasa participación) no me vale.
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