Desde siempre el hombre (y la mujer)
han utilizado los números para valorar sus enmarañadas relaciones con el medio
que les rodea. Con el sistema romano ya en desuso (¡menos mal!) utilicemos el indo-arábigo para repasar el boleto de las
cuentas que la partitocracia andaluza echa en estos días.
Hace tres años, tras las penúltimas
elecciones andaluzas nos dijeron: “El pueblo andaluz ha dicho
que quiere un gobierno de izquierdas”. Resultado: pacto de legislatura con
IUCA-LV.
Hace dos meses, como si el sabio
pueblo andaluz hubiera vuelto a “pronunciarse”, nos vuelven a decir: “Necesitamos
un Gobierno con estabilidad y ahora no lo hay”. Resultado: los “primos” de
jornaleros a los últimos días de cosecha aceitunera.
Hace cuatro días, el ciudadano
andaluz ha vuelto a expresarse en las urnas, y la decisión vuelve a ser
interpretada a su antojo: “Voy
a gobernar en solitario, ahora tengo estabilidad”. Resultado: nos lo
creemos.
La aritmética para tan
extravagantes conclusiones no cuadra con la del común; es más, la vida propia
de las cifras y las combinaciones al modo quinielístico advierten que los
andaluces se han pronunciado, de forma sutil y ligeramente mayoritaria, en
otros términos: ¡A repetir elecciones!
El
siguiente cuadro refleja, obviando el voto afirmativo de las cinco formaciones
-aunque no excluido sería el colmo- y desde el máximo disenso al máximo
consenso, las 16 posibilidades de la partida de ajedrez que se libra en el
tablero, resultando once favorables a la investidura, otra igualmente propicia
a dicho resultado por el voto de calidad de la presidencia (empate a 47 votos),
y cuatro nos llevarían a nuevas elecciones en el plazo de dos meses.
Pero
si al menos el voto de los peperos es
contrario -las dudas de estos días ofenden a la ética y a la decencia- las
posibilidades se reducen a ocho, siendo solo tres favorables a la investidura,
otra procuraría un empate a 47 votos, y 4 nos continuarían llevando a nuevas
elecciones.
Si a la negativa de los de la gaviota se suma la de los
votantes de Ciudadanos, las posibilidades se reducen a cuatro, siendo solo una
favorables a la investidura, otra procuraría el mencionado empate a 47 votos, y
otra dos nos embocarían a nuevas elecciones.
En definitiva, el papel de Podemos se antoja
fundamental: si se abstiene, considerando válidas las variables reseñadas, #YoConSusana
(que continúa públicamente mostrándose
contraria a un pacto con los caribeños) será investida presidenta en
segunda o sucesivas votaciones.
Opciones,
todas ellas, nada descartables ya que, con trampa incluida, cual Herodías del
siglo XXI, el líder del partido irrumpidor ha exigido a Díaz las cabezas
en bandeja de plata de Chaves y Griñán, situación que con toda probabilidad
propiciará el mes próximo Pedro Sánchez, dejando al gobierno con las manos
libres para estrechar las de Rivera y así enfilar al pueblo andaluz hacia los
40 años bíblicos de su peculiar “travesía del desierto”. ¡Estaría “bonito”!
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