Sergio Calle Llorens
Con los años he aprendido a calibrar más a la gente por lo que calla que por lo que habla. Sin embargo, la cosa tiene matices y el lenguaje corporal adquiere una importancia capital a la hora de interpretar almas ajenas. A Zapatero se le llenaban los ojos de amor cuando hablaba de sus hijas góticas. A Rajoy se le ilumina el rostro al leer el Marca en el desayuno.
Los gestos de Pablo Iglesias y Tania Sánchez no dejan lugar a la duda y, algunos expertos en el lenguaje gestual han bautizado a la parejita como los Ceaucescu. El mismísimo Risto Mejide se lo reprochaba al líder de "Podéis hacer de España un país bolivariano"; "tío ni cuando hablas de ella eres capaz de sonreír". En realidad, los que tienen querencias estalinistas son incapaces de sentir empatía ya que todo compañero de viaje es susceptible de ser depurado en el próximo Comité del Politburó.
Los ojos, los cuatro ojos de la pareja, son vacíos, carentes de brillo. Y si no me creen, fíjense en ellos y convendrán conmigo que en España sí tenemos hienas. Ni siquiera cuando se besan bajan la guardia. Tania, Pablo, tanto monta, monta tanto, que cuando precisamente montan, imagino, no apelan a Dios sino a algún santo revolucionario. Solo a los hijos atolondrados de la LOGSE se les podría escapar lo que transmite el lenguaje corporal de los futuros fabricantes de miseria.
El asunto del abandono de Tania de Izquierda Hundida ha sorprendido a muchos menos, claro está, a aquellos que están dentro de la operación para fagocitar a la formación; Albertito Garzón y el mismísimo Pablo Iglesias. El primero, he de reconocerlo, tiene buenos modales. Es el tipo de chico que a las madres les gustaría tener como yerno. Algo ñoño, eso sí. En su caso, no son los gestos los que le delatan sino sus palabras como apóstol de una fe marxista ciertamente acabada. Sus maneras contrastan con esa rueda del infortunio bermejo que los países quieren abandonar, incluidas Cuba y Venezuela. Más dogmático que reaccionario. Más energético que inteligente. Además, aunque lo tildan de guapo, Alberto suele desprender gestualmente una inmensa inseguridad. Ese acné que lo trajo por la calle de la amargura en sus tiempos de adolescente, aún visible en su rostro, puede ser la causa de sus titubeos. Suele retirarse cuando se le da argumentos potentes y acepta muy mal el rechazo. Miren lo que le pasó con el líder de Syrizza. Casi llora el pobrecillo.
Como España es un estercolero intelectual donde siempre llegan arriba los más capacitados para hacer el mal, la mano que acaba de ganar Tania Sánchez regalándonos unas justificaciones de lo más abracabrantes, debería hacer reflexionar a muchos. Primero porque sus ojos y sus gestos denotan que de llegar al poder, muchos deberíamos tomar el camino del exilio. Segundo porque en la rueda de prensa donde la loba afilaba sus colmillos, ni un periodista tuvo el gesto de levantarse a preguntarle sobre los escándalos relacionados con su familia. Ven, una vez más puedo decir más de las personas por lo que callan que por lo que dicen. Y es que el miedo llama a la puerta, la fe la abre, y no hay nadie, valiente se entiende.
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