Artículo de Paco Romero
Si
hace siete días entonábamos en primera persona el desconsuelo por nuestra
contribución a la pléyade de corruptelas en las que, un día sí y otro también,
nos habíamos visto envueltos, conjugando en pasado todo lo que nos atañía, hoy
nos damos de bruces con personajes que, zambullidos todavía en la podredumbre,
parecen no haber entendido la lección que la “malvada” Merkel, de carne y hueso
al parecer, y la incorpórea alma de los mercados, a la par, nos vienen
endilgando con fruición en el último lustro.
Al alcalde del Partido Popular del municipio pacense de Fuente del Maestre, se le ocurrió, a eso de las 8:16 del pasado viernes, difundir su peculiar pregón del día anterior en la web del Ayuntamiento, cambiando la plaza del pueblo y la trompetilla por las redes sociales y su Facebook:
Lo que ya presumíamos -mejor dicho, sabíamos- se evidencia ahora, negro sobre blanco, en otro nauseabundo remedo del caso Faisán (¡cuidado, que voy!). Nuestros juegos infantiles puestos en práctica, desde la propia administración, al servicio de la corrupción: “¡Allá va mi gavilán, con cuatro uñas de gato, cómo no me traigas carne, las orejas te las arranco… !
Desde la cercanía extrema -casi paternal- con su potencial electorado, el edil se defiende, a voz en grito, de las “falsas acusaciones” de la oposición:
“Nunca se me hubiera ocurrido ceder a los inspectores de trabajo oficina alguna para que ‘puteen’ al pueblo; es más, no solo no les he proporcionado ningún tipo de local a estos ‘buitres’ sino que, cuando ‘me avisaron’ -¿quién, cuándo y por qué?- de la inminente inspección, lo primero que hice fue echar el pregón por la radio municipal para que a los ‘probos’ comerciantes e industriales de este mi querido pueblo ‘no los cogieran por sorpresa y, encima, los empuraran’. Y, por si no ha quedado claro, lo remacho: ‘es mentira que haya facilitado aposento a estas rapaces y, además, estad tranquilos porque nunca lo haré’… ¡hombre, ya!”.
Cierto es que la grosería, la golfada y la sinvergonzonería del encubrimiento de los defraudares no es exclusividad de este edil, pues de su reacción se desprende que “los otros”, igual de indeseables, le estigmatizaban como “el forajido de una película de buenos y malos”.
¡Que no aprendemos, que no, que lo llevamos en la sangre! Este solo ha sido un pardillo que ha proclamado a los cuatro vientos su corrupción genética de forma ingenua, torpe e irresponsable.
Y mientras, nosotros con estos pelos, por vuestra culpa.
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