Artículo de Luis Escribano
- Cuando un ciudadano vota a un partido, usted está obligado a pagarle, aunque se trate del partido que más aversión le produce.
- Los partidos demonizan la abstención porque se traduce en menos subvenciones.
- Suponer que en España hay “democracia” es como considerar un santo a Jack el Destripador.
- Si usted no está contento con la situación política actual, y quiere cambiar las cosas, ¿por qué sigue haciendo lo mismo?
- Dejar en este momento el destino de España en manos del consenso entre partidos políticos sería como dejarlo en manos de la omertá.
No obstante, lo
más importante, al menos para mí, es que ha supuesto un revulsivo, abriendo un
debate muy interesante en la ciudadanía sobre la situación política de España,
la configuración del Estado español, la libertad política, el posible significado
de la votación y de la abstención, así como otros aspectos que, hasta ahora,
pocas veces se ha tratado en mi entorno, en el ámbito de la política o en los
medios de comunicación.
Sinceramente, ha
sido muy grato para mí saber que hoy existen españoles (lástima que sean tan
pocos) que observan, leen, escuchan, piensan y analizan los fundamentos o
principios de sus actos. Siempre me ha llamado la atención la automatización
que suele caracterizar las acciones de numerosas personas en muy diferentes
ámbitos (familiar, laboral, social, etcétera), las cuales parecen actuar sin
plantearse siquiera los motivos o fundamentos.
Posiblemente no sean
tan casuales las frases “el ser humano es un animal de costumbres”,
o aquella atribuida a Einstein “si buscas resultados distintos, no hagas
siempre lo mismo”. Nos acostumbramos a nuestro entorno, a lo que
conocemos y nos procura cierta seguridad. Buscamos nuestra zona de confort,
donde no hay que involucrarse, evitando observar, estudiar y razonar antes de decidir.
No se ustedes,
pero a mí me parece que una gran parte de los españoles ha dejado en manos de
unos pocos la facultad de razonar, incluso la de decidir por ellos. Si observan
con detalle lo que ocurre en el entorno político, los partidos se ponen de
acuerdo para que el país funcione en beneficio de sus facciones, y el grueso de
los españoles lo acepta como algo natural, participando en el juego de la más
que evidente partitocracia aliñada con
ciertas dosis de plutocracia. España
está invadida por la corrupción social, educativa, cultural, política y
económica, y la mayoría de españoles siguen manteniendo el mismo
comportamiento: votar a algún partido, nuevo o antiguo, con la esperanza de que
se producirá algún cambio. Y muchas veces, ante el bloqueo que produce el miedo a que llegue algo peor (algunos
lo disfrazan de “prudencia” o “prevención”), ni siquiera se plantean votar en
blanco, nulo o abstenerse.
¿Se ha parado a
pensar alguna vez que cuando su vecino vota a un partido, supongamos que al que
menos simpatía le causa, parte de sus impuestos va destinado a ese partido, vía
subvención pública? Cualquier español con un mínimo de sentido común podría
pensar que sería más justo que cada ciudadano elija si quiere o no darle su
dinero a un partido u otro, o a ninguno. En España, usted no elige, son
los partidos quienes eligen regalarse nuestro dinero. ¡Hay que ser muy necio,
un masoquista o no tener ningún orgullo para admitir este engendro! Y no es el único:
si tienen la paciencia de leer todos mis anteriores artículos y los de mis
compañeros del diario, descubrirán un mundo de aberraciones.
Al final del
artículo les expondré algunos datos sobre los beneficios económicos que
obtienen los partidos con los votos que reciben…quizá con el suyo y el de sus
vecinos.
No obstante, aclararé
previamente algunas cuestiones que ustedes, los lectores, han planteado tras
leer el citado artículo de la pasada semana.
Una de las
cuestiones que más se ha repetido es que no votar significa quedarse “fuera del
sistema”, y que uno pierde la “autoridad moral” para quejarse de las acciones
de los políticos elegidos. Podría entenderlo si el abstencionista se
convirtiera en un insumiso fiscal, incumpliera constantemente el ordenamiento
jurídico (ser un “fuera de la Ley”) y se opusiera a cualquier autoridad del
Estado, es decir, que fuera un “antisistema”. Pero abstenerse en una votación
no implica todo eso, y menos aún si mantiene una lucha permanente por la
Libertad que la partitocracia no
permite. Y desde la sociedad civil puede hacerse a través de la educación, la
información, el debate público, etcétera. La abstención no sería pasiva, típica
del que no quiere saber nada de la política, sino activa, con un objetivo
concreto, que es lo que defiendo.
Además, es tan
absurdo el planteamiento como creer que cada vez que un diputado se abstiene en
una votación en el Parlamento o Congreso, se queda fuera del sistema o deja
fuera del sistema a los ciudadanos que en teoría representa.
Y doy por
supuesto que desde el momento que, de forma obligada, pago un euro en impuestos
procedente del esfuerzo de mi trabajo, estoy no sólo legitimado para quejarme
de cualquier abuso o arbitrariedad del cargo público, sino incluso para exigir
lo que estime conveniente a mis intereses y en defensa de mis derechos y
libertades, que bien mermadas están. ¡Faltaría más!
Creer que en
España hay democracia sólo puede ser eso: una creencia, un dogma. Son tantas
las pruebas de lo contrario que sólo un creyente con fe puede mantener lo
contrario. ¿Cómo podemos considerar natural, en pleno siglo XXI, que haya
políticos en los Parlamentos que pertenecen a su vez al Poder ejecutivo, al
Gobierno de turno? En Andalucía, por no ir más lejos, seis diputados –más la
Presidenta- son a su vez Consejeros del Gobierno, es decir, ¡el sistema les
permite “controlarse” a sí mismos! Y si analizamos cómo elegimos a los
supuestos representantes, o la dependencia del poder judicial del poder ejecutivo,
suponer que en España hay democracia es como considerar un santo a Jack el
Destripador.
¿Ante estas tergiversaciones
seguiremos participando en el juego que los actuales partidos políticos nos
proponen? ¿Seguiremos legitimando este disparate de degeneración de la
democracia, que precisamente constituye el origen de los vicios que padecemos,
entre ellos la corrupción?
Mi planteamiento
es otro bien distinto: cuando un español vota en la actual “partitocracia-plutocracia”, legitima
esta degeneración de la democracia, y cada vez que cedemos nuestra soberanía a
los partidos, es decir, las facultades exorbitantes que tienen atribuidas los
poderes públicos del Estado español –que podrían limitarse constitucionalmente-,
consentimos que abusen impunemente de esas facultades, porque este régimen infame
de elección de representantes (listas elaboradas por los partidos, abiertas o
cerradas) y este sistema sin separación de poderes y sin libertad, lo permite.
En la España de
hoy, ningún miembro de una Asamblea de representantes (Congreso o Parlamento)
se debe a los ciudadanos, sólo a su partido. Es más, es tan absurdo el sistema
de partidos que tenemos en España que hasta se castiga al diputado que vote
algo distinto a lo que le ordene su partido –perdón, su facción dirigente-,
aunque ese voto diferente pudiera beneficiar a una parte de la ciudadanía que
se supone representa. ¿No les parece suficientemente irracional?
También algún
lector ha planteado que no votando se beneficia a los de siempre. Y digo yo:
¿votando no se acaba beneficiando al que llegue -o lleguen-, aunque sea nuevo? Es
evidente que votando no se evitarán nuevos abusos de poder, porque las “reglas
del juego” seguirán siendo las mismas, las que permiten los abusos ahora. Creer
que cambiando de partido en el poder hay posibilidades de algún cambio es como
creer que si cambio de médico, su nuevo tratamiento de los síntomas curará la
grave enfermedad sin erradicar el origen. No se si me explico. ¿Qué efectividad
tiene votar? ¿Acaso algún partido hará lo posible por cambiar “las reglas del
juego” una vez ocupen los poderes del Estado? Aunque quisiera, no podría.
¿Por qué hay que
aceptar unas reglas de juego que son un caldo de cultivo para los abusos de
poder? ¿Acaso debemos confiar en la bondad de los que vayan ocupando el poder
en cada momento, sin tener un sistema que garantice de verdad nuestras
libertades políticas? Como dijo en 1788 James Madison en El Federalista (nº 51), “si los
seres humanos fuésemos ángeles, no haría falta un gobierno, y si estuviésemos
gobernados por ángeles, no haría falta tener controles externos o internos en
el gobierno”. Pero no lo somos: la inmoralidad y la ambición existen, y
confiar en las buenas intenciones de los seres humanos es de una ingenuidad
absoluta. O diseñamos el sistema partiendo de la desconfianza, separando los poderes y definiendo frenos,
equilibrios y contrapesos, o nunca solucionaremos el problema. Dejar en este
momento el destino de España en manos del consenso entre partidos políticos
sería como dejarlo en manos de la omertá.
Si efectuamos el
simple ejercicio de analizar cada problema que tenemos en España relacionado
con la organización política y administrativa del Estado, y buscamos sus
raíces, casi siempre se llega al mismo origen: ausencia de separación de
poderes, ausencia de representación de los diputados (se debe al partido, no a
los ciudadanos), merma de libertades, etcétera. En resumidas cuentas, no hay
democracia, sino partitocracia-plutocracia.
Decía antes que
el miedo, ese factor tan bloqueante, ha llevado a algunos a defender que la
abstención es un peligro ante lo que pueda venir, y que es preferible poner a
algún partido de los considerados “moderados”, no extremistas, para evitar
males mayores. No nos engañemos: esta es la mejor manera de perpetuar la
corrupción en España. Cuando el PSOE de Felipe González degeneró con la
corrupción, los GAL, etc., casi todos creímos que otro partido lo podría solucionar.
Llegó el PP, y ya ven la mejoría... Y aunque llegase Podemos,
Ciudadanos, UPyD, IU, o cualquier otro partido, pasaría lo mismo. El problema
no se resolverá nunca cambiando partidos en el poder (tratando los síntomas de
la enfermedad), sino configurando otro sistema más adecuado (curando la
enfermedad). Y para hacerlo, hace falta aunar voluntad, inteligencia, libertad,
experiencia, pluralidad, y un proceso definido previamente, que constituye otro
debate de gran calado y trascendente para España.
¿Por qué surgen
constantemente nuevos partidos “regeneradores”? Porque el sistema
partitocrático, la ausencia de democracia, lleva el país a la deriva, hasta el
punto de poder encontrarnos con la “tiranía
de una mayoría”. Si los españoles ven desde hace muchos años que la clase
política es impune, que la Justicia no funciona, que nos acribillan a impuestos
para pagar los caprichos y las corrupciones de unos pocos, que progresar en la
sociedad es más fácil si te vendes al partido de turno, etc., es lógico que el
demagogo y el populista triunfe en esta sociedad tan mediocre. Desde estas
líneas les auguro que el destino de España será una “oclocracia” si no
adoptamos pronto la única salida que nos queda: un proceso o convención
constituyente, que debe durar los meses que sean necesarios. Algunos defienden
incluso un periodo previo de libertad constituyente.
Otros lectores
han cuestionado la efectividad que puede tener la abstención, porque por muy
alta que sea, el resultado de las elecciones siempre permitirá que haya
partidos gobernando. ¿Acaso votando no se consigue que haya igualmente partidos
gobernando, pero bendiciendo el sistema partitocrático? La abstención activa no acaba en la no votación, pues la batalla por
cambiar el sistema es permanente. Si el ciudadano se conforma con no votar o
votar cada cuatro años, sin esforzarse por cambiar el sistema, España no tendrá
solución nunca, y la corrupción y los abusos de poder continuarán o se
agravarán.
Las grandes Historias se inician siempre
con un camino, por muy
tortuoso y complejo que sea. Todas las decisiones importantes exigen un gran
esfuerzo. Y si los españoles seguimos vegetando, dejando nuestro destino en
manos de unos “bandidos y estúpidos”
(definidos en mi artículo “Bandidos
y estúpidos en los partidos”), es fácil que podamos degenerar, como decía
antes, hacia una oclocracia, o incluso hacia una tiranía opresora de minorías.
Creo que es hora de detenerse en nuestra loca
carrera hacia un destino incierto, y tras observar, informarse y
reflexionar, debemos decidir la solución óptima para España sin ninguna clase
de complejos, en total libertad.
Gastos electorales y subvenciones a
partidos.
Como dije
anteriormente, los grandes beneficiados de cada votación no somos los
ciudadanos, sino los partidos políticos. Resulta muy llamativo que las dos Órdenes
del Ministerio de Hacienda, de 2015 y 2016, publicadas en los cinco días
primeros tras la convocatoria de las elecciones del 20D y 26J, mantengan
idénticos importes en las subvenciones. Algunos partidos han propuesto
disminuir los costes electorales de los envíos postales, pero ninguno ha declarado que renunciarán a
cobrar las subvenciones por escaño y voto obtenido. Todos quieren que
ustedes y yo les paguemos las campañas electorales obligatoriamente.
Los gastos
referidos están regulados en la Orden HAP/2272/2015, de 30 de octubre,
por la que se fijan las cantidades de las subvenciones a los gastos originados
por actividades electorales para las elecciones generales de 20 de diciembre de
2015 (BOE de 31/10/2015), y en la Orden HAP/666/2016, de 5 de mayo,
por la que se fijan las cantidades de las subvenciones a los gastos originados
por actividades electorales para las elecciones generales de 26 de junio de
2016 (BOE de 07/05/2016). En resumen sería:
a) Subvención de
21.167,64 euros por cada escaño obtenido
en el Congreso de los Diputados o en el Senado.
b) Subvención de
0,81 euros por cada uno de los votos
obtenidos por cada candidatura al Congreso, uno de cuyos miembros, al menos,
hubiera obtenido escaño de Diputado.
c) Subvención de
0,32 euros por cada uno de los votos
obtenidos por cada candidato que hubiera obtenido escaño de Senador.
El límite de los gastos electorales para
las elecciones a las Cortes Generales o a cualquiera de sus Cámaras, es el que
resulta de multiplicar por 0,37 euros el
número de habitantes correspondiente a las poblaciones de derecho de las
circunscripciones donde presente sus candidaturas cada partido, federación,
coalición o agrupación (unos 13,5 millones de euros).
En la elecciones
pasadas del 20-D, los gastos declarados por los partidos fueron los siguientes:
el PP, 12 millones de euros; el PSOE, 9 millones; Ciudadanos, 4 millones; Podemos,
3’6 millones; IU, 2’5 millones. Ahora
se repetirá el 26J. Si añadimos lo que reciben en las elecciones autonómicas
(17) y locales, ¿siguen creyendo que en España hay democracia? Por ponerles un
ejemplo, en las últimas elecciones andaluzas estas fueron las subvenciones
recibidas: PSOE-A, 4’43 millones; PP-A, 3’18 millones; IU, 1’10 millones; Podemos, 0’416 millones; C's,
255.160,99 euros.
Ya saben en qué
se traducen los votos a los partidos. Es evidente que son partidos de Estado, y
un gran negocio. Si quieren seguir legitimando esta aberración, son libres de
seguir haciéndolo, pero es muy injusto e indignante que el sistema permita a
los partidos aprovecharse, a través de los ciudadanos que les votan, del esfuerzo
y trabajo de cada contribuyente traducido en impuestos, voten o no, para
alimentar a las facciones de esos partidos. Por eso los partidos demonizan la abstención: ¡¡porque no se
traduce en subvención!! ¡Es muy perverso!
Y tan culpables
son los partidos como los españoles que votan a alguno de ellos, pues deberían tener
en cuenta que participando en su juego se convierten en coautores al facilitar
que se pague a los partidos también con el dinero de los que no votamos y
tributamos, sin posibilidad alguna de oponernos. Es una coacción más del
sistema partitocrático que rige España. ¿Aún siguen pensando que hay
democracia?
Por otro lado, también
se subvenciona a los partidos, federaciones, coaliciones o agrupaciones, los
gastos electorales originados por el envío directo y personal a los electores
de sobres y papeletas electorales o de propaganda y publicidad electoral,
abonando 0,18 euros por elector en
cada una de las circunscripciones en las que haya presentado lista al Congreso
de los Diputados y al Senado, siempre que la candidatura de referencia hubiera
obtenido el número de Diputados o Senadores o de votos preciso para constituir
un Grupo Parlamentario en una u otra Cámara. La obtención de Grupo
Parlamentario en ambas Cámaras no dará derecho a percibir la subvención más que
una sola vez.
La subvención
por gastos de envío directo no estará incluida dentro del límite previsto
anteriormente, siempre que se haya justificado la realización efectiva de la
actividad. Y claro, esta es la partida más alta: 49,2 millones de euros, destinados a los envíos postales, en las
elecciones del 20D.
Aparte están los
inevitables gastos electorales de personal, representación de la Administración,
Fuerzas Seguridad, Juntas electorales, miembros mesas, acondicionamiento
locales, Ayuntamientos, impresos y papeletas, empaquetado, distribución, adquisición
y montaje de urnas y cabinas, locales de almacenamiento, escrutinio
provisional, etcétera, que ascienden a unos 87 millones de euros.
Con esos datos tan claros y esa lógica aplastante está claro que...no hay nada que hacer,lo siento,pero es que cuando recuerdo esa frase que se repetía antes refiriéndose al régimen franquista para no perder privilegios,"atado y bien atado",pienso que lo "mejor"(para ellos,claro) que hicieron no fue en el Estado si no en la sociedad civil,usando aquella afirmación de "divide y vencerás",lograron un profundo enfrentamiento en el núcleo de ésta que hizo imposible la unión para(aunque solo fuera)luchar por la democracia.
ResponderEliminarComentario tan pesimista espero lo tome como aliciente para seguir escribiendo artículos así.
Muchas gracias por el comentario. Así me lo tomaré, como un aliciente.
EliminarSaludos!