Artículo de Luis Marín Sicilia
“Lejos de respetar los estatutos del partido, que fijan las
competencias de cada órgano, el neopopulista Pedro Sánchez recurre al mantra
asambleario de ‘las bases del partido’ en una actitud similar a la del Maduro
venezolano que, ante la pérdida democrática de unas elecciones, se inventa una
‘Asamblea popular’ que respalde su trayectoria”
“Los apóstoles del populismo, Pedro y Pablo, están negociando cómo
acceder al poder, no como gestionarlo correctamente”
“La socialdemocracia española deberá refundarse, víctima de un
personaje ambicioso que acredita, una vez más, que lo más perjudicial de la
política es dar poder a quien no tiene donde ir fuera de la misma”
Alcanzado el poder produce risa la democracia asamblearia que tanto sirvió para que Pablo Iglesias se erigiera en jefe supremo de la misma. Sus amigos y leales se han encaramado a los puestos decisorios, y ya no hay que convocar "círculos", o los convocados son un auténtico fracaso, puesto que su única finalidad era que los nuevos bolcheviques consiguieran sus objetivos de mando.
Para conservar el poder partidario, tras el fracaso electoral que amenaza con llevar al PSOE a la irrelevancia, Pedro Sánchez se dispone a pactar con quienes pueden convertir al socialismo español en los nuevos mencheviques, los "tontos útiles" del ramplante y pretencioso nuevo leninismo. Lejos de respetar los estatutos del partido, que fijan las competencias de cada órgano, el neopopulista Pedro Sánchez recurre al mantra asambleario de "las bases del partido" en una actitud similar a la del Maduro venezolano que, ante la pérdida democrática de unas elecciones, se inventa una "Asamblea popular" que respalde su trayectoria.
Escribo estas líneas mientras el Rey recibe a los representantes de PSOE y PP en una segunda ronda de consultas que, a tenor de lo acaecido desde la primera, debe concluir con el encargo al socialista de intentar la investidura, ya que, mientras el popular carece por el momento de apoyos expresos, aquel cuenta con el compromiso negociador de fuerzas políticas suficientes como para intentar la investidura. La frase petulante de Sánchez, advirtiendo al PP que pierda toda esperanza, además de constatar que el personaje en cuestión está copiando, en su lenguaje y modales, la actitud chulesca de su "alter ego" Pablo Iglesias, supone un órdago que debe corresponderse conque, tan presuntuoso individuo, protagonice la primera sesión de investidura.
Ha llegado la hora de retratarse y si desde las filas socialistas se ha mostrado indignación por la falta de respeto de los podemitas al PSOE, habría que ver cómo calificar la reiterada animadversión mostrada por el menchevique Sánchez y sus acólitos a los cerca de siete millones y medio de electores que dieron su confianza a los populares. Ya no les va a bastar descalificar al partido más votado, pretendiendo liderar un frente popular "anti PP". Deben explicar cómo, con quién y cuándo van a abordar los problemas reales del país y las inquietudes ciudadanas que, con tanta alegría como falta de rigor, prometen resolver si consiguen gobernar.
Con la experiencia acumulada en la corta trayectoria de las nuevas corporaciones locales podemos colegir que la nueva política no difiere gran cosa de la vieja, sobre todo en materia de ventajas y nepotismos. Así, amañar contratos por debajo del límite, para dárselo a los amigos, como ha pasado con el callejero de Madrid; nombrar un becario emparentado como director de la Alcaldía de Barcelona, con 77.000 euros de sueldo; designar a dedo al gestor de la M-30 con más de 100.000 euros; disfrutar viviendas protegidas por quien no es su titular para usos mercantiles, o aprobar eres con despidos masivos mientras se pide acabar con la flexibilidad laboral, son ejemplos de lo que dista lo dicho de lo hecho, según el viejo refrán español.
Ya es proverbial la desenvoltura con la que la izquierda se sacude las acusaciones de nepotismo, aquellas que iban a abolir en cuanto tocaran poder. La singular Carmena, la que, siendo magistrada aceptó burlar los legítimos derechos de los empleados de su marido, poniendo a su nombre los bienes de ambos, se limita a decir que lo que ahora molesta es que "sea nuestro dedo el que designa", cuando lo que molesta es que no acaben, como prometieron, con los nombramientos digitales. Como dijo Fukuyama, uno de los mayores peligros de la política es "la tiranía de los primos", tendencia conocida como nepotismo que, en última instancia, conduce a la corrupción.
El mismo Fukuyama, en su análisis del futuro político tras la caída del muro de Berlín, advirtió sobre la obsesión de todos los países en llamarse democráticos haciendo hincapié en que, para que la democracia siga siendo el mejor régimen posible, son necesarios tres vectores: un Estado fuerte, el imperio de la Ley y un Gobierno responsable ante los ciudadanos. La proximidad de posibles pactos de investidura debe contemplar si, mediante los mismos, se consigue garantizar la firmeza de tales principios. Es decir, ¿será fuerte un Estado que preconice la posibilidad de su desmembramiento? ¿Se puede construir un régimen democrático al margen de la legalidad? ¿Puede llamarse democrático un Gobierno que burle la voluntad ciudadana esquivando el principio de soberanía?
Los populismos son fáciles para conseguir votos pero su gestión, cuando han accedido al poder, ha sido históricamente catastrófica. Los apóstoles del populismo, Pedro y Pablo, están negociando cómo acceder al poder, no como gestionarlo correctamente. Los retos que se encontrarán, en la hipótesis de conseguir su objetivo, son harto complicados. En un reciente debate, el economista liberal Daniel Lacalle le espetaba al economista podemita Nacho Álvarez: "contéstame a esta pregunta elemental: con vuestras propuestas, el día primero de gobierno ¿cómo te financias?".
Si las pretensiones populistas, alentadas inconsciente o conscientemente por Pedro Sánchez, se impusieran, los mercados se cerrarían, la financiación dispararía su coste, si es que la conseguíamos, y la falta de liquidez nos llevaría al corralito. No se trata de infundir miedo, es simplemente relatar lo que ha ocurrido en situaciones similares. Cuando se habla de impagos de deuda, de renegociaciones caprichosas, o se oferta disparar el gasto público y amenazar con un intervencionismo feroz o expropiaciones indiscriminadas, el resultado es la penuria económica y el retraso social. Y los primeros damnificados son las clases populares a las que se dice representar.
Seguro que algunos, muchos, van a disimular una cierta moderación en sus mensajes de cara a las negociaciones. Es la táctica del populismo, cuyo fin último es la toma del poder del que luego dispondrán de la forma más intolerante posible. La realidad es que España tiene unos compromisos que no puede eludir por mucho que se juegue a la democracia directa, como hizo Grecia recurriendo a un referéndum para no cumplir con sus acreedores. El gobierno griego ganó la consulta, porque el pueblo se deja llevar por las promesas fáciles, pero fue el pueblo el que perdió porque, además, de caldo se tuvo que tomar dos tazas. Con las cosas de comer no debe jugarse.
Si como presiento Pedro Sánchez negocia para su investidura con su "alter ego" populista y el pacto lo someten a sus bases, los neobolcheviques de Pablo Iglesias le habrán engullido sin remisión, consiga o no la investidura. La socialdemocracia española deberá refundarse, víctima de un personaje ambicioso que acredita, una vez más, que lo más perjudicial de la política es dar poder a quien no tiene donde ir fuera de la misma.
Magnífico artículo. Felicidades D. Luis.
ResponderEliminarGracias por su valoración. En momentos difíciles debemos mantener la mente despejada y las ideas claras.
EliminarCaramba Luis
ResponderEliminarSigues dando en el clavo!!
La clave la tienen los socialistas logicos y moderados